domingo, 22 de diciembre de 2013

Canción de amor para un chico extinguido (o casi)

A Marcos le hacen falta esas palabras que toda persona quiere decir cuando escapa de la forma simple de los días, cuando desde sus espaldas se asoma mamá con el plato más rico del templo o cuando Pedro nos dice que John nos dice que es una morsa.
No todas las personas lo sufren, no todas las personas lo consideran necesario. No todas las personas, de hecho ninguna persona es Marcos, obvio.
Dejando en claro que todo lo que las personas consideran novedoso es una copia de cosas que pasaron hace cincuenta años, Marcos no considera necesario perderse entre tanto jardín sin su corbata de moño, pero se entiende que siempre hay un complicado sentido a rescindir lo pesado.
Los subtes pasan, los bondis pasan, pasan los trenes y todo parece pedir a gritos esas palabras que Marcos no adolece en lo absoluto.
Si tan sólo fuera por un muchacho o una muchacha, no sería un gran problema, pero a Marcos le pesa el sentido sombra, el sentido onda sonora, el sentido Principito y Spinetta mil nueve setenta y seis.
Uno debe comprender lo mucho que necesita una canción de amor Marcos, para poder comprender de una buena vez, lo difícil que es existir entre tanta gente que comprende el cuerpo agrietado de la línea que va en contramano, en cortamambo, en la memoria.

sábado, 21 de diciembre de 2013

Tres formas de existir: 1

Marinela tiene un problema pasado por agua. No se preocupe, nos entenderemos en breve.
El problema pasado por agua de Marinela consistía en verde, rojo y avena, y no era sólo en eventos que justificaban el verde, rojo y avena, Marinela verderojoaveneaba casi todos los días.
Dije que nos entenderíamos y no le mentí.
Según la "Enciplopedia América-Oceánica de trastornos psicológicos y de ensaladas de rúcula", un problema pasado por agua sucede cuando el propietario del problema no lo sufre en absoluto.
Por eso, en 1929, cuando Marinela tenía 22 años, su dolor y confusión fue inmenso al ser enviada al Hospital de Enfermedades  para Gente en Ayuno para tratar un problema que en realidad estaba pasado por agua finamente gasificada con cucharita de té.
Pasaron 5 años para que el verde, rojo y avena volviera a emerger en Marinela, tiempo suficiente como para que pueda conseguir un anillo de oro de como un toco así de quilates (intente imaginarlo, póngale onda), tan caro que salvó al dueño de la tienda que lo vendía y de agradecimiento le dio con el regalo a Ortigoza Ruben, hombre con el que vivió algunos años.
Para cuando tenía 36, Marinela vivía llena de verde, rojo y avena con su hija Julia María. Ya Ortigoza había explotado de rabia al considerar que Marinela avergonzaba a toda la familia con su verde, rojo y avena y por eso se fue a un lugar que me pidió que no mencione (vive en Chascomús ahora).
Su hija ya ha llegado a la adolescencia y se avergüenza un poco de su madre y pasa más tiempo con sus abuelos, que ya no saben cómo hacer para detener a su hija de tanta maravilla de verde, rojo y avena. Marinela seguirá verderojoaveneando toda la vida, porque en esencia eso es ella y esta es una de las formas de existir.

viernes, 6 de diciembre de 2013

Lo que mata es el cómo.

¿¡Cómo que nunca como como debería!?

A mí me sorprende siempre y siempre me sorprenderá la cantidad de personas que no creen en nada después de la muerte y aún así, siguen acá, vivos. No es porque me quiera desayunar mañana que se tiraron todos de las sillas y murieron atropellados por monopatines, no. Pero lo cierto es que solamente nos ponemos tristes por despedir a alguien porque vamos a seguir sabiendo de él, porque va a seguir por ahí, en el barrio, o por ahí, en los recuerdos en sepia y granulado (en efecto avena, por así llamarlo). Si acaso no hay nada después de la vida, ¿qué sentido tiene estar vivo? Y con eso te arruino la posibilidad de pensar en qué sentido tiene ser bueno, ser malo, o lo que quieras ser. Si no hay repercusiones en lo absoluto, pues todos morimos y después de eso no hay nada, entonces qué otra forma de vida puede ser aceptable que no sea la anárquica, la más destructiva de todas las formas y, para nada paradójicamente, la más humana.
Pienso que en realidad todos tenemos un poquito de miedo. No creo que existan muchos realmente ateos, pues eso sería fatal para las artes, y no fatal de qué garrón, se me pinchó la rueda del auto y llego tarde, no, fatal de pum, te moriste, aplastado por una bala. Además, entonces, del innegable miedo, posiblemente la cualidad más humana de todas, pues creo que todo lo que hace el hombre lo hace por miedo, pero de eso te hablo la semana que viene si es que no me da miedo hacerlo, hay otra cosa. Sí, perdón te re confundí, además del innegable miedo hay otra cosa, que es el olvido. Olvido y miedo deben ir bastante de la mano, si estuviesen separadas serían enemigos y se anularían y te quiero ver a vos sin la capacidad de tener miedo o de olvidar. El hombre sobrevive a la idea de morir y de despedirse de las cosas pues se olvida de la idea de morir y de despedirse de las cosas. Saber que va a morir lo puede deducir fácilmente, su bisabuelo murió, su abuelo murió, su padre murió, él morirá. Puede no recordarlo todos los días, de hecho no lo hace, pero cada tanto se acuerda y se toca la teta izquierda para no terminar como la chica que aparece en el noticiero de las 8 (y acá te querés matar, porque no sabés si son las 8 de la mañana o las de la noche, te dejé alta duda que te hace dudar).
Descubrir qué voy a poner acá es bastante obvio y no te hace ningún listo, es decir, es el título de este texto (otro día hablamos de por qué deben ser tan aburridos los textos argumentativos, pero primero te hablo del miedo, si es que no me da miedo hacerlo).
Correcto, lo que mata es el cómo. El qué lo saben todos, ya sabés que vas a morir (y si no lo sabés, perdoná por decírtelo así, tan frío). El cómo vas a hacerlo, eso te liquida, porque capaz que te queda banda, pero tener la certeza de que vas a morir de tal cosa, eso ya te dice, fuiste, cagaste, entrá a portarte mal, total no importa nada. Y ahí es cuando el hombre es más hombre, o todo lo contrario, pues el hombre con las capas que se ha colocado a lo largo de los años ha creado un nuevo hombre y este hombre terminó siendo más hombre que el hombre original (uh, me hiciste acordar, después te hablo de la naturaleza del hombre, pero luego... no, mejor te lo digo ahora).
¿No te pasa que te pasa un auto por adelante y casi te atropella y vos re asustada? A mí creo que nunca me pasó, pero nunca me pasa nada, entonces todo lo imagino y si lo puedo imaginar entonces puede ser real. La cosa es que vos decís, la puta, casi me muero y yo soy muy joven para morir. Eso me indigna, porque a base de qué sos joven. O sea, todo bien con la señora que tiene 122 años y ya como que los amigos no saben qué más regalarle para ser originales, pero lo cierto es que como especie nosotros no deberíamos vivir tanto. Yo tenía 7 años cuando mi padrino me dijo "7 años, ya viviste toda una vida", y la verdad que algo de razón tenía. Capaz 7 como que te cagás de embole porque no hiciste muchas cosas, pero obvio, si vivís hasta los 1000 años vas a vivir muchas cosas más y decir, no, vivir 122 años es una cagada, te perdés de banda de cosas. Lo cierto es que sí, se puede vivir mucho y vivir muchas cosas, pero en un momento dejó de ser algo natural ¿Sabés lo que pasa? Es que al hombre no le da miedo morir, le da por las bolas tener que ir al velorio y ver que todos están llorando y él, que en realidad quería quedarse en casa durmiendo un poco más. Por eso está alargando tanto la vida, como yo alargo el estudio a un final que me va a matar... y ya sé cómo.

lunes, 2 de diciembre de 2013

No se altere tanto

Es verdad, soy de los ñoños
De los que escriben poemas en el bondi
De los que dibujan corazones en las ventanas
Y de los que se cuelgan mirando alguna nube

Tampoco es para tanto
Si al final, todos caen en la misma
Les resulta tentador esponjarse los cachetes
Y ponerle dos cucharadas más de azúcar a su ser

Además no hay de qué alarmarse
Si soy muy consciente de su libertad
Y de no tenerla ni me fijaría en usted
Pues para mudas, ya están tantas otras

No quiero robarle el encanto
Ni tampoco quiero atarla a ninguna responsabilidad
Sólo son palabras para invitarla a caminar
Por eso le pido, no se altere tanto

lunes, 25 de noviembre de 2013

Trabajo de hormiga

A la hormiga no le molesta cargar cosas pesadas
Y lo mismo me ocurre a mí
Lo que la hormiga sufre
-aunque lo no identifica-
Es la linealidad de su vida.

Trabajo de hormiga, el mío, entonces
Hacia el fracaso visible y previsible hacia mis pares
Trabajo de hormiga, entonces, el mío
El esperar que de una buena vez, me hables.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Las almas que caen al mar

En esta trilogía va a suceder lo siguiente, Juan va a dejar a Esteban y Esteban va a llorar un poquito, no mucho, pero algo.

I

Repetir una ruptura no tiene sentido, ya se ha escrito mil veces de los pormenores que hacen que uno se quiera despedir. Lamentablemente Esteban no los ha leído y para él todo es nuevo. En realidad eso es mentira, pero el hombre, como todo animal, suele olvidarse de su mortalidad o lo que es lo mismo pero mucho más preciso, de su estado terminal. Por eso sufre, como cualquier hombre que olvida que sabe recordar.

II

Repetir un duelo tampoco tiene sentido. Esteban se limita a lo obvio, a lo que hacen los corazones tristes. Sale con otros chicos, sube fotos con ellos pensando infantilmente que eso le dará celos a Juan, que mostrará que lo superó, pero al cabo de unos minutos escribe en el vidrio universal lo mucho que lo extraña y arruina todo lo que creía que había construido. Por eso sufre, como cualquier hombre que carga las cadenas de la libertad.

III

Repetir un final no siempre carece de sentido. Las posibilidades no abundan, es cierto, pero la sonrisa de Esteban te genera algo en la panza que querés retratarlo en puntos, comas y diéresis. Por eso escribo un final feliz, para ver si esta lectura contagia a Esteban algo de su vieja alegría y recordar su libertad. Por que el sufrimiento es un hijo del hombre, y como tal, pronto desaparecerá.

viernes, 1 de noviembre de 2013

Cuentos tan ficticios que indignan si se vuelven realidad.

