viernes, 15 de junio de 2012

Vi un lugar donde el mar y la laguna se encuentran.

Bueno, escribo acá porque pienso que le puede llegar a todos y no solo a aquellos que están atentos a sus mails o simplemente carezco de sus direcciones electrónicas.
Vayamos a lo que corresponde, les quiero contar mis días orientales.
Vivimos con Frank en una ciudad que se encuentra en el tamaño medio entre Loma Negra y Azul. Su nombre es Rocha y la gente nos mira con atención "¿Un argentino y un alemán en Uruguay?". Yo camino con una sonrisa y me río todo el tiempo. No obstante, no vivimos realmente allí. Mas puntualmente nuestra casa se encuentra a unos 4 km en un pueblo llamado Puerto de los Botes. El pueblo es literalmente una calle de 200 metros de largo que desemboca en un muy bonito arroyo al que voy para conseguir con mucho esfuerzo un poco de señal telefónica. Su casa es muy chiquita, consta de dos habitaciones, un comedor/dormitorio y una cocina.
Me levanto todos los días a las 8:30 (o al menos a esa hora pongo el despertador). Frank me dice con su acento alemán "Buen día" y yo le respondo, pone TN en el televisor y prepara las cosas que vamos a llevar al campo: en dos potes de margarina brasilera coloca el almuerzo y lo guarda en un taper junto a una bolsa de maní y otra de avena. Luego llena una botella con café frío que bebe durante todo el día y me prepara mi té matutino. Yo me levanto de mi cama para dos personas algo mareado, pues me cuesta acostumbrarme a la almohada europea que Frank me dio y a sus ronquidos. Luego de tomar mi té y él algunos mates nos abrigamos, yo llevo mi bolso y Frank el suyo con el taper, una botella de agua, una de leche y otra con su café frío. Salimos de la casa y casi siempre tenemos que volver a entrar porque se olvido la llave de la moto adentro. Hoy le hice un chiste y se la robe mientras el se agarraba la cabeza ya que nuevamente la había dejado en la casa.
Afuera siempre están algunos vecinos que nos saludan y la moto amarilla que nos lleva 14 km hacia la chacra.
El campo es muy lindo. Tengo dos amigas, son vacas, se llaman Vacas y a mi me gusta llamarlas Vacas, también. Pertenecen al vecino de Frank, pero las tenemos en el campo a cambio de recibir todos los días una botella de leche. Aunque son muy tímidas, cuando me ven llegar vienen corriendo hacia mí esperando que les de algún zapallo viejo. Yo en cambio solo pido que me dejen acariciarlas, pero como he dicho antes, son muy tímidas.
Las tareas tienen un orden especifico. Aunque los primeros días mi mayor tarea era buscar zapallos (calabacines, criollos y los enormes de 9 kilos). Ahora arranco buscando abono de las vacas en un balde de pintura blanco. Es una tarea realmente agotadora ya que el abono es muy pesado y hay que caminar mucho para encontrarlo y cargarlo hasta la zona de los arboles. A Frank no le agrada esta tarea por eso luego de unos 4 o 5 baldes me grita desde la otra punta "¡Basta!" y nos vamos a hacer la otra tarea. Esta es mucho mas liviana, ya que consiste en realizar un método que Frank aprendió en Nueva Zelanda el cual es atar las ramas de los arboles al tronco para que no sean muy gruesas y para que crezcan de manera horizontal. Frank va adelante con sus tijeras alemanas y poda las que no sirven, mientras yo voy atando las demás. Lo hacemos durante un rato hasta el mediodía y luego nos vamos a almorzar.
