lunes, 28 de julio de 2014

Las llaves

Una vez una canción habló sobre puertas
y yo me quedé esperando a ver si hacían como el mar
más tiempo que el adecuado.

jueves, 24 de julio de 2014

Tres formas de existir: 2

Casi nadie volvió a verla. La llamaban por su apellido, Torrente, en el barrio en donde había vivido gran parte de su vida. De ella se dijeron tantas cosas al respecto que seguro alguna roza lo cierto, pero curiosamente, la verdad es aún más interesante.
Su casa era la más grande y oscura del barrio, pero aún más grande, como si acaso eso fuese posible, era el horno de barro, que desahogaba su ira (si se me permite ese verbo) por más de veinte tubos metálicos que sonaban de las maneras más aterradoras que podían hacerlos, y podían mucho.
A Torrente nunca se la veía salir y eso hizo que el miedo hacia todo lo que ella significaba y poseía fuese enorme. Es por eso que se escuchó decir que su pelo cambiaba de color de acuerdo a su estado de ánimo o que experimentaba con ratas y les hacía toda clase de cosas, como llenarlas de clavos o cosas por el estilo. Claro, como le dije anteriormente, la verdad es aún más interesante y ya llegaremos a eso.
Pues también le dije que algunas de las cosas que se dijeron respecto a Torrente, la señora de la casa enorme y el horno aún mayor, es que ella, enfurecida en algún momento de su vida, con algún aspecto de su vida y bajo alguna postura sobre la vida, se volvió completamente loca y pidió armar un horno tan monstruosamente gigante, en el que hombres y mujeres pudiesen entrar ahí y fuesen asesinados, cocinados y comidos por ella misma. Y es que no se puede tampoco culpar a los vecinos del barrio de la casa y el horno gigante, pues en los primeros momentos, cuando no había tanto miedo, fueron muchas las personas invitadas por Torrente a su casa para comer. Personas con problemas, algunas enojadas, otras tristes toda clase de personas con toda clase de problemas de toda clase... de problemas. Y perdone que me enrede en mis palabras, pero si no alargo lo que debo decir, no conseguiré generarle la misma impresión que tuve yo al saber lo que les pasó a esas personas: nadie nunca más las volvió a ver.
Pánico, horror. Nadie se animó a presentar una denuncia, pero todos aquellos que por suerte no habían sido invitados sabían lo que pasaba. Por eso los horrorosos ruidos que salían de los tubos metálicos por donde salía el humo del horno. Eran los últimos gritos de esas personas.
Claro, usted no se horrorizó en lo absoluto y no es porque yo sea malo escribiendo, pues de hecho soy de los mejores de la cuadra, sino porque sabe que eso es una gran mentira. Porque sí, ha sido entrenado para distinguir la fantasía de la realidad que le toma dos segundos saber cuándo algo es falso y no le da una segunda oportunidad. No obstante, le pido que lea la verdad de la señora Torrente sin prejuicios, pues aunque usted no lo crea, lo que le contaré es la verdad.
Sí, la historia comienza igual, pues en algún momento de la vida, quizás cansada de ver cosas feas o quizás muy feliz para verlas, Torrente decidió difundir el amor de una forma que quedase grabada en la memoria de las personas de forma tal que jamás lo olvidasen y supo que la mejor manera era haciendo lo que mejor sabía hacer, cocinar. Por eso ordenó a más de cien hombres que elaborasen un horno más grande que su casa, en donde pudiesen entrar platos para todas las personas que estuviesen mal y necesitasen un cariño.
Lo que Torrente no esperaba, es que tanto era el cariño que ponía en cada comida libre de sufrimiento, que todos los problemas de los comensales se evaporaban y se iban gritando por los caños, quejándose el ser arrancados de las personas, quienes, lógicamente, jamás querían volver a despegarse de Torrente.
Lector, quizás usted le ha dado demasiada importancia a la línea que divide la fantasía de lo real y no se deje convencer por este relato cursi, pero le puedo asegurar que es verdad, pues yo mismo he sido víctima de sus garras de metal, de sus espumaderas de metal, de sus platos de cerámica y sus abundantes porciones. Torrente seguirá cocinando con ternura toda la vida, porque en esencia eso es ella y esta es otra de las formas de existir.

martes, 22 de julio de 2014

Uno espera

Yo no sé qué tan musas son las personas y qué tanto los momentos. Creo que musa son los segundos, al fin y al cabo, el amor a las personas no es más cierto que al de los recuerdos, de hecho todo lo contrario. Así que sentimentalmente, uno quiere a lo único que existe, que es lo que ocurre en la mente, como el sentimiento de querer. Entonces uno termina amando algo que está adentro de uno con algo que también lo está ¿Y así cómo es posible otra cosa que esperar? No porque quiera que llegue, sino que se vaya, directo a la memoria. Y si ya se fue, bueno, no lo sé, sigue esperando, alguna otra cosa. 
Musas no son las personas, sino los momentos, pero qué lindas personas que hay, en especial aquellas por las que uno se abre la cabeza con un fierro, tirándose de un edificio o pisado por un tren, para mostrarles lo que tenemos dentro, porque eso es el mayor acto de amor que podemos hacer, si acaso todo lo que dije está mal y amar significa darle algo a alguien.
Tomá, es para vos, es importante para mí porque me la paso metiendo cosas, así que significa que te quiero, ¿no?

sábado, 19 de julio de 2014

En algún lugar son las 2 de la tarde

Esa noche me levanté de golpe. No suelo tener este tipo de exabruptos, tampoco padezco insomnio ni me molestan las alarmas de la ciudad. Pero esa noche algo me había pasado: me había vuelto viejo.
La oscuridad me imposibilitaba verme los huesos sedimentados, pero no era necesario corroborar nada, yo me sentía tantos años más como preguntas tuve de niño.
Quizás debí haberme preguntado cómo sucedió eso, pero me sentía muy cansado como para pensar ese tipo de cosas que consideraba insignificantes. Intenté salirme de la cama, pero hacía frío, así que me quedé tapado en la oscuridad, con la mente enfocada en el lugar donde debería estar el ventilador de techo.
Como no conseguí volver a dormirme, luego de unos cuarenta minutos de quedarme acostado, decidí levantarme de una buena vez. Quise prender la luz de la habitación, pero mi camino se vio interrumpido en varias ocasiones con todos los golpes que me fui dando. "Debo andar torpe por los años", me dije y me paré de nuevo, luego de haberme golpeado la rodilla con algún mueble.
Cuando llegué a donde debía estar la tecla de la luz, no la conseguí encontrar. Acaricié con mis yemas toda la pared y pude finalizar mi búsqueda en un rincón completamente diferente al que recordaba. Cuando la habitación se iluminó, todos mis problemas se resolvieron: nada de ese lugar me era propio. Me acerqué a un espejo que había en un escritorio y me vi rasgos totalmente ajenos, incluso considerando el paso del tiempo. Relacioné mi primer pensamiento al despertarme con lo que estaba sucediendo, pues jamás podría ser tan viejo si así lo podía asegurar. Imaginé que justo esa noche, tanto el anciano como yo estuvimos soñando lo mismo, quizás extrañando a alguna persona o viéndonos con el premio de la quinela, no lo sé, pero seguro entre tanto misterio que tienen los sueños, nos confundimos en el regreso a la vida. Volví a acostarme, esperando que tanto el viejo como yo, recordásemos el camino a casa.

El Pescado Rabioso de Roberto Arlt Déco

La injusticia es la madre de todos los dolores y no ha habido mayor injusticia en la historia, que el momento en el que se creó el concepto de la misma. Se temerá el poder de las naciones, se odiará la codicia de las multinacionales, se centrará en las injusticias del mundo, pero sólo es un término, sólo una palabra.
Oculta en la historia, la palabra creó una lista de valores que no existían hasta ese entonces. La palabra nos dio supremacía sobre las demás especies. Incluso aquellos que promueven el sensocentrismo lo hacen en base a los valores que creó y que jamás dialogó con los otres seres que habitan en el mundo. Su palabra fue la verdad, pues su palabra fue la creadora del concepto de la verdad.
No pestes o enfermedades mundiales. No bombas nucleares o robots con superior inteligencia. El fin del hombre llegó con el triunfo del pensamiento.
"Las palabras nunca son lo mejor para estar desnudos", dijo Luis y luego sé nos mató. Quizás no tan así, pero creo que está claro lo vulgares que son las palabras como para darle importancia a las últimas.

Despojo anónimo

Cuando ellos decidieron dejar de existir, hubo un problema que resolver: su identidad. Toda noción sobre lo correcto e incorrecto, el bien y el mal, todo eso llegó con el hombre y ellos estaban atados a su naturaleza. Si el hombre fue hombre cuando inventó la cultura, entonces su estado natural es ese, una insignificante reunión de los hombres antiguos para definir las cosas. Ningún otro animal se detuvo a semejante subjetivización de la luz, pero ellos no son otros animales, son hombres.
Luego llegaron los ismos y decidieron culpar al hombre con los ojos del hombre. Jamás notaron la vulgaridad del acto, o lo hicieron, pero admitirlo implicaría asesinar las costumbres y con ellas al hombre mismo. Por eso culparon a algo más, como si en la misma naturaleza del hombre no existiese lo repudiable, cosa por demás lógica, ya que todo lo nombrable fue nombrado por él y por eso, le pertenece, le es propio.
Entonces, la respuesta se encontraba en la innecesidad de encontrar tal cosa. Desprenderse de los tópicos, que lo son todo y aceptar la intrascendencia de las cosas. Destruir el mundo sin buscar otra cosa, es decir, olvidarlo.
Por supuesto que ellos pueden escapar de su género, mas no de su calidad de ser vivo, por eso, para dejar de ser hombres, sólo pudieron acatar el común denominador de la vida. Fue entonces cuando resolvieron el problema de lo insípido de la muerte.

Cinema verit

Una vez fui al cine solo. He ido al teatro solo, al museo, a festivales de música e incluso me he subido al ascensor sin la compañía de alguien, pero jamás había ido al cine sin nadie. No sabía qué iba a ver, sería la más próxima a proyectarse, un juego de teatro, pero para mí. Pensé que habría un gran escándalo. Me imaginé a las señoras jubiladas tumbarse al suelo, a la pareja gay hacer comentarios y a las chicas de calzas burlarse de mí. Pero no fue así, nadie se percató que había ido solo. Compré mi entrada y me metí en la sala. Adentro, fui un hijo más del matrimonio de veinticinco años.
Otra vez fui al cine con una amiga. Era un cine pequeño, íntimo y hasta de culto. La sala era aún más pequeña, apenas unas cincuenta butacas. Algunas estaban rotas. Con mi amiga nos sentamos en el medio. Las luces se apagaron y se proyectó la luz que venía de un pequeño cañón, conectado a un reproductor de DVD. El audio estaba desfasado y, el cañón mal colocado, proyectaba un tanto torcido. La película hablaba de la banalidad del mal.
También fui al cine con una chica que me gustaba. Fuimos a ver una película pochoclera que daban en un cinedentro de un shopping. Las entradas nos salieron setenta y cinco pesos. La película era de un chico que perdía a su novia y en su intento de recuperarla conocía a una nueva chica con la que se termina quedando. Luego de terminar la película hice todo lo posible por confesarle mis intenciones, pero no sucedió nada. Con el tiempo me di cuenta de que mi atracción hacia ella sólo era superficial y que estaba forzando mucho las cosas.
En otra oportunidad fui al cine con mi pareja. A pesar de que iba a cien por hora, llegamos tarde y no nos dejaron pasar. Terminamos comiendo en casa, mirando en las noticias de la medianoche, la crítica de la película.