Salí de la facultad hoy y me fui a tomar el 168. Me subí, estaba hasta las pelotas porque llueve mucho y a las 6 está más hasta las pelotas, por lo que me quedé parado agarrado de la punta de la ventana. Como mis auriculares están rotos, desde hace semanas que no escucho la radio en el bondi, sólo me pongo a leer o a escribir. Pero como el bondi estaba cargado hasta las manos, no escribí esto:
Hola, soy un pedazo de texto que nunca fue escrito. Eso entonces no es, un regreso poético, porque nunca hubo ida, gil.
Mientras no escribía, el bondi se iba llenando aún más (cosa que uno creería imposible, pero no, alto bajón) y entre toda la gente que nos iba aplastando más, una chica se sentó cerca del pedazo de ventana del que me estaba agarrando, mientras yo agradecía tener las uñas largas para mayor agarre. La chica no me miraba ni de casualidad, porque era la belleza pura, con el pelo recogido, un corte de cara fantástico y vestida de forma que no sé, porque no sé de ropa, pero me gustaba y eso estaba re bueno.
Llegó el momento, obvio, en el que se paró para bajarse y yo arranqué un papel de mi cuaderno. Pero como llovía y estaba lleno el bondi, como tuve que llevar una bolsa de muñecos que me ocupaba todo el bolso y como soy un gil, tardé mil años en escribir mi número, por lo que cuando terminé, levanté la vista y ella ya no estaba más. La busqué y la vi afuera sin una sonrisa muy linda, ni muy fea, ni muy "no es linda, pero me cae genial".
Obvio, el contenido de mi celular no es secreto, está lleno de boludeces y te puedo jugar por la vida de mi madre que fue así, alto bajón. Una cagada.

sábado, 28 de septiembre de 2013

Un pésimo poema que da un buen título.

Estoy seguro que se entiende lo que digo.
Al final no he sido tan problemático para la lectura
-he fallado en eso-.
Estoy seguro que mi mensaje ha sido claro,
que mi palabra se grabó bien.
Y aún así, sé que fracasé,
quizás por mi sencillez
quizás porque no era mi tiempo.

viernes, 27 de septiembre de 2013

El necesariamente tedioso ejercicio de ser puente

De mí se puede decir que estoy estancado en la melosidad, en el amor de pibes y en esas cosas. Lo cierto es que personalmente estoy bastante desapegado a todo tipo de romance sincero, por lo menos del convencional del que suelo escribir. Críticas a las personas que vivimos en el mundo y a la vida misma siempre hago; y textos suicidas y desgarradores, ya he escrito demasiados. Entonces realmente no me siento en una obligación de escribir algo que no sea lo que se me ocurre y tampoco me siento en la obligación de sentir verdaderamente lo que escribo. En otras palabras, sí, estoy escribiendo cosas cursis, pero es lo que me está naciendo, qué querés que le haga. Más aún, qué querés que haga cuando me cuentan en primera persona la historia de una pareja colombiana que luego de 6 meses de noviazgo se vinieron a vivir a Argentina juntos, solos y toda la cosa, es casi obvio que voy a escribir sobre eso.
Hay demasiada bronca allá afuera y si mi misión es ser la fuente de inspiración del revolucionario que cambie el mundo, obviamente le voy a dar cosas ñoñas para que se vaya a dormir tranquilo.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

No tengo ni idea qué quise decir.

No importa dónde lo leí o lo escuché, lo que importa es que lo hice y el hacerlo requirió de un origen, lo que significa que alguien, no importa quién o cuándo lo dijo ¿Que qué dijo? Era lo siguiente: "No se hace buena literatura con buenas intenciones o buenos sentimientos". Y tiene razón. O quizás no, pero para no tener razón debió haberla tenido en algún momento.
El secreto se esconde en el dibujo que usted hace cuando está aburrido en clase. Verá, mi amado colega, en la mayoría de los dibujos que usted hace mientras se aburre, hace personas, plantas u otros objetos, bastante caricaturizados. No es mi intención caer en las obviedades más obvias dentro de lo obvio, pero necesito hacerlo, para que entienda mejor, para que mi mensaje le llegue más claro o para que este texto valga un poco la pena. Verá, mi amado colega, si usted quiere hacer su dibujo más realista, ¿qué hace? Vamos, diga una, cualquiera, ¡sí! ¡Esa! Le agrega sombras (sé que no lo dijo, pero yo lo llevo para donde quiero, sino, ¿para qué serviría el papel de escritor el de lector?) Agarre el dibujo que hizo de ese peón de ajedrez, o de ese zombie, o de esa familia del principe Felipe IV, y empiece a poner sombras y verá cómo su dibujo va perdiendo esa arbitrariedad y se hacer a la cosa en sí.
Obvio, Platón nos va a cagar a pedos, a usted, mi amado colega y a mí, pero bueno.
Puede decir que también debería dibujar las luces para llegar a un realismo mayor en su dibujo, pero sería redundante. Esto es así y se trasluce del concepto de sombra, que es la ausencia de luz, lo que deja al descubierto que antes de todo, sólo había luz. Por algo las hojas son blancas, pues el blanco es la mejor manera de captar la luminosidad, que es el estado inicial de todas las cosas, pero esto ya fue hablado en otro cuento que puede buscar en este rincón de tanta calidad literaria como la que hay en el reverso de los boletos de colectivo.
Creyendo que usted, mi amado colega, es un ser inteligente y acepta todo lo que yo le digo, podemos cerrar el tema del dibujo. Simple, quiere darle realismo a su dibujito en su cuadernillo, póngale sombras.
Pero hasta ahora no hemos abordado el tema que nos interesa, que es el de hacer buena literatura. No obstante, creo que ya lo está viendo venir. Si usted quiere escribir algo de buena calidad, no puede tener buenos sentimientos, debe agregarle las sombras, pues eso le dará el realismo que necesita para crear algo óptimo.
Creyendo que usted sigue siendo inteligente, mi amado colega, no criticará lo escrito alegando que el realismo no es buena literatura, que es de los que prefiere al realismo fantástico o incluso más, que la gran literatura se encuentra en el surrealismo. De estar en este punto, comprenderé su enojo sólo y sólo si usted no ha leído nada de lo que yo escribo -lo que debe ser un alivio- o si se salteó el párrafo donde se habla del concepto de la sombra. Cualquier surrealismo, irrealismo o pararrealismo -por escupir géneros casi metódicamente- parte de la raíz morfológica que se ve a claras de huevo batido con un poco de azucar y colocadas sobre la masa y al horno cuarenta minutos. Uno necesita de las reglas para poder romperlas, por eso debe respetarlas y comprenderlas completamente.
¿A qué quiero llegar con todo esto? No tengo ni idea, ni siquiera tengo un chiste para cerrar el tema o algo así, pero bueno, ya lo sabe, si quiere escribir algo bueno, le pone sombras y listo.

lunes, 16 de septiembre de 2013

Los ojos de la lluvia.

"Dicen que la belleza fue capitalizada por los ojos y casi que tienen razón.
Sucede que ningún otro sentido capta mejor las cosas que dan placer. O lo hacen, pero no le llamamos belleza a esas. Por ejemplo, algo que gusta al gusto, valga la redundancia, es rico, pero no bello.
Entonces, ¿por qué los ojos? No tengo ni idea, pero si se fijan bien, las personas más superficiales le dan más énfasis a los ojos a la hora de dibujar."

-¿Eso sólo?
-Sí, pensé que tenía material para más, pero me lo olvidé.
-Ah. Dijiste al principio que casi tienen razón los que dicen que la belleza sólo pasa por los ojos.
-Ah, sí.
-¿No lo vas a explicar?
-Hay que ser medio pelotudo para no entenderlo.
-O lo dejás incompleto para poder retomarlo en otro momento.
-Capaz.
-O no lo ponés para no venderte tanto.
-Sos un boludo bárbaro.
-Capaz.

sábado, 14 de septiembre de 2013

Crónicas porteñas

Adoro meterme en las calles chiquitas de Buenos Aires y perderme por ahí. No sé si es algo que pueden disfrutar los que nacieron acá, no sé si pueden hacerlo los que son de otra parte, si es algo mío o de un pequeño grupo, no lo sé, puede ser una característica muy común y no especialmente mía, pero no importa, porque este relato no trata realmente de mí, sino de las cosas que se esconden en esta ciudad.
Hoy, todo hoy o casi todo hoy, la lluvia estaba en el umbral del comentario y el viento justificaba esos abrigos lindos que gusta vestir. No es significativo el por qué yo tenía ese rato libre que tuve para salir a pasear, pero lo tuve y lo aproveché para perderme por Palermo.
¿Acaso existe pérdida si ésta está planeada? Creo que nos consideramos perdidos sólo si queremos encontrarnos en tiempo y espacio, pero si realmente queremos desprendernos del norte, el sur y el "a cuatro cuadras está Scalabrini Ortiz", no debemos estar perdidos.
Quien me conoce (¿queda alguien que tenga esa desgraciada cualidad?) sabe que la principal razón por la que no me gusta La Plata es la que me une a Buenos Aires de una forma que ningún otro lugar ha logrado hacer. Una ciudad creada antes de que llegue la gente, que fue planeada, ¿qué sorpresas puede dar una ciudad preestablecida? Creo que ninguna. En Buenos Aires pasa lo contrario, pues nunca sabés hacia dónde va esa calle, si se dobla, si se pone angosta o si se corta. Una ciudad que se sigue creando en cantidad deja rincones ocultos, de esos que sólo encontrás cuando no los estás buscando, cuando estás perdido o cuando te desconocés de las señales y las ubicaciones.
Entonces las calles de Palermo, la inminente lluvia ausente y los abrigos negros de gamuza. Y yo, que no soy importante, pero se necesita alguien que encuentre los edificios, los cruces y las pequeñas librerías viejas y hoy me tocó a mí.
Obvio que "encontrar" es una palabra con trampa, porque encontrar algo implica haberlo buscado y buscar algo, cuando no tenemos direcciones, nos hace estar perdidos, pero si estamos en esta condición a propósito, entonces no lo estamos realmente, entonces no podemos buscar nada, porque quisimos desprendernos de todo y no podemos encontrar nada si no lo estamos buscando, ¿no? Entonces no sé cómo se dice a lo que me pasó a mí, cuando estuve frente a frente con una pequeña librería oculta entre lo persistente. Es verdad que yo tengo esa manía de comprar libros y libros que nunca leo, porque siempre repito los mismos cuatro y cinco (libros que no es necesario nombrar, están muy presentes en mi obvia forma de escribir), pero no es algo que pueda controlar (sino no sería manía, claro).
La ilusión de encontrar un local que tenga una copia de Artaud sin saber lo que posee, o de tener una primera edición de algún libro de Borges, o de encontrar unas botas beatles, o de algo por el estilo siempre está, debe estarlo siempre, pues es lo que me incita a tirarme de lleno en el mapa, a maravillarme con la riqueza arquitectónica y a enredarme de sonrisas de emoción. Sí, leyó bien.

martes, 3 de septiembre de 2013

Cuentos tan ficticios que enamoran si se vuelven realidad.