Me gusta el momento del almuerzo ya que los dos bajamos a donde un gran ciruelo viejo descansa y nos sentamos a comer. Frank saca su taper y retira los dos recipientes que contienen lo que sobró de la cena anterior. Al principio estaba algo desconfiado por comerlo frío, pero realmente no esta mal, además siempre hay un poco de avena con leche que es realmente llenador. Mientras comemos nace el tema del debate. Frank es muy terco y orgulloso y por eso me encanta esta parte del día ya que disfruto de retos en la retorica. El tema que mas ha surgido últimamente es que el piensa que el mejor modo de gobernar a un pueblo es con una monarquía y que él sería un fantástico rey, bueno, justo y noble. Yo prefiero hablar sobre la naturaleza del hombre o sobre el destino de la humanidad, pero es realmente divertido discutir al respecto de ese tema, yo me siento con una sonrisa y me río mucho. Luego de almorzar, gritar y esperar a que Frank se fume su cigarrillo armado subimos hacia los manzanos a continuar con nuestro trabajo.
El sol se encuentra arriba nuestro (si acaso podemos verlo) y me distraigo a menudo porque el debate continua de a ratos. Me gusta que el silencio no sea incomodo y que en medio de la nada alguno de los dos traiga alguna pregunta o alguna anécdota. Mi favorita es la de Frank en Canadá cruzándose con un oso negro y estar realmente asustado, me hace reír.
Cuando el sol toca la punta de los eucaliptos en el oeste frenamos y lleva la segunda parte que mas disfruto del día, la merienda. El domingo pasado no trabajamos y Frank hizo un "kuchen" (un biscochuelo) del cual se sintió muy orgulloso me pide constantemente que les cuente a mis padres y abuelos sobre él cuando voy a mandarles algún mensaje, pero siempre me olvido. Comúnmente comimos ese kuchen pero se acabó así que volvimos a las galletitas. Me gusta ver como el sol se empieza a esconder entre los eucaliptos y cuando terminamos podemos ir a la huertita a buscar zanahorias, papas o trasplantar lechugas o volvernos a casa.
Cuando volvemos a casa es la parte que más disfruto del día. Salimos y vamos a buscar la botella de leche que cambiamos por la que vaciamos durante el día y luego viajamos hacia la casa.
Será porque la moto es el vehículo que mas me gusta. Será que me recuerda a Matias. Será que me pierdo en la fantasía de viajar en mi moto por el país en algunos años. Estoy seguro que son todas esas razones juntas. Yo sonrío, río y canto. Canto muy fuerte y me pierdo con el paisaje, levanto mi cabeza y veo todas las estrellas y me pierdo con ellas. De tanto perderme, cuando pasa una moto por enfrente nuestro me asusto mucho, pero luego recuerdo que Frank es quien maneja y confío en que él no anda divagando como yo.
El horario de llegada a casa es el de las 18:30 aproximadamente. Frank mira las noticias y nos ponemos de acuerdo para cocinar, aunque casi siempre lo hace él y yo solo pelo y corto verduras.
Comemos muy temprano, luego de que vimos el pronostico del tiempo uruguayo. A las 22 a más tardar ya hemos terminado, Frank me pregunta "¿Un limón caliente?" y yo suelo aceptar. Luego de beberlo nos acostamos y cada uno se hunde en su propio libro. Solemos irnos a dormir a las 23:30 a más tardar.
Si llueve o si Frank lo decide, no vamos a trabajar. Miramos algún partido de fútbol, ponemos música y aprovechamos a bañarnos. Para esa última actividad caliento el termo eléctrico y lleno un recipiente con agua, me meto en un balde y me voy tirando agua mientras me limpio. Aunque no soy un experto, creo que lo voy dominando.
Luego me visto rápidamente porque hace mucho frió y me tiro en la cama a leer, tocar la guitarra, escribir o ver televisión con Frank. Hablamos, nos reímos, elevamos el tono de voz y luego volvemos a reír.

Así son mis días en Uruguay, en Rocha, en Puerto de los Botes. Me he guardado algunos detalles para la próxima vez y espero tener mas cosas para contarles. Pienso mucho en mis amigos y en mi familia. Los extraño y espero que todos estén bien. Sé que sí, que lo están. Les mando un beso enorme, desde acá, desde Uruguay.