Palabras de los hombres

Robaría un segundo para nosotros
Para vivir en él
Y perdernos en la alevosía
Pero eso es poesía

Apagaría el sufrimiento de tus labios
Y te mecería en mis brazos
Hasta llegar a la alegría
Pero eso es poesía

Me quitaría las espinas que me hacen
Para que no hieras conmigo
Así no me temerías
Pero eso es poesía

Y cantaría
Cantaría batalla constante
Contra cada muro que nos separe
Y cada negación que nos apartase
Y te llevaría a las nubes
Cargando en brazos flores y veranos
Agua para el mate y dibujos de caracoles
Y me quedaría admirado
Eternamente ensimismado
Por tu palabra y tu aroma

Te juro que lo haría
Pero eso es poesía

Lindas soluciones

Toda la devoración del alma. Consumida en el intento de creer que había retenido algún aprendizaje, condenada a la peor eternidad, la del desconocimiento del tiempo y con él, siempre la experiencia. Así irán sus días, desconectados entre sí y será siempre virgen de olores y de espejos, especialmente de espejos, sin poder reconocerse, sin la memoria que le identifique sus rasgos individuales. Apenás observará las imágenes que tiene cerca y caminará con los bastones del día, los de cartón. Entenderá lo emitido en el lenguaje simple y podrá escuchar lo que se diga con las pocas palabras que supo resolver en ese momento. Pero algo le gritará de lo profundo, los esbozos de las calles y de las sonrisas y eso le causará el mayor de los males, pues no podrá identificar ese sufrimiento, que obligatoriamente padecen las cintas magnéticas que se graban una y ota vez.

Complementos de las sombras

Suele suceder,
no siempre,
de hecho casi nunca,
pero a veces sucede
y cuando lo hace, es fantástico:
Un recuerdo de la infancia
se salta unos casilleros
y aparece reinventado,
disfrazado del presente,
pero con la sonrisa infantil,
la del viejo fílmico oxidado.
Ahí cuando sucede,
cuando el aire de los pulmones
es torta recién sacada del horno
o son panqueques rebalsados de dulce de leche,
en ese momento
pienso,
pienso un rato y luego entiendo,
no mucho, pero algo entiendo,
que tanta vida en tus ojos
no puede ser más que eso
un recuerdo,
un boleto a la memoria,
que como tal, siempre es simple
y bella.

Pequeña nota de disculpas

Santiago, que ya hacía rato que no pegaba una, le dejó a Rocio, una pequeña carta, pegada al imán de la heladera:
"La mitología está llena de errores, porque los dioses no saben que lo son sino hasta que han muerto. Me hubiese gustado conocer mi estado de divinidad al estar con vos".
Rocio leyó la carta, se fue al comedor y escribió:
"¿No es lindo cuando desde la panza te nacen unas cosquillas que van subiendo hasta la punta de la lengua y para frenar esa sensación la chocás contra tus dientes? Bueno, tu carta no me generó eso, lavá los platos de una buena vez".
El correo no funciona con imanes.

Grupo de tambores en Marte

y entre tanto son las manos las primeras en comprender el momento de decir adios y por eso la escritura y el dibujo y las caricias olvidarse de eso significa entonces acatar el juego de los días perdidos los que no avanzan y se resumen tan fácilmente sin lugar a dudas algo deberá explicar el fuego si acaso desea seguir siendo divinizado sin miedos los ojos las almas y las semillas de trigo en los campos de algún planeta templado yo te amo porque esa es la forma más fácil que conozco de perderte y asegurarme no volver a cumplir las leyes establecidas yo no te vuelvo a sentir porque así es más fácil cuando se consigue el planeta musical estará contento de todo y todo lo que quedán son las manos primaverales

Después de la tormenta

Después de la tormenta el secreto se avecina
Se hacen claros los misterios perdidos el cielo
Los motivos de los átomos y de las galaxias olvidadas
Las preguntas de los niños y las formas del fuego
Después de las tormentas los estados se presentan
Se plantean los problemas y se aceptan las derrotas
Las mentes se calman y pierden su energía
Los gritos se silencian y la marea retrocede
Después de la tormenta todo aparece
E idiota es el que crea que eso es salvación
Pero idiotas pueden ser los que no son cobardes
Pues después de la tormenta duerme el juego esencial

Los buenos hombres

Los buenos hombres han perdido la ternura por las armas. Han mezclado en sus bolsos balas con libros. Ayer iban al bosque a bailar y hoy se hunden en la caza. Los buenos hombres han matado hombres y lo han justificado. Los buenos hombres han matado y lo han justificado.
Ese es el ejemplo para los hombres de hoy.
¿Cómo esperás resurgir al mundo si tu paz vive de la sangre de otros seres sintientes?

Cadenas de látex

Decimos estar sueltos, pero estamos equivocados. Quizás las cadenas son más largas que todo el patio que nos encierra, y creemos andar libres sin su peso, pero en las cuatro paredes. Quizás son cadenas de látex y se estiran un poco, pero jamás se rompen.
Decimos abandonar la historia, pero sin ella no seríamos. Quizás obviamos las hojas húmedas, pero forman parte de todo libro. Quizás la experiencia las arruga y jamás vuelven a su forma original.
Justificamos nuestra pena con nuestra alegría, nuestro tropiezo con los logros. Posiblemente jamás notaremos las cadenas, seguramente lo hacemos diariamente, pero la tortura asusta más que el miedo mismo.

El espacio para estar

-Si se retrotrajese para enjuiciarse, ¿qué cosa exigiría?
-El espacio para estar.
-Así es ¿Cómo entendería tanto polvo estelar?
-Contemplando, ciertamente.
-¿Realmente cree que lo logaría?
-Ni con todas mis vidas juntas.
-Todas sus vidas juntas, ¿a qué se refiere?
-Todo ruido se explica en el silencio y viceversa. Despierto, entonces, deduzco mi estado de ensueño.
-Y así comprende su polisémica sombra.
-Correcto.
-¿Dónde está, entonces, ese espacio mencionado?
-En los huecos ausentes, en las partes lúcidas de la historia.
-¿Y allí quiere estar?
-Lo considero necesario.

Si cada segundo importara

Si cada segundo importara, no importaría el motivo que nos justifica. Estaría ahí, desentendido de las posibles contradicciones. Si cada segundo importara no habría tiempo para dudar. Los cobardes se quedan adentro, detrás del ventanal. Nosotros, desnudos de paraguas y de prejuicios, con los ojos del árbol. Si cada segundo importara no habría el tiempo pasado. Seríamos niños, jugando en las amplias calles, descubriendo todo por primera vez.
Habría un momento de despedida, como todo y como siempre, pero no valdría más que lo demás, pues no nos habríamos quedado dormidos, lamentando a la palabra.

Los niños de las espadas cortas

Los ojos de los balcones no varían, porque lo que hay para ver no se diferencia. "Afuera todo se repite", pensamiento repetido. Al final, mis ojos ya pensados me convierten en lo esperable, en la caída básica, en el final clásico y en la primera, quinta, primera.
Caminar por las calles, ser insultado por los autos a los que les freno el paso y tener que bajarme del sueño y subirme a la vereda. Llegar a la plaza y ver la fascinación de los niños de las espadas cortas.

Esa chica rítmica

A diferencia de otras veces, esta vez debía ser exacto, no querría volver a perderla. Como atrapar a un gorrión que canta en el nogal del jardín, cualquier movimiento brusco y se iría.
Allí, ella, esa chica rítmica, sus ojos de hogar prendido y el café caliente. Y acá, él, procurando no pisar ni su sombra, para evitar cualquier ruido que confunda la melodía.
Apenas a unos centímetros y saltar para abrazarla sería un insulto. Como otras veces, él comprendió contemplarla, hasta que esa chica rítmica, la de las cosquillas en la panza y la electricidad en las piernas, decidió retirarse una vez más.
Los motivos siempre espantan y la soledad aumenta los deseos, pero los buenos amores se saben esperar.

martes, 15 de julio de 2014

No sé si te acuerdes de mí

Hola,
quizás ya no te acuerdes quién soy,
pero yo me acuerdo de vos.
Tal vez fue inapropiado aparecerte así,
pero me estoy yendo de viaje
y quería despedirme,
aunque ni te acuerdes de mí.

Porque sí,
porque siempre me arrepiento de todo,
así que si voy a hacerlo,
que me cueste una sonrisa tuya,
incluso la de compromiso.

Sí, esa.

Bueno,
tampoco quería robarte la vida,
para eso están otras historias,
en donde te acordás de mí
y sos vos quien me pasa a buscar
y yo,
seguramente no tan anciano como ahora,
me dejo caer en tus caprichos.

Adios,
así te despediría si estuviese a tu lado,
pero a mí ya me llevó el viento
y no nos despedimos nada.
Claro,
no sé si te acuerdes de mí.

domingo, 13 de julio de 2014

¿Cómo se explica lo pintoresco?

¿Cuánto odio reivindicaste?
Toda la vida dedicada a los metales
¿Fue suficiente para justificarte?
Detrás de la banda ensangrentada

¿Llegarás a darte cuenta de tu historia?
De tus repetidos carteles
¿Entenderás que la palabra es palabra
sólo por su capacidad de ser dicha?