Salí de la facultad hoy y me fui a tomar el 168. Me subí, atrás no había nadie así que fui a sentarme allá, contra la ventana del lado de las puertas. Agarré y prendí la radio de mi celular, la Nacional Clásica. Luego saqué mi cuaderno de cuentos y me puse a escribir esto:
Existe, yo sé que existe en toda trama un intento de resolver las cosas de un modo tal que la poesía arranque los mejores trazos. Sino, la mirada del diablo, el defenderse de la mente como consigna obvia, en el peor sentido de la palabra. De todos modos, la explosión como necesidad fecundante de toda historia, siempre. La guerra, ya no como acto de muerte, sino todo lo contrario. Pues hacerse tácito resultaría sí, la muerte, el silencio. Por eso, para toda historia es necesario rescatar tal conducta abstracta de generar violencia, de cualquier forma, para regresar victorioso pero herido ¿y es que qué otra cosa es una herida sino una cualidad que se nos agrega a nosotros? Eso es, un regreso poético.
Mientras escribía, el bondi se iba llenando, y atrás sólo quedaba un lugar al lado mío, en el que se sentó una chica que me vio escribir esto y otras cosas simples. Al cabo de un rato, el bondi se entró a vaciar, pero ella seguía al lado mío, mirando de reojo qué escribía.
Llegó el momento, obvio, en el que ella se paró para bajarse y yo arranqué un papel de mi cuaderno, le escribí un poema, lo doblé y antes de que se baje se lo entregué. Ella me miró con una sonrisa muy linda y bajó.
Obvio, el contenido de ese poema es secreto, pero te puedo jurar por la vida de mi madre que fue así, totalmente real. Hermoso.

domingo, 1 de septiembre de 2013

¿Por qué Septiembre?

Porque sí, no rompás las pelotas ¿Argumento insuficiente? Bueno, vamos de nuevo.
¿Por qué Septiembre? ¿Por qué, qué? Por qué Septiembre es el mejor mes de año. Y sí, Septiembre con mayúscula, porque las cosas lindas se ponen con mayúscula o al menos eso dice gerardo, ja.
Vamos a empezar con una anécdota propia. Una de mis tantas relaciones (sí, yo tuve miles, sólo que las escondo bien) comenzó un 28 de Abril, o sea, en los últimos días del mes. Como todas las relaciones, ese primer mes fue muy bueno, no habían peleas y nos encontrábamos inmersos en lo que se conoce como la "etapa de Luna de Miel". Al cabo de un tiempo caímos a la realidad y comenzaron las típicas peleas que existen. Herida, mi pareja siempre ponía frases recordando el bello primer mes, pero lo recordaba como el mes de Abril, ¡Cuando sólo habíamos vivido 2 días de ese mes! Creo que nunca me animé a señalarle el error, quizás porque no quería arruinar su ilusión o quizás porque en el fondo sabía que algo de razón tenía.
¿Por qué? A Septiembre se lo conoce por el mes de la primavera, y sólo tenemos 8 días de ella en este mes, el resto, la gran mayoría, es invierno. Lógica y vivencialmente, Octubre es el mes de la primavera, y pongo vivencialmente, pues puedo dar fe de que eso es cierto: en Octubre todo es más hermoso.
Entonces, ¿por qué Septiembre? (esto se va pareciendo a otro texto que hice hace unos meses, jajaja). Bueno, porque el primer paso es el very grosso.
Obvio, todos disfrutamos de la vie en rose, pero casi nadie recuerda todos los cadáveres que permitieron que estemos acá, llenos de piononos de dulce de leche y conitos de Havana. Diré lo obvio, pero a la hora de manejar, lo que cuesta es meter la primera y estacionar, pero cuando estás andando, eso es lo fácil.
Por eso Septiembre es hermoso, porque no tiene nada de primavera y a la vez lo tiene todo, ya que es la semilla, la que corta de un saque el invierno lindo de ropa pero malo de noticias. Por eso todos los meses tienen envidia de él, por su fuerza, su valentía y su belleza. Pues no hay cosa más linda, que iniciar la vida.

Por eso y porque en Septiembre cumple años el mejor escritor del siglo XXI, tenemos que celebrar ¡Viva Vera!

viernes, 30 de agosto de 2013

Líneas, cintos o algo así.

Como este blog ya no tiene literatura, ahora ponemos tonterías sin preocuparnos por la estética, los juegos de poder y el valor etiquetado. Ahora, en este año que parece mi sabático literario propiamente dicho, el blog rejunta quejas, pensamientos o fotos de tu hermana en camisón, de esas que nos encantan a nosotros y que las subimos, junto a quejas, pensamientos y las fotos de tu hermana, esas que habíamos subido previamente.
Lo que quiero decir es corto, la mayoría de las personas tienen pensamientos cortos y los que escriben en un blog suelen llenar la bolsa de tonterías que suenan lindo para rellenar un poco la idea simple, pero como dije antes, no nos vamos a preocupar por eso, no, sólo vamos a un punto directo, como patada de defensor en la nuca a mi amado Funes Mori.
Todos tenemos una línea (qué tedioso que es que tenga tilde para evitar hacerse verbo), que nos separa los juicios de valor. Todos la tenemos, todos decimos que la música es mala cuando está por debajo de esa línea, o que alguien no es culto cuando sólo conoce determinados libros (o cuando no conoce ninguno), o no sé, cuándo un acto es egoísta o altruista. Tal línea nos da una libertad para criticar a todo lo que se encuentre de la Rivadavia para abajo, metáfora robada que suena macrista, pero no, porque si mi juicio es sobre gente humilde y solidaria y gente con dinero y tacaña puede ser diferente. Juicios de lo que nos parece bien o no, sin importar si están bien o no, los tenemos todos. Yo no voy a escuchar a una banda "simple" o ver una película norteamericana de pibes en una fiesta, porque me parece tonto; o no voy a reírme de tres tipos que se disfrazan de tontos y actúan con mujeres semi desnudas que son aún más tontas. Eso me parece tonto, grasa o muy cliché. No importa. Lo que nos olvidamos es que, así como existen grupos que consideran esas cosas como buenas y alegan que hay peores, también hay gente que dice que nuestra línea es muy poco, no sé, permisible.
A ver, así como para nosotros la Rivadavia divide el norte del sur, puede que haya alguien que piense que es Directorio/San Juan la que lo hace, pero también otro que diga que es Córdoba la que lo hace.
¿Qué quiero decir? Lo obvio, pero usé un texto largo para decirlo: Tus críticas sobre lo incorrecto (el robar, el comer carne o los libros clichés) pueden ser insuficientes para otro, quien critica tus películas, tus músicos o tus acciones ¿Acaso, entonces, podemos enojarnos? ¿Cómo llamar a uno inculto y a otro pedante? ¿Qué nos hace pensar que nuestro Ecuador es el correcto?
Entonces, sólo podemos hacer dos cosas, o liberarnos de los juicios sobre los demás y dejar que todo y todos hagan lo que quieran (fácil si pensamos en el hecho de: que cada uno mire lo que quiera en la televisión, pero nada sencillo al ver a un asesino, ¿no?), o podemos empezar a aceptar las críticas de los de "más arriba" tal cual emitimos juicios de valor sobre los de "más abajo".

miércoles, 14 de agosto de 2013

Sinergia.

-¿Cómo puede un chico como yo reclamar a una princesa como usted?
-No lo hace.
-Entonces, ¿por qué espera que pelee?
-Por ambos. No nos pertenecemos, pero somos de nosotros.

Me gustan las chicas con actitud. Ciertamente todas las chicas deben sentirse con actitud. Como todos y todas nos sentimos inteligentes o buenos en cierto modo. Pero no todos somos inteligentes, buenos o con actitud. Por lo menos no con la actitud que me gusta a mí de las chicas.
Si quieren permanecer quietas hubiesen nacido fotografías. Para mí las guerreras, las devotas, las desafiantes. Para ser cuidado me hubiese quedado en mis penas, para mí las exigentes que reclamen de mí más de lo que llego a dar, las que no se quedan con mis cadáveres esperando el milagro. Para mí, vos. Jamás, pues yo no te pertenezco ni vos a mí y aún así, ambos somos de nosotros.

domingo, 28 de julio de 2013

Mi palabra favorita en el mundo

Yo sé que me querés matar, que todo lo que hago complica un poco más las cosas, pero qué caso tiene que me silencie en derrota. Vos sabés cómo soy, impulsivo, hiperactivo, enamorado. Pues ya no es un estado, es una cualidad que se vuelve más y más inherente a mí. Y es que para mí, vos sos simplemente hermosa. Mi palabra favorita en el mundo. Mi siesta de miercoles con las ventanas abiertas y el viento moviendo todos los papeles que dejo en el piso. Mis mejores intentos de cocina. Mis melodías de colectivos y calles de San Telmo. Vos sos las magdalenas mojadas en leche, la albahaca, los sorrentinos de zapallo y queso, los poemas de Ángel Gonzalez y una película de Roberto Benigni. Vos sos Vittoria y yo tu Attilio. Mi palabra favorita en el mundo. Sos la libertad creadora de mis artes, ya te lo he dicho, las frazadas de invierno, los té de arándano, los poemas de Borges cantados por Aznar. Vos, mi palabra favorita en el mundo, la secreta, la prohibida, la tuya.

lunes, 1 de julio de 2013

Todo lo que no entra (mentira) en mis planes.

Madurez

Me jacto de mi inmadurez,
la uso y abuso para jugar,
componer
o escribir.
La necesito para perderme
en mi cabeza,
en mis mentiras
¿pero qué tan mentiras pueden ser?
si son tan puras en mi cabeza
esas mentiras,
tan puras.
Orgulloso porto mi inmadurez,
y canto
y bailo
y me rio de ellos.
Pero justo ahora,
cambio toda mi imaginación,
mis juegos,
mis poemas de nene enamoradizo,
para cargarme de un poco de valentía
-lo que llaman madurez-
y escalar hasta tu casa
y ofrecerte lo que necesitamos:
los abrazos de gol,
las sonrisas de complicidad,
las carcajadas de rememoraciones,
los pañuelitos de papel,
las bufandas,
las confidencias,
básicamente,
ser lo suficientemente valiente
y presentarme de nuevo,
esta vez,
como tu amigo.


Morsa

En desarmarse y sangrar debe estar la respuesta,
en caminar descalzo por Corrientes 6 pm
o en desatornillar las ruedas de la bicicleta.

Para definirse, para desaparecer,
para corroborar lo innecesario pero justo,
para declararse irrelevante.

Ya sabés lo que pienso de las palabras,
de sangrar,
de las innecesarias.

Por dejar de jugar con burbujas
en las medianeras,
en las escuelas
o en la vida.


Maga trucha, Maga falsa

Qué otra cosa queda que la inmensidad entera,
cuando no hay nada, cuando sos tan desconocida.
Podría hablar de tu pésima pronunciación del alemán,
o de tus malos hábitos dentro de un teatro,
o de cómo te gusta coleccionar sobrecitos de azúcar.
No sería nada falaz rememorarte con vestidos a lunares,
que robaste en tu última visita al cielo,
o decir que tus sueños calzan treinta y ocho
y vos cincuenta y seis.
Acaso alguien podría refutarme si les cuento,
de lo excelente que sos haciendo bufandas de pasto y hojas de otoño,
o pintando el Obelisco de distintas tonalidades de blanco,
para que los de siempre no se den cuenta.
Maga trucha, Maga falsa,
qué otra cosa me queda por decirte,
si no sé quién sos o qué estás buscando por acá.
Me queda el universo entero,
un cronopio,
una amistad.


