lunes, 25 de noviembre de 2013

Trabajo de hormiga

A la hormiga no le molesta cargar cosas pesadas
Y lo mismo me ocurre a mí
Lo que la hormiga sufre
-aunque lo no identifica-
Es la linealidad de su vida.

Trabajo de hormiga, el mío, entonces
Hacia el fracaso visible y previsible hacia mis pares
Trabajo de hormiga, entonces, el mío
El esperar que de una buena vez, me hables.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Las almas que caen al mar

En esta trilogía va a suceder lo siguiente, Juan va a dejar a Esteban y Esteban va a llorar un poquito, no mucho, pero algo.

I

Repetir una ruptura no tiene sentido, ya se ha escrito mil veces de los pormenores que hacen que uno se quiera despedir. Lamentablemente Esteban no los ha leído y para él todo es nuevo. En realidad eso es mentira, pero el hombre, como todo animal, suele olvidarse de su mortalidad o lo que es lo mismo pero mucho más preciso, de su estado terminal. Por eso sufre, como cualquier hombre que olvida que sabe recordar.

II

Repetir un duelo tampoco tiene sentido. Esteban se limita a lo obvio, a lo que hacen los corazones tristes. Sale con otros chicos, sube fotos con ellos pensando infantilmente que eso le dará celos a Juan, que mostrará que lo superó, pero al cabo de unos minutos escribe en el vidrio universal lo mucho que lo extraña y arruina todo lo que creía que había construido. Por eso sufre, como cualquier hombre que carga las cadenas de la libertad.

III

Repetir un final no siempre carece de sentido. Las posibilidades no abundan, es cierto, pero la sonrisa de Esteban te genera algo en la panza que querés retratarlo en puntos, comas y diéresis. Por eso escribo un final feliz, para ver si esta lectura contagia a Esteban algo de su vieja alegría y recordar su libertad. Por que el sufrimiento es un hijo del hombre, y como tal, pronto desaparecerá.

viernes, 1 de noviembre de 2013

Cuentos tan ficticios que indignan si se vuelven realidad.

Salí de la facultad hoy y me fui a tomar el 168. Me subí, estaba hasta las pelotas porque llueve mucho y a las 6 está más hasta las pelotas, por lo que me quedé parado agarrado de la punta de la ventana. Como mis auriculares están rotos, desde hace semanas que no escucho la radio en el bondi, sólo me pongo a leer o a escribir. Pero como el bondi estaba cargado hasta las manos, no escribí esto:
Hola, soy un pedazo de texto que nunca fue escrito. Eso entonces no es, un regreso poético, porque nunca hubo ida, gil.
Mientras no escribía, el bondi se iba llenando aún más (cosa que uno creería imposible, pero no, alto bajón) y entre toda la gente que nos iba aplastando más, una chica se sentó cerca del pedazo de ventana del que me estaba agarrando, mientras yo agradecía tener las uñas largas para mayor agarre. La chica no me miraba ni de casualidad, porque era la belleza pura, con el pelo recogido, un corte de cara fantástico y vestida de forma que no sé, porque no sé de ropa, pero me gustaba y eso estaba re bueno.
Llegó el momento, obvio, en el que se paró para bajarse y yo arranqué un papel de mi cuaderno. Pero como llovía y estaba lleno el bondi, como tuve que llevar una bolsa de muñecos que me ocupaba todo el bolso y como soy un gil, tardé mil años en escribir mi número, por lo que cuando terminé, levanté la vista y ella ya no estaba más. La busqué y la vi afuera sin una sonrisa muy linda, ni muy fea, ni muy "no es linda, pero me cae genial".
Obvio, el contenido de mi celular no es secreto, está lleno de boludeces y te puedo jugar por la vida de mi madre que fue así, alto bajón. Una cagada.