¿Cómo llegaste tan lejos?
Nunca entendiste la máquina
Y te confundiste con el engranaje
Y te sorprendió su movimiento

¿Qué harás con el tiempo que queda?
Porque en algún momento terminarás
Y los más erguidos se horrorizarán
Al leerte de los metales que olvidaste

Terminarás porque así actuaste
Y de seguir significaría tu fracaso
Yo, tan hombre te lo pregunto
Porque busco mi respuesta

sábado, 12 de julio de 2014

Fue servido completar

Todo lo que una vez se pretendió
No nos quiso sentir
Y nosotros terminamos calmándonos
Y yo no tuve excusa más que el capricho
Si todo fue innecesario

Y así fingí responder el misterio
Fue servido completar
Con lo que los otros han construido
Ya que se escapó el resto
De los misterios conocidos

Y todo lo pretencioso que se salvó
Cuando se explicó la literatura
Murió la doble muerte
Casi peor que a la que fui penado
Dejándote la pena
Y el rechazo a perdonar

Todo lo sentido

La primera vez que lastimé a una persona me quedó grabada para siempre. Usaba un traje con cuadrados azules, blancos y celestes y una corbata con mi nombre. Le critiqué a un compañero un libro, le dije que era poca cosa. A penas tenía cuatro años. No fue la única vez que lastimé a alguien, pues ya expliqué que era la primera. También cuidé a varios amigos y también me enamoré. Comí muchas cosas ricas y canté canciones en todos lados. Hice las cosas medio mal, pero las hice. Aprendí a no apresurarme, pero tampoco a quedarme dormido. Quizás me seguí apresurando, pero así fui yo. Las enseñanzas son todas superficiales. Jamás llegué a entender cómo funcionábamos realmente. Me detuve demasiado en temas innecesarios. No leí suficientes libros. No saqué las canciones que me hubiese gustado. Planté a varias personas. Planté muchos árboles. Escribí un libro. No tuve un hijo. Me lo perdí. Pero escribí un libro. No fui la persona más inteligente que he conocido, pero sí la que más pensó. Y también la que más se apresuró. O quizás no. Besé a algunas mujeres y a algunos varones. Siempre fui heterosexual. Me enamoré muy rápidamente. Quizás nunca entendí el amor. Quizás no si el amor es ir lentamente. Quizás sí si el amor es algo más. Hice todo lo que hice para terminar como terminé. Por eso he sido la persona que más ha pensado en el mundo. Y todo fue una duda. Lastimé a un compañerito del jardín. Lastimé a otras personas. Me lastimé hasta que no quise más. Expliqué todo lo que tenía que explicar en mis cuentos y poemas. Por eso escribí un libro. Para explicarlo todo. Todo lo sentido. Todo lo que siento. Y si no me perdonan, lo siento.

lunes, 7 de julio de 2014

Respuesta

Y qué sé yo
Después la vida te dará las respuestas
Así te lo digo porque esto es un poema
Y dejártelo servido me daría mala fama

domingo, 6 de julio de 2014

Cuando ella canta

Cuando ella canta, encanta
Y yo que soy sensible me pierdo
Yo, que moriré siempre fascinado
Caigo en el truco sin preguntas
Y ella canta y a mí me encanta

Si soy escritor, soy tragamonedas
Y funciono con la palanca que baja con la melodía
Y ella canta y es todas
Las fugaces y las eternas,
Ella canta y yo me encanto

Cuando ella canta, arranca el colectivo
Y me pierdo entre las calles que no conozco
Porque me pierdo y porque no las conozco
Porque eso dice ser el arte
Y yo, torpe, lo mato,
Porque no hay nada que espere más a que ella cante
Y yo me encante.

Si llegamos tarde

Si llegamos tarde somos personas,
con toda la tristeza que eso significa.

¿Cuánto tiempo tendremos en deuda?
Tanto tiempo fue que tuvimos tiempo de inventar la excusa
De que llegábamos tarde porque éramos personas.

En alguna cuadra de la vida de la vida de la historia
nos percatamos de eso y nos completó el amor,
matando a todo aquel que nos recuerda la deuda.

Si llegamos tarde, es porque nos toma mucho tiempo esperar.
Y esperamos porque somos personas
sin excusas de por medio.

lunes, 23 de junio de 2014

Hilos de diamante

Te limitaste a observar mis labios
Creíste entender mi palabra
Pero sólo viste dos carnes rojas golpearse entre sí
Y eso te encantó

La posibilidad de poseer te volvió loco
Y compraste mi mensaje que ya era tuyo
Pero que nunca fuiste capaz de abrir
Y de resolver

¿Cómo no ibas a quedarte estupefacto
Cuando la palabra se hiciese historia
Y el mensaje redundante?

Dirás que fui una victima
O que fue la mayor desconcideración de la historia
Pero tuviste mi sentido
Y te cegaste en lo obvio

domingo, 22 de junio de 2014

Y yo que me enamoré de vos

Todo misterio tiene un minuto familiar
Ese que nos llama a curiosiarlo
Porque si no moriría ausente
Y en la ausencia no cabe el ser

Lo que me invitó no nos importa
Porque cumplió y eso bastó
Y las esculturas fueron de imperios
Hasta el final de los días

Y es que no existe más final que ahora
Momento que nunca existe
Pues lo único certero es lo corroborable
El pretérito pensado

Así quizás el final ya haya pasado
Y todo el misterio es irrelevante
Todo es el recuerdo de otra persona
Y yo que me enamoré de vos

sábado, 21 de junio de 2014

La proeza de la promesa

Qué maravilla, las promesas.
Uno, que anda con la bandera de la libertad a todas partes, se encadena con lo más etéreo posible, las palabras y se queda ahí, hasta sabe cuánto tiempo.
Por supuesto que existen los que arruinan las maravillas, porque para eso estamos, para que se fijen en nosotros, para romper los castillos de arena de nuestros hermanos menores y que nos presten atención. Pero para que la destrucción sea relevante; ah, qué maravilla debe ser ese enemigo.
Y no hablo de los contratos implícitos, los que nos hacen firmar apenas cuando apenas llegamos al mundo. Esa clase de injusticias harían llorar a cualquiera, y en efecto, esa es nuestra primera reacción, la primera vez que levantamos la bandera mencionada. Yo le refiero a las promesas gritadas, las que, clavándonos un Tramontina en el pecho, decimos mirando a los ojos de la nada, pues al mundo poco le importan. Qué irónico.
Tanto sufrimiento, tanto honor al mantener esas palabras intactas, sin que el desgaste de lo sucio que además somos lo contamine. Cerramos los ojos, agachamos la cabeza y corremos hacia adelante, defendiendo algo que no se preocupa por nosotros. Qué estupidez, pero qué parecido a los caballeros de los cuentos viejos. Entonces, qué honor esa estupidez.
Como una estrella guiadora, pensamos que las promesas nos llevan por los buenos caminos de azúcar bronceada, y olvidamos que fueron cadenas los que nos pusimos. Quizás no queramos ser libres, quizás queramos esas cadenas, para que las tome otro ser superior y nos lleve a algún camino, a cualquier parte.
Adentro, en los mejores momentos de soledad, donde las bocas más grandes y más tontas no llegan, nos rezamos cada una de las promesas, creyendo que así, seguiremos siendo toda la vida más.
Y yo, que te prometí tantas cosas.

miércoles, 11 de junio de 2014

¿Qué compartimos?

Todo lo que se queda en la pregunta
Se reutiliza en un estadio de sonrisas
Cansado de ser cazado por los casados
Y en sus pechos

Toda morena corriendo hacia lo sería
Que se complica cuando es más si que sí
Y se refiere a un bajo ángel que sangra
Los pies

¿Qué hicieron los peces para perder la sangre?
Quizás si el mar es lo onírico y lo llegado
Si el techo de lluvia se puede caminar
Y hacerlo hombre

Soy pregunta porque me mantengo audible
Repetible casi por necesidad biológica
Y con la sangre que me recuerda mi realidad
¿Qué queda para el resto de las almas que siguen?

jueves, 5 de junio de 2014

¿Qué sucede cuando sucede y cuando deja de suceder, sucediendo así otra cosa?

Una vez hubo un cuento que
-vacío de sentido-
se sentó a mi lado y me dijo:
serás mi escritor y yo tu obra.

Un día el cuento se fue y yo
-vacío de sentido-
comprendí el error de haberme creído completo
sólo al darle la misma ilusión a otro.

martes, 3 de junio de 2014

En el campo de las Parras

Llegará el día en que seremos tan viejos
y estaremos tan cansados
y anhelaremos la fuerza que tuvimos cuando jóvenes
y quizás ahí podremos ver lo que siempre negamos
veremos la luz llegar y luego irse
y entenderemos que siempre lo hizo
pero que fue más fácil sentirla lejos
porque tuvimos tanta fuerza
y tanta juventud
que no teníamos nada que penar

lunes, 2 de junio de 2014

Así nos acordamos

Es así el momento de despegarse:
casi si las flores fuesen colores,
no alcanzó su robo, debieron mutilarla:
cortarla en pedazos
y bañarse con su sangre

Así se hizo la primera primavera
pero nunca lo recordamos,
sólo cuando la guerra cobra venganza
y nos recuerda:
"todo lo que ves fue mío y vengo a recuperarlo"

sábado, 31 de mayo de 2014

Y acá lo que queda

Es porque es y nada más
Las coronas no valen en estas tierras
Todo pensamiento suyo se queda en tu casa
Donde vive tu amor
Acá los textos son otros
Tan distintas a los suyos
Que no se asuste
Pues del otro lado del puente
Si la lluvia cae
Sólo ocurre en una dirección

Es porque es y nada más
Las sombras no nos llegan
Y ni él ni yo estamos conectados
Ni en el flujo del tiempo y lo repetido
Ni en el reino de las posibilidades
Pues entonces que la vida continúe
Cada uno con su sentido
Y vos respondiendo en cada lado
En tu casa con tu amor
Y acá lo que queda

domingo, 25 de mayo de 2014

La montaña sostenida

Puede haber un momento al abismo
y lo que huyó ya no puede saltar
atado a la sombra desilusionada
con Marte amado y el fuerte grito

Acá se juntaron los niños
pidiendo algo de comer
pero no aceptan comida
se conforman con un poder

La gravedad fue inventada por los jefes
que se asustaron de los artistas
y al final le dieron más sentido
cuando les quitaron el peso amanecer

Y la mujer de las explosiones de colores
cerró las puertas y se ahogó
muerta en su universo de hierro negro
con la sonrisa que exigen las cadenas

Y si acaso la vida fue una desesperada niña
que se perdió
y nos exigió que la llevemos de nuevo a casa
lugar que ya no existe

pobre de los niños
pobre de los artistas
pobre de los brujos
pobre de nosotros

jueves, 22 de mayo de 2014

El problema de la ciudad

Nadie jamás ha visto lo que sucede cuando dos espejos se reflejan
Y es que no se puede
Porque observar dos espejos
Uno frente al otro
Significa ser parte de la situación
Es decir
Ser reflejado
Entonces
Como el árbol que cae en el bosque de la soledad
El eterno reflejo
El encuentro de dos espejos
Es algo que jamás podrá ser visto

La luz viaja a una velocidad tan rápida que no lo percatamos
Pero el reflejo es una imagen antigua
Del pasado
Y al fin y al cabo
El reflejo tiene la misma naturaleza que los recuerdos

Sucede lo ocurrido con los reflejos
Algunos
Como el que se ve en el espejo del baño
O del ascensor
Pueden controlarse
Y elegir evitarlos
Pero otros
Los de las vidrieras de los locales
O de las ventanillas de los colectivos
No

Peor es en una ciudad tan enorme
Tan llena de gente con necesidades
Y tantos reflejos
Y lo mismo ocurre con los recuerdos
Uno puede evitar ciertos
Pero otros aparecen sin que uno se lo proponga
Y más en esta ciudad
Tan llena de reflejos