Para vos, lo que quieras

Si a mi me toca
de entre todas las personas del lugar
Si acaso yo debo asomarme
dar un paso y definirte
para hacerme de tu blancura
y declararte a mi antojo
Si a mi me toca
hacerte eso
no te asustes de mi sonrisa
pues no hay nada que me guste mas
que el misterio de tus pasos, tus ojos y tu voz

Si a mi me toca crearte
para que aceptes lo que yo te diera
Te daría este poema
para que vos hagas con él, lo que quieras.


Los tontos

Para qué querría casarme
con una chica más tonta que yo.
De qué me serviría una chica
que se maquille de autoayudas,
si yo quiero un reto semi-suicida,
un desafío constante de la montaña.
Alguien que resuelva los crucigramas
de los nocturnos
y que saque las tonalidades
de los diarios.
Que lea acostada en los árboles,
con constantes preguntas que me desnuden,
que me recuerden insignificantemente yo,
constantemente ya,
metódica e inhumanamente hoy.
Por qué querría una silueta
tosca, dulce o austera,
si no sabe provocarme nuevas melodías.
De qué me servirían labios de trazo grueso,
incesantes, oclusivos atómicos,
si dicen tantas figuritas repetidas
y yo quiero lo que ni idea
y salir a bailar en las plazas
con nuestros vestidos de flores estampadas,
el suyo de lirios
y el mío de todo de margaritas.
Desafiante,
indiscreta,
reflexiva y
modesta,
qué haría yo con una chica
que sigue haciendo,
fundamental y metódicamente,
lo opuesto a lo oído.
Desatormentada,
en silencio,
expectante
y arrolladora.
Que despierte seguridades,
que exija libertades.
Pero el problema, mi buen hermano:
Para qué querría ella casarse
con un chico tan tonto como yo.

lunes, 24 de junio de 2013

Mi esposa.

Mi esposa se llama Daiana, o Belén, o Berenice, o Débora.
No sé, ninguno de esos nombres me llaman. Me gusta Sofía, o Julieta, o Florencia. Me gustan los nombres que empiezan con la letra que me gusta dibujar. La S, la J o la F, por ejemplo, son letras lindas de dibujar. Podría escribir su nombre en todo el banco, en mi cuadernillo, incluso en mi libreta de cuentos. Podría escribirlo en la ventana de mi habitación, o en la ventanilla del tren rumbo a Constitución. Pero no. Mi esposa se llama Daiana o Belén.
He estado con una Berenice una vez, en serio, pero no fue nada agradable. No me molesta decirlo porque ella no entra nunca a mi blog, de hecho no creo que nadie lo haga, puesto que está de vacaciones, nada de lo que pongo tiene valor, si acaso lo que no pongo lo tiene.
"¿Por qué tu esposa se llama así, Gerardo?", te estarás preguntando. Es simple y complicado. Simple porque su respuesta es fácil de presentar, mi papá se llama Flavio, mi mamá Eugenia y mis hermanas Casandra y Abril. Son F, E, C, A y conmigo G. Es decir, son fa, mi, do, la y conmigo sol. En mi vida, me faltan dos notas más, re y si, es decir D y B. Complicado es, porque nunca me enamoré de ninguna chica con esas iniciales (una vez lo hice con una cuyo segundo nombre era Betania y su apellido Boato, pero no cuenta, debe ser el nombre de pila). Peor aún, ni siquiera de las chicas a las que veo o charlo existe siquiera alguna llamada Daniela o Beatriz.
Eso demuestra lo lejos que estoy de encontrar a la chica indicada en mi vida, si llegase a encontrarla. Porque claro, la gente lo niega, piensa que el final de cada uno es encontrar al amor de su vida. Ojo, no me malinterpreten, porque yo creo que para cada persona existe alguien ideal, pero no creo que todos estén destinados a encontrarlo. Creo que cada uno de nosotros conoce a algún familiar o a algún pariente de algún amigo o por lo menos un vecino de por ahí que anda solo, desde hace años, que posiblemente morirá solo o que ya lo hizo. Entonces les pregunto ¿Qué les hace pensar que yo no puedo tener el mismo destino?
Mi esposa no existe todavía y posiblemente nunca lo haga. Porque se tendría que llamar Daiana, o Belén, o Daniela, o Berenice, o Debora o Beatriz. Y a mi me gustan las Soledad, las Julia, las Fiorella.

jueves, 13 de junio de 2013

Vamos de nuevo

Imaginate este mundo
Dos personas y un problema
Que aún no han conseguido encontrarse
Imaginate este escenario
10 millones de personas
Y la necesidad de que todo se dé
Para que estos dos chicos se encuentren
En un boliche, en un café o en un poema

¿Acaso no te cansa ser tomada como una idiota?
Las personas se sienten intimidadas
Por eso te tratan como una nena boba

Imaginate que te cansás de ellos
Y me ves a mí
Que te vengo admirando desde hace años
Que entre 10 millones de personas
Me ves a mí
Que te escribo en secreto
Con fiebre y con dolor de cabeza

¿Acaso tendría alguna oportindad?

sábado, 8 de junio de 2013

6220

Me gusta jugar con los números.
¿Se dice numerología?
Qué sé yo.
Ya no debés entrar a estos pagos.
Ni yo lo hago.
Escribo dos giladas y ni las reviso.
27
Eso da la suma de los números de nuestra fecha de nacimiento.
Del tuyo y del mío.
Sí, re obsesivo.
Pasa que estoy con un parcial hace una semana y no lo quiero encarar.
Y lo entrego el lunes.
Es sobre una película.
En realidad son muchas consignas.
Dos son sobre una película.
De David Lynch.
Tipo groso, deberías mirarte alguna de sus películas.
Son más simples que Bergman o Antonioni.
Pero es del palo.
O casi.
En fin, Una historia ordinaria.
Muy linda.
Yo haría eso.

martes, 4 de junio de 2013

Cuentos universitarios I (esos que no sirven para nada)

Sé que dije que no iba a subir cuentos, pero como estos no van a ir a ningún lado, solo fueron los que tuve que hacer en una materia de la facu, los deposito aqui. Un beso.

Los primeros tres son la misma historia (una de mierda ya que estamos) con distintas herramientas.


