lunes, 24 de junio de 2013

Mi esposa.

Mi esposa se llama Daiana, o Belén, o Berenice, o Débora.
No sé, ninguno de esos nombres me llaman. Me gusta Sofía, o Julieta, o Florencia. Me gustan los nombres que empiezan con la letra que me gusta dibujar. La S, la J o la F, por ejemplo, son letras lindas de dibujar. Podría escribir su nombre en todo el banco, en mi cuadernillo, incluso en mi libreta de cuentos. Podría escribirlo en la ventana de mi habitación, o en la ventanilla del tren rumbo a Constitución. Pero no. Mi esposa se llama Daiana o Belén.
He estado con una Berenice una vez, en serio, pero no fue nada agradable. No me molesta decirlo porque ella no entra nunca a mi blog, de hecho no creo que nadie lo haga, puesto que está de vacaciones, nada de lo que pongo tiene valor, si acaso lo que no pongo lo tiene.
"¿Por qué tu esposa se llama así, Gerardo?", te estarás preguntando. Es simple y complicado. Simple porque su respuesta es fácil de presentar, mi papá se llama Flavio, mi mamá Eugenia y mis hermanas Casandra y Abril. Son F, E, C, A y conmigo G. Es decir, son fa, mi, do, la y conmigo sol. En mi vida, me faltan dos notas más, re y si, es decir D y B. Complicado es, porque nunca me enamoré de ninguna chica con esas iniciales (una vez lo hice con una cuyo segundo nombre era Betania y su apellido Boato, pero no cuenta, debe ser el nombre de pila). Peor aún, ni siquiera de las chicas a las que veo o charlo existe siquiera alguna llamada Daniela o Beatriz.
Eso demuestra lo lejos que estoy de encontrar a la chica indicada en mi vida, si llegase a encontrarla. Porque claro, la gente lo niega, piensa que el final de cada uno es encontrar al amor de su vida. Ojo, no me malinterpreten, porque yo creo que para cada persona existe alguien ideal, pero no creo que todos estén destinados a encontrarlo. Creo que cada uno de nosotros conoce a algún familiar o a algún pariente de algún amigo o por lo menos un vecino de por ahí que anda solo, desde hace años, que posiblemente morirá solo o que ya lo hizo. Entonces les pregunto ¿Qué les hace pensar que yo no puedo tener el mismo destino?
Mi esposa no existe todavía y posiblemente nunca lo haga. Porque se tendría que llamar Daiana, o Belén, o Daniela, o Berenice, o Debora o Beatriz. Y a mi me gustan las Soledad, las Julia, las Fiorella.

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