Pero el mayor de los problemas sucede que al igual que los espejos
Coincidir dos recuerdos es imposible
O quizás no lo sea
Pero nunca podremos saber cuándo ocurre
Y estaremos en una ciudad llena de gente
Y esa gente en un mismo colectivo
Y vos subiendo
Y yo sentado atrás
Y jamás saber que compartimos ese viaje
Porque esta ciudad está tan llena de reflejos
Que nunca habrá un momento de intimidad
Para compartir los nuestros

Si el instante se cae

Luego la canción terminó
con todo ese viento
y ni los autos se acercaron

Cuando todo fue un silencio
tan pesado que los labios se derrumbaron
la noche se deshizo y se construyó

Usted está acá para ser feliz
pero no se confunda
usted no está obligado a quedarse

Las sonrisas que nos dejaron las lluvias

¿En cuántos cuentos caberá esta historia? Nunca lo sabré. Lo que sí sé es que éste no es el último, así como ustedes bien saben que no es el primero.
De todas las veces que se ha contado, creo que mi versión, que leerán a continuación, es la más pobre de todas. Será porque escuché la historia original sólo una vez y hace tiempo, por lo que los detalles se me han ido borrando y no quisiera inventarlos. Por eso les pido que me disculpen, si acaso omito partes que ustedes consideran que son indispensables para terminar el sentido.
Sucedió hace mucho tiempo, en un lugar tan lejos que ni las sombras se parecen a las nuestras. En un lugar en donde la monarquía seguía teniendo sentido, o acaso las clases sociales, no lo sé; pero en lo alto de la torre más bella de todas o en el edificio más grande del lugar, una chica, a la que llamaré Florencia, porque el nombre me gusta y nos es familiar, se encontraba acostaba, llorando por su destino.
Hay un término en latín para la enfermedad mental que Florencia acababa de saber que padecía, pero nunca aprendí el idioma. Lo cierto es que Florencia iba a morir, pero lentamente y con mucho dolor.
Cualquiera hubiese decidido optar por una muerte digna y terminar con el sufrimiento, pero los médicos no lo aconsejaban en lo absoluto, pues la cura estaba muy cerca. Fue así que Florencia siguió con vida, a costa de su familia y los profesionales, a pesar de que ella pronto comenzó a sufrir un dolor que no podía aguantar.
Quizás fue una hija de las sirvientas que había en el hogar de Florencia, no lo sé. Es decir, no sé su procedencia, pero jamás podría negar su existencia, que es crucial para mi versión de la historia. A ella no le pondré un nombre, porque no se me ocurre ninguno que esté a la altura de sus acciones, o quizás sí uno, pero temo decirlo en voz alta, así que simplemente será "ella".
Ella apareció a los cuatro años de que Florencia conoció su condición. Fue un encuentro casual, quizás jugando por los jardines del castillo o en algún otro lugar, ella se cruzó con una Florencia pálida, oculta de las luces, naturales y artificiales. Ella le sonrió y Florencia no le devolvió el gesto, no por tener malos modales, sino que no sentía fuerzas para ser cortés, pero a ella no le importó y se le acercó. Quizás le habló de las artes musicales, quizás fue de los placeres culinarios, no puedo recordarlo y no creo que les importe a alguien más que no haya sido a ellas, por lo que seguiré ignorando sin culpa. Pero algo debe quedar en claro, ellas dos, desde ese momento, no se volvieron a separar.
Pasaron años juntas, jugando y divirtiéndose. La familia de Florencia estaba totalmente agradecida con ella, pues a pesar de que su condición seguía igual, las ganas de Florencia de pelear habían aumentado y todos los días que pudo, se levantaba con fuerzas.
Naturalmente, su enfermedad fue progresando y cada vez le fue más difícil ponerse en pie y tanto Florencia como ella, lo notaban. Comenzó a ser más duro para ellas jugar y llevarse bien, pues el dolor que Florencia sufría era más fuerte y le quitaba las ganas de ser amable.
Fue un día, luego de discutir, que ella se cansó de Florencia y se fue.
Toda la familia la odió por el daño que le había generado a una chica enferma y delicada, pero Florencia, llena de odio, decidió mostrar que no necesitaba de ella y que no quería que nadie le tuviese lástima.
Así pasaron otros años y Florencia se mantuvo firme, ocultando los punzantes dolores que su cuerpo padecía de su entorno, para que nadie jamás fuese compadecerse de Florencia, para luego abandonarla.
Pero la cura no llegó a tiempo y Florencia, luego de cuatro días de un terrible sufrimiento, murió.
Ni al realizarse el velatorio, ella se presentó a despedirse. Nadie de la familia la volvió a ver.
Tiempo más tarde, cuando comenzaron a ordenar las cosas de la antigua pieza de Florencia, encontraron un cuaderno, en donde anotaba sus cosas.
Posiblemente muchas hojas estuvieran con insultos o con frases incoherentes producto de la demencia que comenzó a sufrir en su último año de vida, pero hubo una frase que, aunque fue catalogada como producto de lo que acabo de decir, para mí tiene un sentido extremadamente lúcido, y que fue la siguiente:
"Puede la lluvia mojar, pero el fuego arde. Gracias".

¿Te acordás?

Si hemos sido creados, hemos sido creados para morir. Es lo único que haremos con seguridad y lo único que haremos bien. Lo segundo que debemos hacer, es despedirnos.
Sí, habrá el que diga que la despedida sólo es posible con el recibimiento, pero esa es la clase de persona que es estúpida y habla por hablar sin notar en el ambiente en donde está. Y éste es uno triste, tristemente.
Si las despedidas son dulces, lo son porque son como una manzana, pero no cualquiera, la prohibida. Muchas veces nos damos cuenta del error que fue, cuando ya la hemos comido y cuando luego de despedirnos, nos han desterrado de nuestro hogar.
Porque sí, toda despedida significa irse del hogar. Incluso cuando se va el otro y uno se queda. Porque ese espacio pierde la mitad de su energía y ya no se puede sentir como se sintió antes.
Pero luego de la última despedida, ya no está ese dolor dulce, ni ese desterramiento. En todo caso, todo lo contrario, hay un terramiento, pues quedamos bajo tierra o nos hacemos polvo, que no es lo mismo, pero es igual.
Y si lo hay, si existe una instancia posterior, entonces Dios debe estar muy enojado con nosotros, pues disfruta que nos despidamos constantemente y quizás, de tanto hacerlo, ese dolor haya cobrado forma propia y ande con nosotros desde los principios y es por eso que el ambiente es triste, obviamente.

Geraldina, mi amante

Sí, cualquiera, mi amante se llama casi igual que yo. Pero uno debe andar haciendo la vista gorda en esos detalles, en especial cuando la otra persona se presenta por primera vez con un casco del Power Ranger verde, ese que era re polenta.
Creo que mi mayor talento no se relaciona con las tareas artísticas que pueda llegar a realizar, sino con una característica para nada útil, que consiste en saber qué canción es cada persona. Cierto, talento totalmente absurdo y sin sentido, en especial porque a la persona que más deseo, mi amante, jamás le encontré la canción adecuada.
Pasa que Geraldina es así, indescifrable. O no. Posiblemente no, pero cuando uno está caliente con una persona, toda tu lógica y los rasgos de sujeto se puedan traer se ocultan y para uno esa, sí, esa Geraldina, es la chica más fantástica de todo el mundo.
Quizás mi esposa un día se entere de mi aventura y me largue a la calle, pero dudo que lo haga, pues es tan la adrenalina que tengo con mi amante, que me sobra y no hay una noche en que no la deje a mi mujer, desarmada en la cama, esperando un poco más de mí, que soy más yo, con eso que produce sentir a dos mujeres deseándote.

Principio de caballero

Con la carga de las aves azules
que esperaron un millón de años
para venir a cobrarse los sueños
que me escondí debajo del miedo.
Todo el día atrapado al efebo tiemble
de sentir que hoy no será nunca ayer.
Y así estarán con sus ojos negros
robando lo que les pertenece
y yo quedaré como el dragón griego
pero sin jamás olvidarlo, pensando
¿cómo haré con tantas cadenas
para nutrirme con las vitaminas del sol?

La chica radioactiva

Luego de que las naciones acordaron dejar de experimentar con bombas nucleares, todos evitaron a Amelia, la chica radioactiva.
Famosa en sus primeros años, antes de empezar cualquier película en el cine, uno veía cualquier imagen de Amelia, aunque con planos de poca duración, pues el fílmico se deterioraba rápido al estar expuesto a ella.
A pesar de toda la fama, su nacimiento nunca fue claro y las versiones abundaban por todos lados. Se decía que la primera vez que la vieron fue tomando sol en una costa de Francia, o jugando con las hormigas en Estados Unidos y hasta que la encontraron en una cueva, perdida en la Unión Soviética. Las viejas que se juntaban en el pasillo de mi departamento decían que era peronista, así que sí, de ella se decía de todo.
Sea cual sea su origen, poco importaba, porque era todo el mundo el que quería apropiarse de Amelia, la chica más hermosa de todo el mundo moderno, o así fue en sus primeros años.
Vaya uno a saber qué es lo que hace al hombre hacer y dejar, cuándo lo ridículo fue catalogado como bueno o malo y porqué Amelia fue dejada a un lado, pero así sucedió.
De todos sus orígenes, hay uno que es mi favorito. No por el lugar, el cual no mencionaré para que los hilos que me mueven a contar esta historia no sean tan obvios, sino por lo que me genera la historia. Amelia tenía 12 años cuando conoció a un chico tres años mayor. Ellos se volvieron mejores amigos y se juraron nunca separarse. Incluso con toda la fama que consiguió Amelia en su momento, jamás olvidó a su amigo y siempre consiguió escapar de todos los deberes sociales que debía cumplir para verlo y pasar el rato juntos. Así fue durante años. Pero cuando se decidió que el armamento nuclear era muy peligroso y Amelia, la chica radioactiva, fue considerada peligrosa para el orden de las comunidades y expulsada de su país, ellos dos nunca más se volvieron a ver. Amelia sabía que a pesar de no poder volver a su hogar, su amigo estaba libre de sospechas y podría irse con ella a otra parte, pero él jamás se comunicó. A través de conocidos, la chica radioactiva intentó rastrearlo, pero quedó totalmente desorientada cuando supo que su amigo había escapado de su hogar sin dejar una nota.
Amelia, en total soledad, buscó a su amigo por todo el mundo y jamás lo encontró. Ya anciana y refugiada en las arrugas de la indiferencia, Amelia consiguió regresar a su país y fue hacia la casa de su amigo, totalmente vacía por los conflictos políticos que atravesaba el país en ese entonces. Al encontrarse en su habitación, toda destruida, se quedó mirando en silencio, recordando los momentos y justo cuando estaba por retirarse, a su mente le llegó un día del pasado, a los gritos, pidiendo ser observado. Amelia, abrió los ojos con rigidez y se agachó a buscar el zócalo flojo, en donde ellos guardaban sus secretos. Y ahí estaba.
Amelia leyó:
"Lo que hemos jurado ya no lo podemos obviar, sea en donde sea, quizás donde las palabras siempre quedan".
Y así fue como Amelia, la chica radioactiva, se consumió con una sonrisa y fue en busca de su amigo, esta vez, sin apuro, pues en esos lugares el tiempo no interesa.