Nadie lo va a decir, o nadie lo sabe, que básicamente nos lleva a lo mismo. De todos modos es una verdad, Clara cumple 40 hoy y no tiene pensado decirlo en la oficina para evitar alboroto. Hace unos días que a Marta (que también acaba de ingresar en la empresa) le hicieron el festejo por los 38 y ya los hombres ni se le acercan. Pero Clara es cautelosa, hace dos años que ha vuelto al juego oficialmente (pues claro, desde que tu marido muere por un puñal en la espalda, hasta que saboreas la noticia, das algunas arcadas, la digerís y retomás de nuevo tu búsqueda, lleva tiempo, che), y ha evitado de todas las maneras posibles dar su fecha de nacimiento.
-¡Mi amor, ya llegué! –dice Clara, mientras tira el saco de manera victoriosa, pues el día pasó sin penas- ¿Dónde estás? ¡Ey, Ana! ¡No! ¿Hola? ¡Te dije que no quería ninguna fiesta sorpresa!
Y no la hay. En esa casa no solo se ausentan la torta, los globos y los invitados, también se ausenta Ana, su hija. Clara se desempaña los ojos con la manga de la camisa. “Lo que solemos negar es lo que más anhelamos”, piensa mientras busca en la alacena un paquete de arroz para cocinarse algo.
-¡Sorpresa!
Clara tira arroz a lo recién casados del susto que acaba de recibir por el grito que le llega nuca. Atrás, Ana, con esa sonrisa cómplice de “qué-haríamos-la-una-sin-la-otra” y una torta, que tiene la amabilidad de cargar con solo 4 velitas de colores. Clara sonríe, llorisquea y abraza a su hija, mientras esta trata de colocar la torta en la mesa.
-Qué rica te salió, mi vida.
-Gracias mamá, contame ¿te hicieron festejo en el laburo?
-Ay, no ¿estás loca? Después como hago para que los tipos me den bola ¡Van a pensar que soy su abuela!
-Dejate de joder ¿querés? Hasta podrías salir conmigo a bailar y a conseguir chicos de mi edad.
-Hablando de eso…
-Mierda.
-No insultés ¿Cuándo me vas a traer a un chico a la casa?
-Ay mamá, qué se yo, todavía soy joven, no me jodás.
-A tu edad yo ya te tenía en brazos. No, no me mirés así, no estoy diciendo que te casés con alguien, pero un novio no te vendría nada mal.
-A ver vos cuando te dejás de histeriquear con los hombres y te enamorás de alguno.
-Sí, ya llegará el día. En fin, a la cama, así ese día llega más rápido.
Y llegó, solo que va a tomar tiempo darse cuenta. Clara está ahí, ordenando papeles cuando de golpe lo ve: ni alto, ni bajo, ni gordo, ni flaco y aun así, sobresale del resto.
-Se llama Carlos –dice Marta, como un llamado a la solidaridad al verle la cara anonadada de su colega- 30 años, nunca casado, muy simpático, por lo menos por la charla que tuvimos el otro día en el merendero.
Seguro Marta sigue diciendo otras cosas, pero Clara apenas escucha, deja los papeles y se acerca más y más al hombre de corbatín a rayas y camisa algo arrugada.
-Nunca te vi por acá…
-¿Ah, no? Yo no me he perdido un solo movimiento tuyo. Pero, buen día primero ¿no?
-Uh, perdoname, soy Clara.
-Sí ya sé. Yo soy Carlos.
Clara se encuentra algo avergonzada por su exabrupto, pero Carlos suaviza las cosas con algunas bromas y vuelve a sus tareas. Con el tiempo, se vuelven a encontrar en el merendero, en el ascensor, afuera en la parada del bondi y así.
-Bueno, te toca a vos.
-No, no vale. Vas a pensar que nunca escucho las cosas que me contás sobre vos, pero la verdad es que nunca me contás mucho, Clari.
-Sabía que nunca escuchabas nada de lo que te contaba.
-Esperá, sé que te gusta el café con azúcar, que adorás las medialunas, que sos hincha del rojo y no mucho más. –Carlos se detiene, pues una duda ha hecho escala en su cabeza- Es verdad, no sé cuántos años tenés.
-¿Y para qué querés saber? –dice Clara, que se levanta de un golpe- Mejor me vuelvo a trabajar antes de que me rete Graciela.
Clara se hunde en su escritorio, llena de pena, o de vergüenza, o de la típica unión de ambas.
-¿Qué te pasa? –pregunta Marta, siempre atenta a su amiga.
-Tengo un problema, –dice Clara, que se levanta a ver que no haya nadie cerca para escuchar y se vuelve a Marta- creo que estoy enamorada de Carlos.
-¡No! ¡Y a los dinosaurios los mato un meteorito!
-¡No te burles! ¿No ves que estoy mal?
-Pero cuál es tu problema. Pasás todo el día con él, se llevan muy bien, hacen una pareja hermosa.
-¡Pero le llevo 10 años de diferencia!
-¿Y? Según lo que me has contado, has coqueteado a nenes de 25 años incluso.
-Pero esto es diferente, no me molesta moverme a nenes más chicos, pero Carlos es diferente, estoy realmente enamorada y él jamás va a ver algo en mí.
-Basta, cortala. Tenés el cuerpo de una pendeja y la mente de una mujer, no existe forma de que Carlos o cualquier otro hombre de este planeta, no quiera estar con vos.
A Clara le cuesta, le lleva un par de días llenarse de fuerza y de confianza, pero da el primer golpe:
-Tengo 40 años, por si todavía querías saber…
No deja libertad para ninguna respuesta de su adversario y lanza el segundo golpe:
-¿Te gustaría venir a casa a cenar?
Clara da esos dos golpes contundentes y aun así, cae en el piso:
-Sí, dale, me encantaría.
En el suelo y en plena inconsciencia, Clara está sonriendo.
Horas más tarde, en su casa, comienzan los preparativos de la cena. Madre e hija limpian y ordenan y revuelven y estiran y ponen un poco de albahaca. A pesar de todo lo que ayuda, Ana solo sabe que “va a venir un compañero de trabajo”, pero no tiene ni idea de lo que hay detrás de todo este revuelo.
-Hola, traje vino.
-Hola Carlos, gracias, pasá. Te presento a mi hija, Ana. Ana, el es Carlos, de la oficina.
Carlos saluda y los tres se van a la mesa. Charlan, comen, beben, se rien, vuelven a comer, vuelven a tomar (“pero poco que mañana tenemos que estar temprano allá”) y se despiden.
-¿Y? ¿Cómo estuvo la cena? –pregunta Marta.
-¡Genial! Creo que conectamos muy bien, además se llevó muy bien con Ana, que era la parte más difícil.
Clara sonríe de manera directamente proporcional a lo que Carlos se acerca a ella. Y Clara sonríe mucho durante esos días. Son más las meriendas, las escapadas para charlar, las cenas en casa, todo está saliendo muy bien.
-Carlos –le dice Clara una mañana en la oficina, mientras se seca las palmas que le sudan con su pollera-, vos no sabés lo mucho que me cuesta decirte esto, pero si no lo hago ahora no lo hago más: Te quiero.
-Yo también te quiero y mucho, Clara.
-No, no entendés, yo de verdad te quiero.
-Ah ¿te referís a? Ah ¿Es una broma?
-No, para nada, es lo que siento.
-Clara, querida, vos sabés el cariño que te tengo, pero justamente estoy en algo muy complicado ahora, dame algo de tiempo para saber cómo responderte.
Así pasan algunos días sin decirse nada, pues Clara es una mujer madura y sabe que no debe presionar a Carlos en dar su respuesta.
-¿Por qué tan apurada en irte hoy? ¿Vas a cenar con Carlos?- dice Marta.
-No, esta vez no, Ana me dijo que tiene una noticia para darme, así que me espera en un restaurant.
Afuera del trabajo, Clara sube a un taxi y se maquilla en el camino. Cuando llega al restaurant ella puede ver por el ventanal empañado a su hija y a la figura de alguien, más parecido a un hombre. “¿Me irá a presentar a alguien?”, piensa Clara con una sonrisa de entusiasmo, pero al entrar al lugar, las cosas se ponen confusas.
-¿Carlos? ¿Qué hacés acá?
-Clara, qué bien que ya llegaste, hay algo que te queremos contar.
Clara se sienta y escucha, y escucha, y sus cuerdas vocales se enredan, y escucha, y vuelve a escuchar.
-… y bueno, la verdad es que jamás pensé que ibas a traer a casa a alguien tan maravilloso…
Y escucha.
-… al principio me lo negaba, la diferencia de edad con ella es mucha, vos sabés, pero yo quería acercarme a vos para que vieras que no soy un tipo que se pueda aprovechar, que veas quien soy realmente…
Y escucha.
-… y la verdad es que nos llevamos tan bien. Nos amamos mamá…
Y escucha.
-En fin, a lo que va todo esto es a decirte que… que nos vamos a casar.
Clara se levanta, coloca unas cadenas en cada extremo de su boca y tironea con todas sus fuerzas para fingir una sonrisa y se va de ahí.
Ni Ana, ni Carlos, ni Marta, ni su jefa Gabriela saben algo de Clara, que lleva días en un departamento que tiene sin usar por Caballito.
Pasan algunas semanas hasta que Ana entra a su casa y ve a la sombra de su madre sentada en la parte oscura del sillón del living.
-Estuve mal en irme así hija, perdoname…
-Mamá ¿Qué eso que tenés en la mano?
-Me llevó mucho tiempo aceptarlo, pero decidí enfrentar la realidad. Ustedes están enamorados, Carlos te ofreció su corazón a vos y no a mí…
-Mamá, explicame qué es eso.
-Por eso vine a casa, para hablar con vos y me encontré con Carlos. Hablamos mucho y les di mi bendición. El te da su corazón y yo bendigo ese acto.
Clara se levanta del sillón y se acerca a su hija, de la misma manera que ella lo había hecho hacía 10 años. Ana se queda quieta y ve a su madre más claramente a medida que se acerca al velador que tiene a su izquierda. 
-¿Te acordás cuando le preguntaste a papi a quién quería más, “si a mami o a mí” y papi te respondió que “a mami, porque a ella le entregué mi corazón”? ¿Te acordás lo que le hiciste a papi? –Clara levanta su mano llena de sangre y le entrega algo húmedo, envuelto en un repasador- ¿Te acordás lo que le hiciste a papi y lo que me diste a vos?
Ana recibe el paquete y lo desenvuelve, luego mira a su madre. Ella está inmóvil, sonriendo. Ana se queda callada unos instantes, lleva la mirada a lo que está en sus manos, deteniéndose en cada latido inexistente, en la gotera que tienen todos los relojes. Luego sube los ojos hacía su madre y le devuelve esa sonrisa cómplice de “qué-haríamos-la-una-sin-la-otra”.

*****


-Bueno, pero decidite ¿a quién querés más? ¿A mi mamá o a mí?
-Esa es una pregunta insólita ¡Es obvio que a…
Nadie lo va a decir, o nadie lo sabe, que básicamente nos lleva a lo mismo. De todos modos es una verdad, Clara cumple 40 hoy y no tiene pensado decirlo en la oficina para evitar alboroto. Hace unos días que a Marta (que también acaba de ingresar en la empresa) le hicieron el festejo por los 38 y ya los hombres ni se le acercan. Pero Clara es cautelosa, hace dos años que ha vuelto al juego oficialmente (pues claro, desde que tu marido muere por un puñal en la espalda, hasta que saboreas la noticia, das algunas arcadas, la digerís y retomás de nuevo tu búsqueda, lleva tiempo, che), y ha evitado de todas las maneras posibles dar su fecha de nacimiento.
-¡Mi amor, ya llegué! –dice Clara, mientras tira el saco de manera victoriosa, pues el día pasó sin penas- ¿Dónde estás? ¡Ey, Ana! ¡No! ¿Hola? ¡Te dije que no quería ninguna fiesta sorpresa!
Y no la hay. En esa casa no solo se ausentan la torta, los globos y los invitados, sino que también lo hace Ana, su hija. Clara se desempaña los ojos con la manga de la camisa. En el camino a casa había imaginado que su hija de todos modos estaría en la casa para acompañarla en su cumpleaños: “Lo que solemos negar es lo que más anhelamos”, piensa mientras busca en la alacena un paquete de arroz para cocinarse algo.
-¡Sorpresa!
Clara tira arroz a lo “recién casados” del susto que acaba de recibir por el grito que le llega a la nuca. Atrás, Ana, con esa sonrisa cómplice de “qué-haríamos-la-una-sin-la-otra” y una torta, que tiene la amabilidad de cargar con solo 4 velitas de colores. Clara sonríe, llorisquea y abraza a su hija, mientras esta trata de colocar la torta en la mesa.
-Qué rica te salió, mi vida.
-Gracias mamá, contame ¿te hicieron festejo en el laburo?
-Ay, no ¿estás loca? Después como hago para que los tipos me den bola ¡Van a pensar que soy su abuela!
-Dejate de joder ¿querés? Hasta podrías salir conmigo a bailar y a conseguir chicos de mi edad.
-Hablando de eso…
-Mierda.
-No insultés ¿Cuándo me vas a traer a un chico a la casa?
-Ay mamá, qué se yo, todavía soy joven, no me jodás.
-A tu edad yo ya te tenía en brazos. No, no me mirés así, no estoy diciendo que te casés con alguien, pero un novio no te vendría nada mal.
-A ver vos cuando te dejás de histeriquear con los hombres y te enamorás de alguno.
-Sí, ya llegará el día. En fin, a la cama, así ese día llega más rápido.
Y llegó, solo que va a tomar tiempo darse cuenta. Clara está ahí, ordenando papeles cuando de golpe lo ve: ni alto, ni bajo, ni gordo, ni flaco y aun así, sobresale del resto.
-Se llama Carlos –dice Marta, como un llamado a la solidaridad al verle la cara anonadada de su colega- 30 años, nunca casado, muy simpático, por lo menos por la charla que tuvimos el otro día en el merendero.
Seguro Marta sigue diciendo otras cosas, pero Clara apenas escucha, deja los papeles y se acerca más y más al hombre de corbatín a rayas y camisa algo arrugada.
-Nunca te vi por acá…
-¿Ah, no? Yo no me he perdido un solo movimiento tuyo. Pero, buen día primero ¿no?
-Uh, perdoname, soy Clara.
-Sí ya sé. Yo soy Carlos.
Clara se encuentra algo avergonzada por su exabrupto, pero Carlos suaviza las cosas con algunas bromas y vuelve a sus tareas. Se vuelven a encontrar en el merendero, en el ascensor, afuera en la parada del bondi y así.
-Bueno, te toca a vos.
-No, no vale. Vas a pensar que nunca escucho las cosas que me contás sobre vos, pero la verdad es que nunca me contás mucho, Clari.
-Sabía que nunca escuchabas nada de lo que te contaba.
-Esperá, sé que te gusta el café con azúcar, que adorás las medialunas, que sos hincha del rojo y no mucho más. –Carlos se detiene, pues una duda ha hecho escala en su cabeza- Es verdad, no sé cuántos años tenés.
-¿Y para qué querés saber? –dice Clara, que se levanta de un golpe- Mejor me vuelvo a trabajar antes de que me rete Graciela.
Clara se hunde en su escritorio, llena de pena, o de vergüenza, o de la típica unión de ambas.
-¿Qué te pasa? –pregunta Marta, siempre atenta a su amiga.
-Tengo un problema, –dice Clara, que se levanta a ver que no haya nadie cerca para escuchar y se vuelve a Marta- creo que estoy enamorada de Carlos.
-¡No! ¡Y a los dinosaurios los mato un meteorito!
-¡No te burles! ¿No ves que estoy mal?
-Pero cuál es tu problema. Pasás todo el día con él, se llevan muy bien, hacen una pareja hermosa.
-¡Pero le llevo 10 años de diferencia!
-¿Y? Según lo que me has contado, has coqueteado a nenes de 25 años incluso.
-Pero esto es diferente, no me molesta moverme a tipos más chicos, pero Carlos es diferente, estoy realmente enamorada y él jamás va a ver algo en mí.
-Basta, cortala. Tenés el cuerpo de una pendeja y la mente de una mujer, no existe forma de que Carlos o cualquier otro hombre de este planeta, no quiera estar con vos.
A Clara le cuesta, le lleva un par de días llenarse de fuerza y de confianza, pero da el primer golpe:
-Tengo 40 años, por si todavía querías saber…
No deja libertad para ninguna respuesta de su adversario y lanza el segundo golpe:
-¿Te gustaría venir a casa a cenar?
Clara da esos dos golpes contundentes y aun así, cae en el piso:
-Sí, dale, me encantaría.
En el suelo y en plena inconsciencia, Clara está sonriendo.
Horas más tarde, en su casa, comienzan los preparativos de la cena. Madre e hija limpian y ordenan y revuelven y estiran y ponen un poco de albahaca. A pesar de todo lo que ayuda, Ana solo sabe que “va a venir un compañero de trabajo”, pero no tiene ni idea de lo que hay detrás de todo este revuelo.
-Hola, traje vino.
-Hola Carlos, gracias, pasá. Te presento a mi hija, Ana. Ana, el es Carlos, de la oficina.
Carlos saluda y los tres se van a la mesa. Charlan, comen, beben, se ríen, vuelven a comer, vuelven a tomar (“pero poco que mañana tenemos que estar temprano allá”) y se despiden.
-¿Y? ¿Cómo estuvo la cena? –pregunta Marta.
-¡Genial! Creo que conectamos muy bien, además se llevó muy bien con Ana, que era la parte más difícil.
Clara sonríe de manera directamente proporcional a lo que Carlos se acerca a ella. Y Clara sonríe mucho durante esos días. Son más las meriendas, las escapadas para charlar, las cenas en casa, todo está saliendo muy bien.
-Carlos –le dice Clara una mañana en la oficina, mientras se seca las palmas que le sudan con su pollera-, vos no sabés lo mucho que me cuesta decirte esto, pero si no lo hago ahora no lo hago más: Te quiero.
-Yo también te quiero y mucho, Clara.
-No, no entendés, yo de verdad te quiero.
-Ah ¿te referís a? Ah ¿Es una broma?
-No, para nada, es lo que siento.
-Clara, querida, vos sabés el cariño que te tengo, pero justamente estoy en algo muy complicado ahora, dame algo de tiempo para saber cómo responderte.
Así pasan algunos días sin decirse nada, pues Clara es una mujer madura y sabe que no debe presionar a Carlos en dar su respuesta.

