domingo, 22 de diciembre de 2013

Canción de amor para un chico extinguido (o casi)

A Marcos le hacen falta esas palabras que toda persona quiere decir cuando escapa de la forma simple de los días, cuando desde sus espaldas se asoma mamá con el plato más rico del templo o cuando Pedro nos dice que John nos dice que es una morsa.
No todas las personas lo sufren, no todas las personas lo consideran necesario. No todas las personas, de hecho ninguna persona es Marcos, obvio.
Dejando en claro que todo lo que las personas consideran novedoso es una copia de cosas que pasaron hace cincuenta años, Marcos no considera necesario perderse entre tanto jardín sin su corbata de moño, pero se entiende que siempre hay un complicado sentido a rescindir lo pesado.
Los subtes pasan, los bondis pasan, pasan los trenes y todo parece pedir a gritos esas palabras que Marcos no adolece en lo absoluto.
Si tan sólo fuera por un muchacho o una muchacha, no sería un gran problema, pero a Marcos le pesa el sentido sombra, el sentido onda sonora, el sentido Principito y Spinetta mil nueve setenta y seis.
Uno debe comprender lo mucho que necesita una canción de amor Marcos, para poder comprender de una buena vez, lo difícil que es existir entre tanta gente que comprende el cuerpo agrietado de la línea que va en contramano, en cortamambo, en la memoria.

sábado, 21 de diciembre de 2013

Tres formas de existir: 1

Marinela tiene un problema pasado por agua. No se preocupe, nos entenderemos en breve.
El problema pasado por agua de Marinela consistía en verde, rojo y avena, y no era sólo en eventos que justificaban el verde, rojo y avena, Marinela verderojoaveneaba casi todos los días.
Dije que nos entenderíamos y no le mentí.
Según la "Enciplopedia América-Oceánica de trastornos psicológicos y de ensaladas de rúcula", un problema pasado por agua sucede cuando el propietario del problema no lo sufre en absoluto.
Por eso, en 1929, cuando Marinela tenía 22 años, su dolor y confusión fue inmenso al ser enviada al Hospital de Enfermedades  para Gente en Ayuno para tratar un problema que en realidad estaba pasado por agua finamente gasificada con cucharita de té.
Pasaron 5 años para que el verde, rojo y avena volviera a emerger en Marinela, tiempo suficiente como para que pueda conseguir un anillo de oro de como un toco así de quilates (intente imaginarlo, póngale onda), tan caro que salvó al dueño de la tienda que lo vendía y de agradecimiento le dio con el regalo a Ortigoza Ruben, hombre con el que vivió algunos años.
Para cuando tenía 36, Marinela vivía llena de verde, rojo y avena con su hija Julia María. Ya Ortigoza había explotado de rabia al considerar que Marinela avergonzaba a toda la familia con su verde, rojo y avena y por eso se fue a un lugar que me pidió que no mencione (vive en Chascomús ahora).
Su hija ya ha llegado a la adolescencia y se avergüenza un poco de su madre y pasa más tiempo con sus abuelos, que ya no saben cómo hacer para detener a su hija de tanta maravilla de verde, rojo y avena. Marinela seguirá verderojoaveneando toda la vida, porque en esencia eso es ella y esta es una de las formas de existir.

viernes, 6 de diciembre de 2013

Lo que mata es el cómo.

¿¡Cómo que nunca como como debería!?