El ojo de fuego

En lo más inalterable del ser
Si acaso existe un grado de unicidad
Habrá una roca con la pregunta formadora
Y en su propio código, explicará las cosas puras
Las que poco han visto de la luz

Se dirá que el ojo de fuego no puede llorar
En ese demoledor deseo animal
De hacer de las cosas, la luna
Se dirá lo que sea porque el río ya corre
Y tanto imperio ya está en marcha

Pero si acaso pudiese ser
Que la sombra no sea sombra y el rostro tampoco
Entonces todo el ruido perderá sentido
Y acaso así, ¿no dejará de existir?
¿Cuánto horror hay en pensar que la rosa nunca se llamó así?
¿Cuál será mi destino cuando se me refute lo primero?

Aquel que lo vio todo

Jamás serás verbo y Él enmudeció
Ni la piedra más negra de todas le dio consuelo
Y en su puntiagudos cuernos solares
Le dio al hombre su desgracia hecha anhelo
Y ellos armaron la historia por él
Aquel que jamás vio el día y lo vio todo

Ganó la guerra con lo gris y lo amarillo
Y fue Perro, Serpiente, Trueno y Sol
Y lo fue todo porque al hombre se lo encargó
Cuando en la sombra del saber se explicó la sangre

Jamás serás verbo y Él enmudeció
Y en lo obvio de la soledad
Le dio la madera y lo blanco al hombre
El cuarzo rosado
Él que lo ha visto todo y ellos
Que lo intentaron

Mejor así

Debe existir un universo para cada cosa
Un millón de yos que viven, nacen y mueren
Y se presentan a millones de días
Con tantas ropas diferentes
Los que duran un segundo
Y los de la eternidad
Si acaso siguen historias mías pasadas
O andan en cosas que ni puedo imaginar
Puede existir un mundo en el que te asesinaron
Y está éste, que no
Ante tanta posibilidad puede sentirse como el adiós
Si seguimos, lo hacemos de la mejor forma de todas
Y cuando despertemos
Y recordemos que somos parte de un mismo universo
Nos relajaremos, pues entonces entenderemos que no existe
Que no hay distancia que realmente nos separe
Y no sé vos, pero para mí, mejor así

Si llegase a llover hoy

Si hoy la lluvia se nos interpusiera, yo me quedará encerrado con las ilusiones. Qué cómico, siempre le tememos a las paredes, a las murallas y a otras cosas sólidas, pero al final, nuestros muros son líquidos. Acá yo y allá vos, pero separados por bloques de agua que parecen impenetrables.
Somos cuando podemos definirnos, cuando nos diferenciamos de lo demás, y esas diferencias viven en los límites. Si hoy la lluvia se nos interpusiera seríamos eso, lluvia, agua ¿y acaso no lo somos? Qué cómico, siempre detestamos las estructuras sólidas por su rigidez, pero al final, lo que siempre seremos, es decir, lo más estable de nosotros, no se puede moldear.
Pero si llegase a llover hoy, no serían importantes esas cuestiones, no importarían mis limitaciones o mis esencias, sino tu cara de disgusto al ver que he vuelto a dejarte plantada, y esa cara no se lava con nada.

Martín

Y un día, Martín se fue de la casa. Hacerme el sorprendido, el que no me lo veía venir, sería una mentira y usted sabe que yo no miento. Pero cuántas cosas hay que sabemos de antemano y aún así, cuando suceden, nos dejan desarmados en un rincón con la pila de pañuelitos usados y la nariz paspada.
Martín se fue y ya no va a volver. Lo peor de todo es que el mundo sigue igual. El descarado mundo sigue girando sin darse cuenta del terrible vacío que hay acá. El sol sigue alumbrando, la señora de enfrente sigue regando las plantas y el colectivo sigue casi apropeyando al nene que cruza la calle sin mirar ¿Y qué se puede esperar? Si nadie se detiene a mirar.
Martín se fue de a casa y ni a los muebles, ni a los cuadros se les ha piantado un lagrimón. Martín se fue y parece que sólo se despidió de mí.

Si la gota golpea el piso

Si la gota golpea al piso se destruye
Y en su desesperado intento de sobrevivir
Se parte en hijos con finales más rápidos
Y estructuras más frágiles

¿De qué perla habremos nacido?
Algún extraño cristal ya olvidado
¿Y cómo tendremos tiempo para recordar?
Si queda tan poco para atravesar el suelo

Nuestro miedo quizás no nos pertenezca
Si acaso ha sido heredado
¿Cómo podemos sufrir la sangre?
¿Cómo podemos cargar todo lo blanco?

Si la gota ha golpeado el suelo
Y si nosotros golpearemos el suelo
Y nuestros descendientes lo harán
¿Cuándo será momento de aceptar lo inevitable y así dejar de caer?

Cuando vuelvas a casa

Cuando vuelvas a casa yo no estaré esperando.
Ya me habré ido y no regresaré.
Pero cuando dejes ese lugar, húmedo y sucio,
quizás nos crucemos en otro lado.
Me contarás tus historias y yo las mías.
Nos alegraremos de todo lo que hemos vivido separados,
y ya juntos, de la mano, andaremos otra vez.

Pero será si acaso nos volvemos a cruzar,
pues cuando vuelvas a casa yo ya no estaré ahí.

Oda a Edu

Si Eduardo tiene tres hermanas, Ana, Anastasia y Analía, pregunta, ¿cuál de sus hermanas lo quiere más? y al lado, justifique. Pueden empezar.
La respuesta es fácil, yo lo quiero más. Si fuese por Anastasia y Analía, la infancia de Edu hubiese sido un garrón. Decí que estuve ahí para darle una mano, porque ellas han sido siempre re conchudas con el pobre Edu, en especial cuando él estaba entrando en la pubertad.
Bueno, también él, siempre tan boludo. O sea, con cariño lo digo, él sabe que yo lo quiero, pero bueno, a veces una lo miraba y decía: Ay, dios, ¿cómo podés dejarte boludear así? Te digo, eran todos los compañeros tomándolo de punto a él. Que pasame los deberes, que dame plata para el recreo, no sé, de todo. Y Edu siempre ahí siendo pasado por encima. Y bueno, como te dije recién, las otras dos también estaban en esa. Si no era que lave los platos en el turno de ellas, era que limpie el baño, que junte las cacas del patio, ¡todo! Yo lo miraba al pobre yendo de un lado al otro, obedeciendo lo que le decían y así fue siempre. Uno diría que en un momento explota y mata a alguien, pero no, Edu siempre fue nada, así, buenito, bah, más boludo que otra cosa.
Me acuerdo de una vez que al fin se hablaba con una chica y se iban a ver no sé en dónde. Casi una cita, te digo. Y no me acuerdo si fue Anastasia o Analía la que le pidió que se quede, porque venía una tía, Julia, que es... ni te cuento, siempre criticaba todo y era insoportable, pero al Edu lo amaba, así que cuando estaba él, ella como que se relajaba y no te decía que estabas más gorda o que con esa postura nunca ibas a tener un novio. Sí, bien mal cogida era.
Yo te hablo así porque nos tenemos confianza, qué sé yo, si te jode vos decime.
En fin, la cosa es que Edu terminó dejando colgada a la otra, pobre, y se quedó en casa mientras la tía esta le rompía las bolas. Pobre, se cagó muriendo sola, tanto que criticaba, pero bueno, hay cada una.
Y nada, así fue siempre, creció y fueron sus compañeros del laburo los que lo boludeaban o su jefe. Me acuerdo que su primer trabajo fue en una oficina de correos y siempre era él el que se tenía que quedar hasta más tarde mientras todos los demás se iban. Cosas así le pasaban y Anastasia y Analía seguían. De hecho cuando papá y mamá se murieron y hubo que repartir los bienes... ¡ay, cómo lo cagaron al pobre! Todo se quedaron ellas, la casa, los muebles, los dos autos. Creo que él se quedó con una mesada, otros muebles chiquitos y el sillón del abuelo, que tenía más pulgas que un perro de la calle.
Así que nada, como te digo, eran muy conchudas con él, ¡y eso que no te conté de Ana!

Y si ella se va

Una vez me dejé mi cuaderno en el banco de una plaza. Cuando volví a buscarlo ya no estaba en ese lugar, sino en las manos de una chica de rulos negros. Ella recorría cada página con una sonrisa y yo no sabía qué hacer. Quería mi cuaderno de regreso, pero me daba vergüenza reclamarlo.
-¿Esto es tuyo? -me preguntó.
-Eh... no, es de un amigo. Me pidió que lo venga a buscar.
-Ah, qué pena. Decile a tu amigo que dibuja muy lindo.
-Bueno, gracias ¿Me lo devolvés, por favor?
Ella me dio el cuaderno y al tomarlo salí corriendo. Cuando llegué a la esquina me di vuelta y ahí seguía, mirándome, con una sonrisa, sabiendo que le había mentido y seguramente descifrando mi tímida personalidad.
Quizás haya tiempo en otra ocasión para recordar los días que acá estoy olvidando, pero hay una parte de nuestra historia que siempre voy a tener que recordar. Ya no éramos niños ni nos guardábamos secretos.
-Te resultará sorprendente, pero todavía me dan ganas de abrazarte cada vez que vuelvo a casa y te veo tan despreocupado -me dijo ella. Yo no le dije nada, me quedé mirándola, reforzando mis ganas de seguir en cada gesto suyo, en sus rulos plateados. 
-No me mires así, sabés bien quién soy -me recriminó y se sentó al lado mío. Se quedó un rato mirándome, acariciándome la mano y luego se paró. -Sabés bien quién soy, lo sé.
En mis historias suelen haber muchos cuadernos, de hecho ahora mismo yo tengo uno. Si acaso un día tuviese algún inconveniente, ahí podrán encontrarme, incluso si ella se va.