-¿Por qué tan apurada en irte hoy? ¿Vas a cenar con Carlos?- dice Marta.

-No, esta vez no, Ana me dijo que tiene una noticia para darme, así que me espera en un restaurant.
Afuera del trabajo, Clara para un taxi y se maquilla en el camino. Cuando llega al restaurant ella puede ver por el ventanal empañado a su hija y a la figura de alguien, más parecido a un hombre. “¿Me irá a presentar a alguien?”, piensa Clara con una sonrisa de entusiasmo, pero al entrar al lugar, las cosas se ponen confusas.
-¿Carlos? ¿Qué hacés acá?
-Clara, qué bien que ya llegaste, hay algo que te queremos contar.
Clara se sienta y escucha, y escucha, y sus cuerdas vocales se enredan, y escucha, y vuelve a escuchar.
-… y bueno, la verdad es que jamás pensé que ibas a traer a casa a alguien tan maravilloso…
Y escucha.
-… al principio me lo negaba, la diferencia de edad con ella es mucha, vos sabés, pero yo quería acercarme a vos para que vieras que no soy un tipo que se pueda aprovechar, que veas quien soy realmente…
Y escucha.
-… y la verdad es que nos llevamos tan bien. Nos amamos mamá…
Y escucha.
-En fin, a lo que va todo esto es a decirte que… que nos vamos a casar.
Clara se levanta, coloca unas cadenas en cada extremo de su boca y tironea con todas sus fuerzas para fingir una sonrisa y se va de ahí.
Ni Ana, ni Carlos, ni Marta, ni su jefa Gabriela saben algo de Clara, que lleva días en un departamento que tiene sin usar por Caballito.
Pasan algunas semanas hasta que Ana entra a su casa y ve a la sombra de su madre sentada a oscuras en el sillón del living.
-Estuve mal en irme así hija, perdoname…
-Mamá ¿Qué eso que tenés en la mano?
-Me llevó mucho tiempo aceptarlo, pero decidí enfrentar la realidad. Ustedes están enamorados, Carlos te ofreció tu corazón a vos y no a mí…
-Mamá, explicame qué es eso.
-Por eso vine a casa, para hablar con vos y me encontré con Carlos. Hablamos mucho y les di mi bendición. El te da su corazón y yo bendigo ese acto.
Clara se levanta del sillón y se acerca a su hija, de la misma manera que ella lo había hecho hacía 10 años. Ana se queda quieta y ve a su madre más claramente a medida que se acerca al velador que tiene a su izquierda. 
-¿Te acordás cuando le preguntaste a papi a quién quería más, “si a mami o a mí” y papi te respondió que “Es obvio que a mami, porque a ella le entregué mi corazón”? ¿Te acordás lo que le hiciste a papi? –Clara levanta su mano llena de sangre y le entrega un algo envuelto en un repasador- ¿Te acordás lo que le hiciste a papi y lo que me diste a mí?
Ana recibe el paquete y lo desenvuelve, luego mira a su madre. Ella está inmóvil, sonriendo. Ana se queda callada unos instantes, lleva la mirada a lo que está en sus manos, deteniéndose en cada latido inexistente, en la gotera que tienen todos los relojes. Luego sube los ojos hacía su madre y le devuelve esa sonrisa cómplice de “qué-haríamos-la-una-sin-la-otra”.

*****



-Señor, necesito que me dé la orden así podemos actuar.