A mí me sorprende siempre y siempre me sorprenderá la cantidad de personas que no creen en nada después de la muerte y aún así, siguen acá, vivos. No es porque me quiera desayunar mañana que se tiraron todos de las sillas y murieron atropellados por monopatines, no. Pero lo cierto es que solamente nos ponemos tristes por despedir a alguien porque vamos a seguir sabiendo de él, porque va a seguir por ahí, en el barrio, o por ahí, en los recuerdos en sepia y granulado (en efecto avena, por así llamarlo). Si acaso no hay nada después de la vida, ¿qué sentido tiene estar vivo? Y con eso te arruino la posibilidad de pensar en qué sentido tiene ser bueno, ser malo, o lo que quieras ser. Si no hay repercusiones en lo absoluto, pues todos morimos y después de eso no hay nada, entonces qué otra forma de vida puede ser aceptable que no sea la anárquica, la más destructiva de todas las formas y, para nada paradójicamente, la más humana.
Pienso que en realidad todos tenemos un poquito de miedo. No creo que existan muchos realmente ateos, pues eso sería fatal para las artes, y no fatal de qué garrón, se me pinchó la rueda del auto y llego tarde, no, fatal de pum, te moriste, aplastado por una bala. Además, entonces, del innegable miedo, posiblemente la cualidad más humana de todas, pues creo que todo lo que hace el hombre lo hace por miedo, pero de eso te hablo la semana que viene si es que no me da miedo hacerlo, hay otra cosa. Sí, perdón te re confundí, además del innegable miedo hay otra cosa, que es el olvido. Olvido y miedo deben ir bastante de la mano, si estuviesen separadas serían enemigos y se anularían y te quiero ver a vos sin la capacidad de tener miedo o de olvidar. El hombre sobrevive a la idea de morir y de despedirse de las cosas pues se olvida de la idea de morir y de despedirse de las cosas. Saber que va a morir lo puede deducir fácilmente, su bisabuelo murió, su abuelo murió, su padre murió, él morirá. Puede no recordarlo todos los días, de hecho no lo hace, pero cada tanto se acuerda y se toca la teta izquierda para no terminar como la chica que aparece en el noticiero de las 8 (y acá te querés matar, porque no sabés si son las 8 de la mañana o las de la noche, te dejé alta duda que te hace dudar).
Descubrir qué voy a poner acá es bastante obvio y no te hace ningún listo, es decir, es el título de este texto (otro día hablamos de por qué deben ser tan aburridos los textos argumentativos, pero primero te hablo del miedo, si es que no me da miedo hacerlo).
Correcto, lo que mata es el cómo. El qué lo saben todos, ya sabés que vas a morir (y si no lo sabés, perdoná por decírtelo así, tan frío). El cómo vas a hacerlo, eso te liquida, porque capaz que te queda banda, pero tener la certeza de que vas a morir de tal cosa, eso ya te dice, fuiste, cagaste, entrá a portarte mal, total no importa nada. Y ahí es cuando el hombre es más hombre, o todo lo contrario, pues el hombre con las capas que se ha colocado a lo largo de los años ha creado un nuevo hombre y este hombre terminó siendo más hombre que el hombre original (uh, me hiciste acordar, después te hablo de la naturaleza del hombre, pero luego... no, mejor te lo digo ahora).
¿No te pasa que te pasa un auto por adelante y casi te atropella y vos re asustada? A mí creo que nunca me pasó, pero nunca me pasa nada, entonces todo lo imagino y si lo puedo imaginar entonces puede ser real. La cosa es que vos decís, la puta, casi me muero y yo soy muy joven para morir. Eso me indigna, porque a base de qué sos joven. O sea, todo bien con la señora que tiene 122 años y ya como que los amigos no saben qué más regalarle para ser originales, pero lo cierto es que como especie nosotros no deberíamos vivir tanto. Yo tenía 7 años cuando mi padrino me dijo "7 años, ya viviste toda una vida", y la verdad que algo de razón tenía. Capaz 7 como que te cagás de embole porque no hiciste muchas cosas, pero obvio, si vivís hasta los 1000 años vas a vivir muchas cosas más y decir, no, vivir 122 años es una cagada, te perdés de banda de cosas. Lo cierto es que sí, se puede vivir mucho y vivir muchas cosas, pero en un momento dejó de ser algo natural ¿Sabés lo que pasa? Es que al hombre no le da miedo morir, le da por las bolas tener que ir al velorio y ver que todos están llorando y él, que en realidad quería quedarse en casa durmiendo un poco más. Por eso está alargando tanto la vida, como yo alargo el estudio a un final que me va a matar... y ya sé cómo.

lunes, 2 de diciembre de 2013

No se altere tanto

Es verdad, soy de los ñoños
De los que escriben poemas en el bondi
De los que dibujan corazones en las ventanas
Y de los que se cuelgan mirando alguna nube

Tampoco es para tanto
Si al final, todos caen en la misma
Les resulta tentador esponjarse los cachetes
Y ponerle dos cucharadas más de azúcar a su ser

Además no hay de qué alarmarse
Si soy muy consciente de su libertad
Y de no tenerla ni me fijaría en usted
Pues para mudas, ya están tantas otras

No quiero robarle el encanto
Ni tampoco quiero atarla a ninguna responsabilidad
Sólo son palabras para invitarla a caminar
Por eso le pido, no se altere tanto