Si mis hijos preguntasen por mí

Si alguna vez mis hijos preguntasen por mí
Quiero que les digas que me fui del pueblo
En busca de respuestas que hoy no puedo dar

Quiero que les digas que quizás esté perdido
Y que posiblemente no consiga regresar
Pero que me mueve la necesidad de que vivan

Si alguna vez mis hijos preguntasen por mí
Quiero que les digas que dejé a los hombres
En busca de algo más que pueda ofrecerme vivir

Quiero que les digas que seguramente no vuelva
Pero que fue necesario dejarlos atrás
En el último intento de darles lo que no les puedo dar

Si alguna vez mis hijos preguntasen por mí
Quiero que les digas que su padre fue hombre y absurdo
Y en un toque de luz, entendió en la ausencia un mundo mejor

Razón de las estrellas

Que la palabra "estrella" rime con "bella" lejos está de ser una coincidencia. Las rimas suelen serlo, muchas son tristes casualidades o procesos modificados, generados a la orden de antiguos monarcas caprichosos. No así sucedió con estas dos palabras. Incluso si observa con detenimiento, no encontrará muchas palabras que rimen entre ellas, excepto la que acaba de escuchar y alguna otra más, pero son pocas.
Si acaso conseguí llamar su atención y sigue mis palabras todavía con cuidado, intentaré no defraudarlo, pues le explicaré el porqué del juego melódico que existe entre las dos palabras.
Seré breve, la razón es porque las estrellas efectivamente son bellas. Y fin.
Seguramente estará defraudado de tan simple respuesta, pero no tengo otra mejor para ofrecerle. Lo que sí puedo explicarle, es el porqué de la belleza de las estrellas.
Seré breve nuevamente, la razón es porque las estrellas están en el cielo. Y fin.
Si acaso usted se está cansando de defraudarse con este texto, le ruego un poco más de paciencia, porque lo que viene seguro le va a interesar y es el porqué las estrellas están en el cielo.
Seré tediosamente breve, la razón es porque son estrellas y las estrellas son bellas. Pero aguarde, no finalizaré tan pronto, no se me ofenda, dulce muchacha. La belleza de las estrellas radica en la dificultad que significan para nosotros, pues están inalcanzables, a millones de años luciérnagas, que son peores que los años luz, porque cuesta un montón encontrar una luciérnaga hoy en día.
Esa distancia entre nosotros y las estrellas, esa dificultad que hay para tenerlas, es lo que las hace bellas, porque están en el cielo, porque son estrellas. Y ahora sí, fin.

Juan, el del mar

La ventana del este que suele mirar al mar
y a la espuma juntarse en la arena
ha empezado a empañarse
por las diferentes temperaturas que hay
dentro y fuera de la casa
y ya apenas puedo verla caminar
con las manos en los bolsillos del saco amarillo
y con su gorro de lana violeta.
Pero sé que por ahí anda
recogiendo caracoles para la entrada
y fumando un poco de su cigarro armado.
El frío ya nos ha alcanzado
y ya la gente desapareció de la playa.
El guiso en la olla comienza a hervirse
y ella se pega la vuelta
al ver mis gestos desde la entrada sin caracoles.
La casa se calienta con la comida
y ya se hace imposible mirar a través de la ventana
pero no significa que no haya nada del otro lado.
Cuando llegue el verano y ella se haya ido
y la temperatura entre adentro y afuera vuelva a diferenciarse
sé que no la volveré a ver
pero serán mis ojos empañados
lo que harán su pequeña despedida.

(sin nombre)

Cuando el tornado se desarmó
y todos los muebles volvieron al suelo
aquellos que no se desarmaron al caer
casualmente fueron los que cargaban las fotos
de los niños que murieron

Validez

En algún momento de mi vida,
mi vida fue otra cosa, otro verbo.
¿Qué sería el regreso sino algo perdido?
Incluso el segundo se moja si toca la orilla.

María, la del mar

Hay canciones que dejan de estar de moda. Sí, se pueden escuchar en privado, pero ya cantarlas en público no, la gente se queja.
María lo sabía y le causaba algo de dolor. Verán, ella tenía una canción muy bonita, que había cantado durante años, pero llegó un momento en que ya nadie quiso escucharla y ella se quedó sola, con una canción que no daba para más.
María debía despertarse cada día y caminar por una ciudad que tarareaba otra melodía y ella tenía que estar de acuerdo con eso. Porque sí. Porque a la gente le molesta las caras tristes, trata de ocultarlas y dejarlas en la oscuridad y ya suficientemente triste era para María escuchar otra canción como para además quedarse excluida de las cosas. Por eso María sonreía, falsamente, pero lo hacía.
Se guardó las noches en su habitación, cuando ni su marido la podía escuchar, para cantar el estribillo de su tema muy bajito, una y otra vez, hasta que se quedaba dormida. Luego se levantaba, fingía que todo estaba bien en el mundo y se iba a vivir esa vida que le gustaba tan poco, en una ciudad que no era la que ella quería.
Pero Buenos Aires es así. Buenos Aires y todos los otros aires del mundo. En ellos viajan distintos sonidos que vienen y se van o que vienen y luego se van. Así son las cosas.
María lo sabía y le causaba mucho dolor. Por eso los domingos se iba temprano al límite de Buenos Aires, ahí donde nacía el mar, saludaba al poeta de las olas y se guardaba esos segundos en los que, entre todas las vidas que caen al mar, quizás encontraba algún mínimo vestigio de su canción, quizás una nota, cantada por otro, como dándole alguna esperanza.
Lo malo es que no son muchas las notas y se mezclan entre otras canciones. María sueña con que su canción volverá a ser escuchada por otros, pero lo que sucede es que se confunde de pertenencias y se aferra a cualquier si, pensando lo que no va a ser.

Vaya uste' a saber

En este pedazo de tierra
Que no es mucho pero es algo
Yo le saco mis acordes
Y uste' se baila la tarde soleada
Uste' me sonríe en la guitarreada

En este pedazo de tierra
Que está vieja pero viva
Yo le canto las canciones
Y uste' da vueltas con alegría
Uste' nos llena de fantasía

Podrá caer el sol otra vez
Y nosotros despedirnos
Pero cuando uste' me baila
Ni lo obvio está asegurado
Y que el mundo seguirá es sólo posible
Porque lo que importa es su sonrisa
¿Y el resto?
¡Vaya uste' a saber!

La guitarra con agua

Parece que no habrá noche para nosotros
Y nos repetiremos los peores datos
Y cuando salgan los niños de la escuela
Estaremos en lados diferentes
Para recibirlos, la guitarra con agua

Si yo fuese un martillo

Si yo fuese un martillo
Rompería tu cabeza
Derribaría tus vidrieras
Y fabricaría con la ruina

Si yo fuese un rayo
Te quemaría el cuerpo
Asesinaría lo que toque
Y le daría energía a los demás

Si yo fuese un árbol
Te observaría todo el tiempo
Te abrigaría de frescura
Y moriría en el silencio

Pero si fuese otros seres
No sería el que siempre seré
Un Gerardo de muertes y alegrías
Y si fuese otro, no podría desearlo
Y así no cabría ser

Cable

No quieren que sigamos con vida. Quieren que sigamos viviendo para ellos. No les interesa que seamos, sino que seamos un logro que se puedan adjudicar. Nuestras hazañas serán las hazañas de "MI novio/amigo/hijo/hermano". Así, pues, seremos siempre una extensión de otro, que no quiere oír nuestra tristeza ni nuestros problemas, sino que quiere que tengamos una sonrisa cuando estemos con él.
No nos quieren con vida. Nos quieren a su lado. Quieren que avancemos sosteniéndolos, escuchando sus inquietudes, ayudándolos a que sean más. No toleran nuestro color, seremos siempre extensión.
Realmente no les interesa que vivamos. No tienen verdadero interés en que seamos felices, en especial si esa felicidad les perjudica a ellos. Así como no aceptan nuestra muerte, tampoco aceptan que los dejemos, si eso nos da felicidad. Odian a la montaña, porque saben que es ahí el lugar a donde escaparíamos. Harán lo posible por tenernos a su lado, escuchando sus historias, eternamente. Seremos siempre su extensión.

Y a tus pies, la mentira

La ciudad se quedó parada y mojada. La noche llegó temprano, aprovechándose de su cualidad de ilusión. Salir a caminar, entonces, era un acto de rebeldía poética, de innecesaria soberbia o de triste obligación. El resto de nosotros, se quedó en casa, mirando la lluvia y escuchando algo de música.
Posiblemente en las calles hubo alguna historia interesante para contar, pero jamás llegará a ser contada, quizás porque el colectivo que tenía que acercarla estaba de paro o porque se aguó toda y murió desarmada.
Así quedó la memoria como única redactora ¿Ha sido posible referirse a alguna otra en otro momento? Todo lo escrito ya ha pasado antes, afuera en la ciudad frenada o adentro en mi imaginación, pero siempre fue codificado por mis capacidades mentales. Al fin y al cabo, todo es producto de mi mente.
De esta forma, afirmar que todo es en esencia, mentira, es tentador, casi obligatorio, pero sería un terrible error negar que toda historia no está basada en hechos reales. Ya sea en el espacio que sea, todo fue ideado en el plano de lo real. Negar nuestros pensamientos o colocarlos en una dimensión diferente es tentador y hasta poético, pero termina siendo innecesario.
Le tengo confianza a mi mente, sé que me puede ofrecer varios disfrutes, pero realmente lamento perderme la fantástica historia de Jorge, caminando por la avenida San Martín.

Reviens, reviens

"Nosotros dos no somos amantes de la vida. Cuidado, tampoco de la muerte. Simplemente no consideramos que la vida sea un regalo, al fin y al cabo, todos estuvimos vivos alguna vez y todos moriremos. Así simplemente no nos preocupamos por esos asuntos. 
Hemos agradecido a la vida por el capricho de nuestros padres, y como buenos hijos que somos, le hemos rezado a todos los dioses y hemos hecho todos los rituales que nos han enseñado de niños. Pero no, nunca nos alegró la llegada al mundo de una nueva persona, ni la partida de otra. Todos estuvimos vivos alguna vez y todos moriremos, es así.
A veces nos quedamos mirando las estrellas y la gente piensa que estamos maravillados por el cosmos o conectando con algún querido que ha muerto, pero esas ideas nos parecen ridículas. Si miramos el cielo es porque estamos acostados y si estamos acostados, es porque estamos cansados, en especial de las ideas ridículas de las personas.
Ustedes sentirán pena por nosotros, creerán que pensamos así por tristeza o algún sentimiento tonto que usted padece y quiere que todos sintamos como lo hacen en su casa. Lo siento, ya se lo dije, a nosotros no nos atrapa la vida, pero tampoco la muerte. Todo es momentáneo y sabiéndolo hemos llegado más lejos que todos ustedes, pero sus ojos jamás lo entenderán."

Guantes

Se podrá mentir, se podrán poner todas las copas debajo de la cama y hasta saltar sobre las cartas viejas para que no se vean. Siempre serán una opción las máscaras, las capuchas y los lentes de sol, pero en la capacidad de elegir es en donde nosotros somos más los seres que somos nosotros, y no otros.
Así será. Los cuentos seguirán, también las canciones y las fotografías. Todas esas cosas que usamos para disimular estarán ahí, siendo viables, ¿y qué?