-Está bien, procedan.
Sinceramente, cada día me cuesta más entender cómo funcionan las personas. Hacía algunos años había ido a pasear con mi señora a Chascomús, y me encontré con un vago que cargaba un changuito con libros de filosofía y que gritaba: “Todos los hombres son asesinos, violadores y torturadores, lo único que los detiene es el miedo. Todos los hombres están completamente locos, solo lo disimular, por miedo y nada más”. En ese entonces pensé que el tipo estaba drogado o era un idiota, pero cada día me cuesta más no pensar que quizás no existe tal cosa como la moral, lo único que nos separa de esos “enfermos” que conozco día a día y que la mayoría ve en los noticieros, es que ellos no tienen miedo de mostrar el verdadero ser de los hombres. Bah, qué sé yo, solo estoy divagando.
-Gómez ¿me pasa de nuevo el diario del tipo este?
-Sí señor, disculpe que ahora esté todo rayado, marqué las partes importantes para el abogado.
-No se preocupe, está mejor así, solo quería releer ciertos párrafos.
El caso este es de esos que me hace divagar. A pesar de que llevo años viendo todo tipo de crímenes, hay algunos que no me cierran. Me cierran los pibes de la calle que salen a robar y se les escapa un tiro, me cierran los empresarios que matan a su socio por las deudas que tienen. Dirán que este es solo un caso pasional, pero solo lo dirán porque no conocieron a mi amigo del changuito. La razón tiende a colocar aspectos de la vida en algún cajón, por más que no pertenezca a él, si no tiene las herramientas necesarias para colocarlo donde debe. No, esto no es pasional, si yo mismo hable con estas dos mujeres y estaban tan tranquilas como lo está ahora mismo Gómez, comiendo un poco de la rosca de pascua que trajo la mujer de Ramírez hoy a la mañana.
Tan tranquilas estaban, de no ser por este diario nunca se me hubiese ocurrido que las cosas serían como fueron. Pero las cosas siempre serán como fueron. Acá, en Villa Fiorito y en la China, eso seguro. Gracias a dios que Carlos Fontana escribía estas cosas:
“(…) Hoy Graciela me mandó a llamar para que le dé una recorrida a las dos nuevas colegas que empiezan a trabajar en la empresa. Sinceramente no tenía muchas ganas, así que se lo dejé a Rubén, que es más bueno en ese tipo de cosas, pero después me quería matar, porque una de las dos estaba re buena. Creo que una se llama Marta García y la otra Clara Furchtlos, por lo que leí en el comunicado que nos llegó a todos al mail, pero no sé cuál es cuál (…) 
(…) Hoy no pasó nada interesante, a veces me molesta demasiado esta tarea de escribir antes de irme a la cama lo que hice durante el día, pero el doctor Melis dice que es imperante que lo haga para mejorar mi condición. En la oficina lo mismo de siempre, hablé por primera vez con Carla, la compañera nueva que es hermosa, pero no fueron más de tres palabras. Luego, en casa cené algo que Marita me había dejado preparado antes de irse y nada más. Mi vida no es tan relevante (…)
(…) Más allá de eso, hoy también tuvo una buena: Carla, que me resulta mucho más simpática que linda me invitó a ir al merendero con ella. Eso me llenó de alegría porque hasta entonces he ido solo durante años y tener compañía para tomar mates es muy agradable. Creo que al Melis le va a alegrar tanto como a mí esta noticia (…)
(…) Los días en la oficina siguen más o menos igual, lo cual es fantástico. Llego y Clara está ahí, sonriéndome, con esos ojos llenos de cariño que me hacen dar ganas de abrazarla con fuerza. Comemos, nos hacemos chistes y nos divertimos mucho. Creo que llegó del cielo para arrancarme un pedazo de mí, esa soledad que creí que tendría pegada para siempre, realmente estoy encantado con su compañía (…)”
Este Gómez subrayo todo básicamente. Hasta acá nada realmente importante, solo nombres para interrogar, pero nada que llame la atención, o todo lo contrario. Eso depende de uno ¿Cuántas veces el destino nos dedicó una sonrisa cómplice y nosotros no nos percatamos? Hay muchas señales que no vemos y que están ahí. Como si fuésemos una historia cíclica que se ha repetido eternamente y a veces hay fragmentos de historias pasadas que nos adelantan lo que sucederá, qué sé yo. Capaz Gómez no es tan boludo después de todo y come tranquilamente, y me subraya todo el diario porque tiene algo para decirme que yo no estoy viendo. Quién sabe lo qué estará detrás Gómez o de estas palabras que nos estamos perdiendo:
“(…) A veces las cosas tienen que pasar. Yo no sé por qué, pero tienen que pasar. Lo que tuvo que pasar en mi vida tiene nombre y apellido: Ana Furchtlos. Sí, la hija de Clara, que conocí en la cena de los otros días ¿Cómo puede ser que dos personas se presenten ante mí para terminar con mi vida tal cual la conocía? ¿Qué hace un hombre para merecerse semejante regalo de la vida? ¿Cuáles han sido los pasos que me han traído hasta acá? ¿Por qué me sucede esto a mí y no a otro hombre en el mundo? Sinceramente, no estoy en busca de esas preguntas. No me interesan, solo hay algo en mi cabeza, o alguien, y ese alguien es Ana, en su esplendor, en su belleza sencilla, en su sonrisa de mandarina, en sus ojos de sol naciente, en su todo. Adoro cada segundo de ella, cada vez que me empuja cuando le hago algún chiste, cada vez que me amenaza con depilarme las cejas, incluso cuando me hace bailar sabiendo que soy pésimo en eso. No sé, querido diario, o veo cómo esto puede salir mal (…)
(…) Todo mal, todo absolutamente mal. Si el doctor supiera cuánto te he descuidado seguro me mata, pero desde hace meses que no voy más a las sesiones, así que no creo que le importe mucho. Igual me has acompañado mucho, querido diario, por eso (y porque necesito desquitarme con algo) te voy a dar un resumen de estos últimos tiempos:
Como sabés, desde un inicio con Ana decidimos no contarle nada a Clara, por temor a que se enojara. Lo que no he llegado a contarte, querido diario, es que durante todo este tiempo he estado tratando de acercarme aún más a Clara, para mostrarle mi lado más humano, es decir, el más vulnerable. Pero qué idiota pensar que eso era lo correcto. Según parece, mientras más tiempo pasaba con Clara para agradarle como yerno más se ha estado enamorando de mí. El otro día en la oficina se me declaró y yo no he sabido qué decirle. Pero eso, oh querido diario mío, no es nada comparado a lo que sigue. Cuando le conté a Ana lo que sucedió, ella se ofendió conmigo y no ha querido hablarme desde entonces (…)
(…) ¡Aceptó! ¡Ana aceptó casarse conmigo! ¡Estoy tan feliz, querido diario! Por fin todo salió como lo vengo planeando, pero lamentablemente las cosas no están del todo resueltas, debemos blanquear de una buena vez nuestra relación con Clara, si es que queremos que nos dé su bendita bendición (…)
(…) Bueno, en realidad era bastante obvio. Lo que asusta a Ana no es que su madre se haya puesto como se puso en el restaurant cuando le contamos la noticia, sino que haya desaparecido completamente. Al trabajo no va, por su casa ni aparece y tampoco responde a su celular (…)”
Más vale que Gómez sea una especie de sabio que bajó de las montañas para mostrarme el camino correcto o algo así, si no lo mando a lavar el baño de afuera por pelotudo. Es por su señora, todo el día mirando esas telenovelas romanticonas, se nos hizo maricón el gordo. Qué carajo le irá a importar al abogado todo el detalle del culebrón que vivió este tipo con las dos mujeres, ni que fuera qué sé yo. Sinceramente, “qué sé yo”, si lo único que hago es estar en esta oficina y ver cuerpos llenos de melancolía. ¡Ja! Y después de quejo de Gómez y del tipo que escribía en este diario:
“(…) Ana no lo sabe, pero Clara me llamó hoy a la tarde. Quiere que nos juntemos en su casa para hablar. Me dijo que le costó, pero acepta que me case con Ana, lo cual me saca un gran peso de encima. Aún no sé dónde se metió todo este tiempo, pero imagino que mañana cuando nos juntemos me lo dirá. En fin, si todo sale como parece, si Clara acepta nuestra relación realmente y puedo casarme con la mujer que amo, entonces será el fin de esta vida y comenzará una nueva junto a Ana, lo que significa que ya no necesitaré más de tu compañía, querido diario. Realmente aprecio todo lo que has hecho por mí y aunque parezca ridículo, también hay un poco de mi corazón que te pertenece. Hasta acá llegó Carlos Javier Fontana.”
-Todo listo señor, Clara Furchtlos y su hija, Ana Furchtlos, ya admitieron el asesinato y el encubrimiento de Carlos Fontana.
-¿La hija también fue parte?
-Solo del encubrimiento, señor, pero sucede algo más.
-¿Qué cosa?
-Como bien imaginábamos, lo único que faltaba del cuerpo de Fontana, su corazón, estaba en un recipiente guardado, pero no solo encontramos eso, también descubrimos otro recipiente, que según confesaron, contendría el corazón del esposo y padre de ellas Luis Furchtlos. Aunque ahora se lo llevo al laboratorio a analizar, estuvimos buscando en el archivo y ambas muertes, la de Fontana y Furchtlos coinciden en lo absoluto. Lo curioso es que quien cometió el asesinato fue su hija, Ana y su madre solo lo encubrió. Todavía estamos investigando si eso es cierto o si solo lo dicen para ser juzgadas por los mismos cargos.
Sinceramente, cada día me cuesta más entender cómo funcionan las personas. Será que siempre estuve solo, que falte a la clase de conducta social. Será que fui el único que fue a la clase de moral, no tengo ni idea. Algunas personas me siguen asombrando por su forma de ser, por cómo actúan frente a diferentes circunstancias. Seguramente donde hay algo verde todos vemos eso verde, lo que quizás cambie sea el concepto “verde”, la forma de ver las cosas. Uno siempre se entera de algún loco con una bomba que quiere “limpiar al mundo” y lo dice con tanta tranquilidad, como si estuviese confiado de que ese es el camino correcto. Gómez me mira y se sonríe, como si estuviese leyendo mis pensamientos y se burlara de su precariedad. Quizás el tiene todas las respuestas que me faltan y se ríe amablemente, para calmarme, para decirme que no le dé tantas vueltas al asunto, qué sé yo.

-¿De qué te reís, gordo pelotudo?

*****

domingo, 5 de mayo de 2013

Un pedazo del mismo cielo.

—¿Puedo volver a verte? —me preguntó.
Su voz sonó nerviosa, y me pareció entrañable.
—Claro —le contesté sonriendo.
—¿Mañana? —me preguntó.
—Paciencia, saltamontes —le aconsejé—. No querrás parecer ansioso…
—No, por eso te he dicho mañana —me contestó—. Quisiera volver a verte hoy mismo, pero estoy dispuesto a esperar toda la noche y buena parte de mañana.

sábado, 23 de marzo de 2013

Alguna consideración

"Estoy en contra de estar en contra de los que están en contra de estar en contra". Hace unos días me levanté con esa frase dando vueltas en mi cabeza. Obviamente mi limitado intelecto tardo en conectar esa frase, que claramente llegaba en auxilio a eso que me venía perturbando, con una idea clara. Hace un tiempo escribí un ensayo exponiendo algunos de mis pensamientos e inquietudes. Curiosamente, fue de agrado o de desagrado para dos grupos muy distinguidos, aquellos no tan movilizados y los que más lo hacen.
Los chistes no se deben explicar, los ensayos tampoco. A no ser, claro, que se los haya expuesto de manera muy rudimental, que es lo mas común en mis escritos. Debo despojarme de toda filosofía barata y zapatos de goma para llegar más directamente a usted, lector, si acaso he fallado en anteriores oportunidades (y lo he hecho).
Mantengo mi postura de que no importa la bandera que llevás, si esta tapa tu visión, solo podés fracasar. El problema radica en lo que la lectura rápida genera de esto, la vaguedad. La solución no es no cargar ninguna bandera. Cosas como no deber atacar a mujeres, no consumir sexo pago, no consumir carne de cualquier ser vivo con sistema nervioso, o mas abarcativamente, la tolerancia, son obligatorias para poder llegar a un mundo mejor.
Cierto, es muy fácil criticar a los que no hicieron nada en la dictadura, o condenar o aceptar conductas siempre que pasen puertas afuera; pero mas fácil sigue siendo no hacer nada.
Que en mis escritos "ataque" más seguido a los que están en movimiento responde a la cercanía con la que me siento a ellos, a pesar de estar del otro lado del río. Pues si cruzarlo es un reto, volver a hacerlo representa uno mayor.
La vida son círculos, alejar y colocarse directamente enfrente de los estáticos es apenas la mitad del camino.
En otros escritos he pedido no ser considerado como un pesimista y creí haber conseguido demostrar el por qué no, pero lamentablemente parece que el mensaje que dejo es "no hagas nada" (bastante pesimista ¿no?). Lo que quiero hacerles llegar, mis palabras apuntan a que aquellos que están en movimiento consideren su trabajo como incompleto, como perfectible, y definitivamente, aquellos cómodos en su mundo, que comiencen ya a actuar.

martes, 19 de marzo de 2013

Calambres en el alma.

-Sé que me va a reventar las pelotas, sé cómo va a maniobrar y que me va a quemar los pelos, así que voy a serle directo.
-Adelante.
-Voy a contarle yo mis problemas y no esperar a que usted trate de descifrarlos de manera arrogante esperando que yo lo alabe por cosas que ya se pero valen más si salen de la boca de otros.
-¿Me permite hacerle una pregunta?
-No. Sé lo que me va a preguntar y la respuesta es por imposición. Recuerde, si sigue su método establecido como las telenovelas, para atraparme y así seguir viniendo sesión tras sesión le va a ir mal. Ahora se va a quedar quieto y me va a escuchar. Son varios los problemas que tengo, pero en esta oportunidad solo le diré algunos. Arranquemos con que todo me llega antes de estar preparado y definitivamente me tumba. También que me cuesta muchísimo mantener el equilibrio cuando las cosas andan bien. No sé si quedarme en el molde o actuar ferozmente. Y el peor de los problemas es que he llegado al punto de fastidiar a todos mis seres amados al punto del que ya no quieren oír mis penas.
-Lo que nos trae hasta aquí.
-Correcto.
-¿Qué tan consciente es usted de que soy parte de su mente?
-Lo suficiente como para poder tratarlo como lo vengo haciendo desde hace un rato.
-¿Quiere un consejo? Pues definitivamente este texto es para que alguien, en cualquier parte del mundo venga a su socorro.
-Bueno, dele.
-Váyase a leer un poco y vuelva recién cuando tenga una historia que valga la pena leer.
-Lo detesto.
-SE detesta.

viernes, 8 de marzo de 2013

¿Por qué flores y bombones sí?