Resolvencia

Caro se levantó con una sensación rara ese día, sentía que algo le faltaba. Salió de su departamento y saludó, como todos los días, al encargado. Hizo la cola del colectivo, se subió a éste, se quedó apretada entre tantas personas y se bajó en Caballito. Fue a su trabajo, se quedó ahí nueve horas y luego volvió a su casa. Todo como todos los días, pero no era lo mismo. No había sentido interés por las palabras de su encargado, le había molestado la fila del colectivo y que tanta gente esté arriba, se ofendió con Esteban que no tenía listos los informes y volvió cansada a su casa.
Caro no suele ser así, ella es de las chicas que canta con los auriculares puestos y siempre tiene una sonrisa para las personas en la calle, pero algo había cambiado.
Al otro día le sucedió lo mismo. Cuando estaba en el colectivo y vio a una señora acercarse, cerró los ojos, como fingiendo estar dormida. Al siguiente pasó de largo, sin saludar al encargado del edificio. Al otro inventó una excusa para no ver a sus padres y así.
Se juntó con sus amigas una tarde y lo lamentó a los cinco minutos. Nada de lo que ellas decían le parecía interesante y ella notaba que los chistes que intentaba hacer sonaban hirientes o soberbios. Simuló tener algo que hacer para retirarse antes.
Caro dejó de escuchar música, de prestarle importancia a las historias de los demás, de interesarle contar la suya propia incluso. Pasaba los días acostada en la cama con su computadora, mirando videos. Su mejor amiga se empezó a preocupar y arregló con sus padres para que la lleven a un doctor. Así fue que ella, de mala gana, visitó a varios doctores que no le encontraban nada extraño. Probaron con toda clase de profesionales y ninguno creía que Caro tuviese algo de lo que habría que preocuparse. Desesperados empezaron a probar con psicólogos de medicina alternativa, grupos budistas y hasta brujas. Nadie supo la respuesta, hasta que un día, mientras caminaba por una plaza, un nene le dijo a su mamá: "Mirá, esa chica no tiene amor".
Ahora hay dos finales, dependiendo de su forma de ver el mundo:

El primer final
Caro miró al nene un rato y siguió caminando. A pesar de que su entorno estaba preocupado, ella cada día que pasaba consideraba menos que los cambios fuesen reales. Cada día le costaba más despertarse, lo hacía de mal humor, se quedaba mirando televisión en la casa, jamás leía un libro y se quejaba de la situación de su país. Poco a poco ella se fue armonizando con un lugar donde el gris es el color predilecto y donde la gente siempre tiene prisa y siente que todo es culpa de otro.

El segundo final
Caro miró al nene un rato y corrió hacia su casa. Llegó a su habitación y empezó a revolver todo el placard para encontrar la caja donde debería estar su amor, pero no la encontraba. Hacía años que lo había guardado y jamás le había pasado algo. Caro se fijó en el comedor, en la alacena de la cocina y en los estantes detrás del espejo del baño. Nada. Se sintió desesperada, corrió a buscar una vieja agenda y telefoneó a sus ex novios a ver si alguno lo tenía, pero no fue así. Salió a la calle, corrió sin dirección, por el simple descontrol, cruzó la avenida y no vio la luz verde. Un auto pisó a Caro y la dejó tendida en el suelo. Caro se quedó mirando el cielo y le dijo a una nube: "Por favor, no dejes que me muera sin amar a nadie".

Si elige el segundo final, usted es un pelotudo.

Yo, toda la distancia y vos

Yo
y después todos los problemas que hay en el mundo de hoy,
todas las buenas canciones que se hacen
y todos los efectos personales
que son eso, efectos.

Yo
y después toda la belleza que ofrecen las cosas todas,
todo el fracaso que busca atarse a alguien
y todo el viento que pasea por los cuerpos.

Yo, toda la distancia y vos,
aunque parezca pensado de manera incorrecta.

Yo primero, porque de mí estoy seguro,
vos después, que si estás, estás demasiado lejos,
allá donde la distancia encomilla las cuestiones y hace desconfiar a lo todo.
Vos terminás sintácticamente mal,
que es lo mismo que decir que este planteamiento es una mentira,
¿pero acaso no lo son todos los poemas?

Conchas peludas

Yo vengo de un mundo gobernado por hombres. Posiblemente ésto siga así toda la vida, es lo más seguro. A veces me equivoco, pienso que fue una injusticia que se gestó en cinco minutos, culpo a la sociedad capitalista, pero ésto viene del inicio de los tiempos, desarrollándose. Viene de nuestros antepasados, viene incluso de los animales de los que hemos evolucionado. 
El concepto de lo justo y lo injusto me perseguirá por el resto de mi vida y moriré sin saber las respuestas, refugiándome en el absurdo, pero a veces me resisto a pensar que el dolor que siento no tiene importancia. Me resisto a pensar que el dolor de mis pares es vulgar y me resisto a ver las sombras rojas, ya sean líquidas o de mil grados.
Quiero escribir muchas cosas, pero temo perder el supuesto hilo conductor. Deberé pedir perdón de antemano, como si la palabra le ganase a lo demás. Nosotros nos damos cuenta cien perdones tarde, cuando ya nada se puede revertir ¿Será problema de los oídos? Jamás sabré cuántos perdones han aguantado en el silencio, jamás seré capaz de reconocer una ínfima acción en la cinta magnética que llevan.
Desarmado, ¿qué otra cosa nos queda más que la retirada? Tanta guerra hay en nuestros genes que ni acercarnos a dar una caricia podemos, si terminaremos lastimando; lastimando a esos ojos que ya no aguantan más.
Si acaso no fue suerte lo que nos coloca en estos días, sino el elemento más importante, la fuerza, significaría un error el considerar a ambos sexos igual de fuertes. Pero las reglas con las que nos hemos medido desde el inicio están gastadas, ya son obsoletas. La culpa de los seres modernos no es suprimir y cosificar a la mujer, sino olvidar la capacidad que tiene de terminar con ese estilo de vida. Por supuesto que la diferencia de género viene de nuestra naturaleza más primitiva, lejos de cualquier prejuicio contemporáneo, que no es acto consciente, sino instinto arraigado, pero es una vergüenza mantener a la mente en el piloto automático por el resto de nuestra existencia.
Las eras han exigido cambios y han permitido libertades. Las luchas frenéticas han causado muertes y los tiempos en reposo también. El río debe fluir, al igual que las personas, ¿pero acaso no hemos debido limitar ciertos actos que consideramos excesivos alguna vez? Y sólo fueron una arbitrariedad, que se ha modificado con todos los tipos de lunas que han existido.
Los seres desean ser felices, desean ser vistos como buena gente pero les molesta que les exijan más de lo que está en su pequeño radio de alcance. Por eso pide la libertad y rechaza los cambios, no porque no los considere necesarios, sino porque se siente cómodo en el reposo.
Los fundamentalismos estarán siempre mal, los ríos deben fluir. Las luchas frenéticas serán siempre contra seres, pero serán realizadas por otros seres ¿qué les hace creer que poseen la verdad? ¿Qué decreto divino les dio la fuerza para fertilizar la tierra con sangre?
Pero los días ya piden revisar el decreto de las cosas. Ya han pasado suficientes tormentas, seguramente pasarán más.
No soy mujer y jamás seré madre. No todas las mujeres lo serán ni deberán serlo, pero definitivamente yo jamás podré. Jamás viviré un momento en el que durante las veinticuatro horas del día, estaré acompañado, sin importar qué suceda, habrá otro ser junto a mí. Jamás seré una mujer que lleve adentro vida. Soy hombre y cargo muerte. Soy hombre y soy más fuerte que una mujer con la misma historia que yo. Así será siempre, de otra forma temeré. De otra forma inventaré la forma de apagarte. Te daré sentido en la belleza externa, te depilaré y te pondré tacos, aunque yo jamás haga esas cosas. Te exigiré que seas siempre linda, que cuides de mi casa y que me hagas sentir importante. Cargarás mis hijos y los deberás cuidar, así me aseguraré de que no ganarás lo mismo que yo. Me serás fiel, jamás me abandonarás. Pobre de vos si así no fuese. Me encargaré de que sea así: pobre de vos.
Suena fuerte, pero no te asustés, no será un golpe tan rápido, no serán cinco minutos de injusticia. Te criaré como princesa, encerrada en tu torre, esperando que un hombre te rescate. Te compraré juegos de cocina, muñecas delgadas y bebés de juguete para que vayas aprendiendo. Crecerás ya programada y naturalizarás mis atropellos, me dejarás fluir como un río.
Así serán tus días y sonreirás cada ocho de marzo, cuando yo te escriba un mensaje deseándote feliz día.

La Tierra es plana

Una vez leí un artículo que decía que la Tierra era plana. Que en el centro se encontraba el Polo Norte y que el Polo Sur era un muro que rodeaba los extremos del planeta con forma de plato. Decía además que el sol y la luna eran cuerpos extremadamente diminutos, del tamaño de Uruguay, quizás, que giraban sobre la Tierra a una pequeña distancia. También hablaba del resto del espacio, simple decorado de nuestro hogar.
Jamás le di importancia al texto, era uno más de esos que suelen hablar de las conspiraciones de la ciencia y de los grandes poderes políticos. Me resultaba cómico que se volviese a la idea de que todo giraba en torno a nosotros y aquella vieja creencia de que el mundo era un lugar llano.
Imagine vivir en un lugar plano, en un lugar donde usted es lo más importante, que el resto de los espacios en el espacio no tienen espacio en el espacio de la importancia. Imagine qué extraño sería eso y se estará imaginando ser un personaje literario. Sólo así podría considerar la teoría.

Miniatura

Pequeña miniatura del día,
te vas a ir como todas las cosas
y no puedo ocultarlo,
me golpeará el corazón.
Quizás te sonría para taparlo,
quizás te diga que así es la vida,
que todos debemos separarnos
pero en realidad no querré que sea así.

Pequeña miniatura del día,
te queda tan poco en este momento,
sé que sonará un poco infantil
pero ojalá las cosas no terminasen tan pronto.
Si lo supieras te burlarías,
harías algo para que yo sonría
para que yo me olvide de todo un rato
y cuando me quede dormido a tus pies,
seguramente ahí aprovecharías para irte,
para no tener que aguantarme a mí llorando.

Sí, así será.

Del otro lado de las montañas

En mi pueblo hay una regla: no cruzar el cordón montañoso. Nunca supe bien cuál era la razón. Los viejos del sur decían que del otro lado, las estrellas se caían con mayor frecuencia y mataban a todo aquel que caminase por allí; los del norte no culpaban al cielo, sino que decían que del otro lado habían seres oscuros, hechiceros verborrágicos, que confundían a sus víctimas para robarles la piel. En los libros decían otras cosas, que variaban del año de la edición o de la traducción utilizada. Lo cierto es que durante años, la gente de mi pueblo aprendió a temer a esa regla, sin siquiera saber cuál era el verdadero motivo.
Nunca recordaré qué día fue, es la parte mala de no conocer lo que sucederá con el correr de las horas, pero estoy seguro de que no estaba lloviendo y que había mucho viento. Yo me había levantado sin ganas de ir a ver a mi profesor para mi lección de cacería y decidí esconderme en el bosque, para que nadie me molestase durante algunas horas. El olor de las hojas no era fuerte, por eso puedo asegurar de que ese día no llovió, pero las raíces crujían, como si se fuesen a desprender de la tierra. Quizás eso sucedió, porque a pesar de pasar muchas tardes en ese lugar, en un momento me encontré perdido. Caminé intentando identificar una gran roca o un tronco viejo, pero nada me era familiar. A lo lejos, escuché a unos caballos relinchar y luego pasar corriendo al lado mío, en dirección contraria a la que yo estaba tomando.
Me es imposible mentir, estaba asustado. Pero mi miedo no se comparó al que tuve unos minutos más tarde, cuando la vi tirada en el suelo. Reconocía su forma por los dibujos en los libros viejos, una figura pálida de manos y pies alargados. Era un ser del otro lado de las montañas. Quise correr, huir de ese lugar, pero mis pies no reaccionaban, yo apenas era un niño y ese ser se veía mucho mayor que yo, no tendría oportunidad de sobrevivir si me atacaba.
Lentamente, conseguí que mis pies se arrastraran hacia atrás y me empecé a alejar, pero me tropecé con una raíz y me golpeé la cabeza. El ser escuchó el ruido y dio un grito. Mis ojos empezaron a llorar, supuse que empezaría a embrujarme, pero no fue así. El ser volvió a gritar y lo hizo una vez más. Cuando comprendí que no era ninguna clase de magia, sino que estaba pidiendo ayuda mi cuerpo se calmó un poco. Las rodillas me seguían temblando, pero pude ponerme de pie e intenté observar lo que sucedía: el ser estaba herido. Un corte en el abdomen era lo que lo había dejado tumbado, casi en un estado terminal.
Tampoco puedo mentir acá, pensé en aprovechar la situación y huir. Pero lo cierto es que no pude. El ser volvió a pedirme ayuda en un idioma que yo no lograba entender, que sólo lo identificaba con ruidos y yo no pude dejarlo así. Lentamente me acerqué, primero con miedo, luego con simple cautela. Cuando me acerqué considerablemente descubrí que era una mujer. Ella me miró y en su cara no había miedo hacia mí persona, pero no puedo afirmar que no lo hubiese hacia alguien más. Me senté a su lado y quise poner mis manos sobre su herida, pero ella me las corrió con violencia. Quise explicarle que mi profesor me había enseñado técnicas de curación, pero no hablábamos el mismo idioma, aunque si no hacía algo, moriría ahí y no lo podía permitir. A pesar de su rechazo, saqué de mi bolsa unas hiervas, hilo y aguja y comencé a sanarla. Ella miraba con desconfianza, pero cuando vio mis intenciones se tranquilizó un poco. Para cuando había terminado, ella se había quedado dormida en el suelo.
Despertó una hora más tarde y se sentó al lado mío, intentamos comunicarnos y nos fue difícil al principio, pero luego descubrimos una gran cantidad de palabras que la gente ya no usa, pero que teníamos en común, así que lo conseguimos. Con cierta rusticidad me contó sobre su vida del otro lado de las montañas y yo hice lo mismo. Supe de su fascinación por el cosmos, por el mar y las plantas. Me contó que su pueblo era recolector de vegetales y por eso sus manos eran tan largas y yo le dije que nosotros cazábamos y por eso siempre teníamos miedo y moríamos jóvenes.
Lo malo de no saber qué pasará con el correr de las horas es que no te podés preparar. De haber sabido que quienes la habían lastimado eran cazadores de mi pueblo, que me habían visto a mí meterme en el bosque y que habían usado a nuestros tigres de caza para seguir mi rastro y "protegerme", no nos hubiesen encontrado tan fácilmente. Por suerte mi profesor me enseñó a trabajar mi oído y pude escucharlos en la distancia y advertirle a ella para que huyera del lugar, así que cuando llegaron, sólo me encontraron a mí, que fingí no haber visto nada.
En esta parte tampoco puedo mentir, no la volví a ver. La mujer desapareció entre los bosques y supuse que había vuelto a su lado de las montañas. Hoy ya soy un hombre mayor, o por lo menos lo que la gente de mi pueblo llama así, ya han pasado muchos años desde que sucedió ese encuentro. La mujer seguramente ya ha pasado a mejor vida, pero todas las noches me pongo a mirar las estrellas, pensando que quizás ella está haciendo lo mismo en este momento.

Flores para la Jenny

Me gusta regalarle flores a la Jenny, como que se pone de buen humor. Pobre, está todo el día cuidando a sus hijos y los tiene que llevar a todos lados, así que cuando me sobra alguna moneda, le compro una rosa y se la llevo. Total no están tan caras y esa plata me la terminaría gastando en alguna tontería.
A veces no están las que le gustan a ella y yo me pongo de mal humor. Termino comprándole un chocolate, pero no es lo mismo, se le nota en la cara. A ella le gusta ir caminando con ella en una mano y en la otra los cuatro pibes que tiene. Después, cuando llega a casa cansada, la pone en un vaso con agua hasta lo que dure.
A mí las flores no me gustan, tenés que regarlas, ponerlas al sol y ese tipo de cosas. Lo que me gusta es la iluminación en los ojos de la Jenny. Ella sabe que cada vez que le mando un mensaje para preguntarle si va a pasar por el laburo es porque le acabo de comprar una, pero no le importa, siempre las recibe con mucha alegría y eso justifica cualquier gastada que me hacen los viejos del playón.
Pobre, tantos tipos la han boludeado tanto. Si te digo, cada pibe suyo es de un loco diferente. Por eso no confía en nadie, no es conmigo la cosa, ya me lo ha dicho. Y a mí ni me calientan los enanos, me llevo bien, pero igual, ella prefiere estar sola y bueno, está bien. Mientras me siga sonriendo cada vez que le doy una de sus flores, a mí me basta.

¿Vieron?

Negro, bota, calle y centro.
Palabra, sabor y público.
Lengua y esquina.
Sol, oscuridad, público y sabor.
Túnel, sabor, gente y saltos.
Túnel y esquina.
Adios.

Sin título

Mil nueve noventa y siete,
año del niño y de la lluvia:
Es verdad,
ya no nos queríamos como antes,
pero cuando la tormenta amenaza
casi no hay tiempo para despedidas.
El abrazo resultaba más fácil,
de vez en cuando un roce sugestivo,
pero qué lejos que estaban esos pibes que se acercaban con miedo,
dudando cada beso.
Al final, terminamos atados,
odiando esas sombras que tanto conocíamos.

jueves, 23 de enero de 2014

El día que Luis Alberto Spinetta me conoció

Alto, antes de que te ofendas, querido lector, debo decirte que el título no trata de evocar una imprudente falta de respeto hacia el músico argentino del Bajo Belgrano, ni tampoco hacer ese tentador chiste de evocar una imprudente falta de respeto hacia el músico argentino del Bajo Belgrano, no, tampoco. Pero debo mentirte -y no quiero- si dijiese que yo no lo conocía, ya que hasta ese día había escuchado muchas de sus canciones, había visto sus fotos y leído sus entrevistas, hasta lo había visto a él mismo, en vivo y en directo, en Velez, tocando Rezo por vos, con otro gran artista. Pero este cuento no trata de ese día de nuestras vidas (incluyendo la suya, lector, partiendo de la idea de que estaba vivo por el año 2009). No. Este cuento cuenta un cuento más interesante, que es el día en el que tuve el placer de ser conocido (y por lo tanto, experimentado, nutrido y hasta creado) por el señor Luis Alberto Spinetta.
Reirse al fin, que llover trae tanto frío. Uno comete el dedicado error de creer que ellos escriben para uno mismo. Pero es la magia de las artes, de cualquiera, ponerte cara a cara frente a la belleza y pensar que están solos en el mundo y eso me pasó a mí. Aunque quizás deba retroceder un poco para llenar esos huecos vacíos del entendimiento que otros saben manejar, pero que yo, pequeño relator, no podría hacerles frente de manera armoniosa con un do novena con quinta sostenida.
Al decir que el encuentro tuvo espacio un sábado 26 de Septiembre de 2010, posiblemente deba iniciar el día a día desde el domingo 19. Pero una canción de constantes reposos sería un insulto, una canción de autoayuda, de rima fácil y ni yo, incluso en mi calidad de pequeño relator, ni usted, querido lector, queremos eso. Detenerme en lo más mínimo, contarles las tardes que dejé de cantar a pesar de tener voz y cómo, como la secuencia de la corteza y el hacha, emerger victorioso esa semana, día a día, desde típica fiesta escolar, pasando por el momento de cumplir mis 18 años del sol, hasta llegar al evento.
Uno lo sabe, no sé cómo, pero lo sabe, quizás lo dicen los árboles, portadores de la verdad, incluso desprendidos del bosque, que tanto miedo da. Ese sábado, en el que finalizaba la mejor semana que había tenido en mi vida, sabía que me iba a encontrar con todo ese vendaval de luces rojas y verdes, sin saberlo realmente.
Imagínese, querido lector, apenas un niño adornándose de la emoción de ser conocido por aquel que no teme despertar y caminar en el aire, con los rayos.
Llegué al lugar adonde mi elemento me aseguraba que todo sucedería y sólo pude esperar. Pasaban tantas personas de pie, pasaban 200 años y nada. Él no aparecía. Pero yo sabía que era cuestión de esperar, esperar sabiendo qué esperar. Y llegó. De una nave blanca hecha en no lo sé, bajó rodeado de personas, que lo llevaban directamente hacia un lugar, sin posibilidad de una escala en mi pequeña persona que ni sombra podía dar.
Oh, querido lector, querido lector místico, si tan sólo yo no hubiese sido lo que siempre seré, un pequeño lector, quizás me hubiese llenado de coraje y le hubiese robado una mirada, unas palabras o al menos un color. Pero estaba inmóvil, siempre en la pared observándolo.
No obstante, no sería quien es, si no se comportara como quien es. Y así fue, en ese momento, Luis Alberto Spinetta, el padre de los diamantes de leche frenó su caminata y vino directo hacia mí. Hombre de luz, me sonrío, me saludó y tomó los discos que había traído el vulgar acto de firmarlos, como todo souvenir que apenas llega al treinta porciento de lo que vale ese instante. Imagino que lo hizo porque me debe haber visto desesperado: Pobre amor, llámenlo.
No me animé a decirle nada, perdí el tiempo pensando. Él me sonrío y se volvió a su entorno.
Yo me reacomodé y exploté de tanta alegría, de sentir tanta magia en un solo lugar, en ese momento en el que sentí que eramos él y yo y el resto, el resto no sé, no quería que me digan nada. Agarré mis cosas y simplemente me retiré del lugar.
Tardé más de tres años en comentar ese encuentro, quizás porque en ese instante comprendí que explicarle eso a alguien sería inútil.
Gracias, Luis, no te alejaste nada de mí.