Porque siguen golpeando y matando mujeres. Porque a pesar de que ahora sale mucho en los diarios, ésto no es algo que empezó hace dos o tres años, sólo está de moda hablar al respecto en estos días, pero la cosa viene ininterrumpidamente desde el origen de los tiempos.
Entonces ¿por qué flores y bombones sí? Por eso mismo, nada más.
Si se han tomado el tiempo de leerme lo sabrán de antemano, si no, les anticipo ahora, sueno pesimista. No veo en la historia de la sociedad (término que odio tanto y explicaré más adelante por qué) occidental nada más que un camino a nuestro fin y el de muchas otras especies vivientes. Por eso voy a ofender, y de no querer ser ofendidos, mejor dejen de leer ahora.
Soy de los que piensan que las personas saben cuál es la forma de obrar bien, pero no tienen ganas de hacerlo. Desde saber que no deben tirar papeles al piso, hasta saber que matar está mal. Y de los dos extremos que mencioné, ni ustedes ni yo estamos limpios. Y aún así, continuamos ejerciendo nuestro rol de humanos occidentales con total tranquilidad.
Soy de los que piensan que las ideas son fácilmente contaminadas por nuestras palabras y acciones. Y soy de los que piensan que todos mantenemos girando y girando a la rueda del odio.
Estos tres pensamientos pueden ayudar a entender un poco lo que les quiero decir. Es cierto que existen muchas personas que, por su cultura o su educación, no comprenden todos los aspectos del bien y el mal. Curioso es que no creo que existan muchas personas de la cultura occidental (mas un poco menos de la cultura oriental) que realmente lo conozca. Lejos de cualquier iluminismo y mas cerca de la contradicción que en cualquier otro día del año me encuentro ahora, exponiendo una teoría.
Previamente me referí al término "sociedad" con un grado de desprecio, pues suelo escucharlo constantemente cada vez que alguien quiere atacar su casa, pero negándose toda conexión con ella. Recuerden cada vez que han oído ese término en alguna conversación y les será muy fácil reconocer como la persona que lo dice, lo hace como si viniese del espacio, como si acaso fuese único entre los seres humanos y se encontrara libre de toda acusación. "En esta sociedad todos se matan, todos roban (menos yo)". "Esta sociedad es una mierda, nadie quiere progresar (menos yo)". Y pensar que solo es una palabra.
Las palabras son acciones, solo un tonto las negaría. Hablar es un acto, hablar es hacer, así que no traten de diferenciarlos. Por eso digo que las ideas, en su forma más platónica si se quiere, en alguna parte del recorrido, se contaminan, se pudren con nuestras palabras ¿Cómo los conceptos de compartir y de comunidad nos son tan hermosos y la palabra "comunismo" distancia a más de la mitad de las personas? Pues porque en algún momento, esa idea abstracta tan perfecta, pero tan débil (como todas las ideas), fue corrompida. Obviamente, Stalin tuvo mucho que ver al respecto, es cierto, pero no me quiero poner demasiado histórico en ese sentido.
En algún texto anterior consideraba necesario, por la naturaleza del hombre a no querer actuar correctamente, alguna fuerza dictatorial que obre por la paz, el amor y el entendimiento, pues, así como dejar de fumar es muy difícil por mas propaganda que muestre pulmones perforados, nuestra sociedad occidental está enviciada con muchos otros males que solo podría dejar de consumir a la fuerza. Es cierto, "dictadura" es mala palabra en nuestro país, pero creo que entendieron la diferencia entre mi dictador justo y noble y aquellos que hemos tenido nosotros. Aun así, como bien escribí en ese antiguo texto, sería un error que alguien nos obligue a ser justos, buenos y tolerantes. Ya se intentó -y lo acaban de leer-, el "comunismo" distancia a las personas por sus palabras más que por su idea.
¿Cuál es el problema? Bueno, acaban de leerlo, la imposición. Nos quejamos de los españoles que vinieron a "civilizarnos", cuando ellos sinceramente creían estar siguiendo un buen camino, y aun hoy seguimos tratando de imponer nuestro pensamiento sobre los demás. Veo constantemente fotos de compañeros vegetarianos atacando a aquellos que, además, consumen carne. Y ese "además" es fundamental, pues se los considera carnívoros, cuando en realidad son omnívoros. Y no es un error inocente, pues desde pequeños, viendo algún canal sobre el reino animal, nos ponemos del lado de la cebra, que corre por su vida, que del tigre que intenta devorarla, en un simple acto natural. Veo compañeros de distintas orientaciones sexuales hacer marchas donde incluyen a todos menos a mí, un impuro heterosexual. Marchas sobre el amor y la aceptación, las cuales no me excluyen directamente por no pertenecer a sus orientaciones, pero definitivamente no me invitan en su bandera. O veo compañeros feministas, que acusan a los hombres de ser seres trastornados que golpean porque sí. Y no, no es porque sí.
Dije antes, que todos hacemos girar la rueda del odio. No creo necesario defender la postura de que la energía se transforma. Desde pequeños, desde las burlas del jardín, vamos generando inseguridades en futuros hombres golpeadores y mujeres justificadoras de esos golpes. Cada insulto que hemos dado, cada ataque de soberbia, de instigación que hemos dado es parte de esa bofetada que esta recibiendo una mujer en este mismo instante. Gordos, enanos, pelados, pito cortos, tablas de planchar, ignorantes, buenos para nada, maricones, chetos, pobres y más. Todas palabras, que hacen que mujeres y hombres se sientan inseguros, débiles, atacados. Y la energía se transforma. Y el miedo no nos hace enfrentar al verdadero atacante. Y volvemos a casa, impotentes de la vida de mierda que tenemos y nos la desquitamos con nuestra mujer. Y estamos en casa, resignadas a no merecer nada mejor y nos aguantamos los golpes de nuestros maridos.
Esto lo he dicho en alguna oportunidad, en algún encuentro sobre violencia de genero y sé que cuesta horrores admitirlo, pues es mas fácil decir "la sociedad desde niños te obliga a menospreciar a las mujeres y sigue así, la sociedad, con la policía y las leyes denigrando a las mujeres". Y sí, es cierto eso, pero recuerden que nosotros somos parte de esa sociedad, sociedad que no va a cambiar mientras nosotros sigamos arruinando hermosas ideas, con mensajes horribles.
Entonces ¿por qué flores y bombones sí? Pues porque voy a dártelos y vos de un manotazo los vas a tirar al piso, y enojada me vas a decir que los hombres solo recordamos este día y luego volvemos a golpearlas como si nada, y yo voy a mirarte, a sonreírte  a agacharme para recoger lo caído y a volver a ofrecértelo  las veces que sea necesario. Pues todo mensaje, hasta los que llevan las mejores intenciones, se pierden en el odio, en el resentimiento. Y es cierto, yo todavía no tengo las herramientas para perdonar a torturadores y violadores, pero estoy intentándolo  Y es cierto, y se los advertí, el texto entero es una contradicción, pues acá estoy yo, intentando imponer una idea sobre cómo cambiar el mundo, siendo esa idea dejar de imponer por la fuerza generada por el odio y la resignación hacia los males de esta tierra.
Entonces ¿por qué flores y bombones sí? Porque no encuentro otra cosa mejor, pues porque si alguien me viene a atacar solo puedo darle un abrazo lo suficientemente fuerte como para que no pueda usar sus armas, pues mi muerte será necesaria, para evitar cometer el error de Platon, resentido por la muerte de su maestro, aquél que no trató de imponer ningún conocimiento. Será una prueba de que podemos dejar atrás todas nuestras ganas de demostrar nuestro nivel sobre otros seres "incivilizados", dejar de colonizar culturas subdesarrolladas y enfocarnos en seguir creciendo como individuos de amor, pues pienso que cambiar el mundo evolucionando individualmente es menos imposible que tratar de hacerlo, tratando de que todos alcancen el nivel que yo considero al día de la fecha como óptimo. Sé que no será tan fácil, ni definitivamente rápido, pero venimos como 6000 años usando un método que definitivamente no funciona y nos lleva a las guerras, podríamos tratar de copiar a las culturas que se enfocan en su paz y su armonía. Pues no significa ser egoístas y "salvarnos a nosotros mismos", sino todo lo contrario, pues parte de mejorar como persona conlleva ayudar a los demás. Quiero imaginarme que si algunas personas lo intentan y se empiezan a llenar de paz, despertará la curiosidad de otras, que preguntaran cómo se consiguió eso y solo así responder cuál ha sido el método y dejar ya de tratar de imponerlo.
Entonces, una vez más ¿por qué flores y bombones sí? Porque espero poder contagiar el amor.

Feliz día hermosuras, ojalá y solo ojalá, le encontremos la vuelta al amor.

domingo, 3 de marzo de 2013

Canción demoledora

Termino cortándose con unas cuerdas oxidadas
Desafió al cuento del por qué
Se enamoró y juró ser perdonada
Por algo que nunca fue

Y si lo ves
No tiene sentido explicarlo
Tu risa esta de mi lado
Solo el tiempo nos separa
Y si lo ves
Es porque esto esta pasando
Se están pegando los pedazos
Un buen tiempo nos depara
Es mi risa enamorada
Tu muralla derrumbada
Y mi pena
Y tu orgullo
Tus heridas
Ya soy tuyo

No
hay
nada
en
el
mundo
que
haga
que
piense
que
esto
puede
salir
mal.

sábado, 16 de febrero de 2013

Muñoz del Campo y yo.

"Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel".

Quiero usar ese fragmento de un relato de dos paginas de Borges para contarles de la misma manera, que yo no les debo más nada a nadie, ni a Gerardo Muñoz del Campo, persona tan diferente a mí como lo puede ser cualquier otro. Querría poder relatar uno por uno los puntos que me quedaban pendientes, los económicos, los ociosos, los literarios, los románticos y explicar todas las molestias que me he tomado para ir cerrándolos y así poder no-huir, sino irme en buenos términos  Lamentablemente no puedo, pues cuando ya no siento el peso de esa horrible montaña, que son las deudas, viene rememorándose esa cosa que vengo y vengo arrastrando. Es cierto, son varias las cosas que uno deja inconclusas. Es cierto, no estamos hechos para irnos con las manos vacías, debemos irnos con deudas que nos obliguen a regresar. Cortazar dice que cada libro es uno menos a esa meta que en realidad nunca se llega, pues se muere antes. Esa es nuestra seguridad de que, en años mas o años menos, volveremos a pagar y generar deudas.
Sí, es cierto, pero uno tiene algunas metas que se pone, algunas deudas que se dice, estas sí las debo pagar en esta vida. Y yo me puse varias. Y hace poco creí  haberlas pagado a todas. Pero me confundí.
Es cierto, las deudas son puras ilusiones, esa montaña solo existe porque nosotros pensamos que existe. Nuestros padres se rompen el cuello para darnos un bienestar económico que creen necesario y nos descuidan sentimentalmente y nosotros, luego de poder ver que el dinero no nos dio ninguna felicidad, volvemos a cometer el mismo error con nuestros hijos, convencidos de que esa es la clave. Hay algo curioso (hay muchas cosas curiosas en realidad, por algo tengo mi modesto nivel de fantasía dentro) en nuestra mente, en la humanidad. Es cierto, Gerardo morirá sin haberse sentido cómodo o familiarizado con los hombres y mujeres de estos tiempos. También es cierto que ni Gerardo ni yo somos personas realmente extraordinarias, más aún, tenemos un grado considerable de predictibilidad. No así, nos hemos visto en varias oportunidades criticando o maravillándonos con las actitudes humanas que incluso formaban parte de nuestra personalidad. No importa si nos resulta ajeno, cómico, o fantástico la creación tan innecesaria del concepto de deudas, ellas están y nos pesan. Yo creí que ya había terminado con ellas, pero aún siguen, por lo menos una.
Una lastima, usaremos esa hermosa frase para despedirnos en otra ocasión  cuando considere yo que mis deudas con ustedes, incluyéndolo a Gerardo, están saldadas. Por lo menos por esta vida.