viernes, 22 de noviembre de 2013

Las almas que caen al mar

En esta trilogía va a suceder lo siguiente, Juan va a dejar a Esteban y Esteban va a llorar un poquito, no mucho, pero algo.

I

Repetir una ruptura no tiene sentido, ya se ha escrito mil veces de los pormenores que hacen que uno se quiera despedir. Lamentablemente Esteban no los ha leído y para él todo es nuevo. En realidad eso es mentira, pero el hombre, como todo animal, suele olvidarse de su mortalidad o lo que es lo mismo pero mucho más preciso, de su estado terminal. Por eso sufre, como cualquier hombre que olvida que sabe recordar.

II

Repetir un duelo tampoco tiene sentido. Esteban se limita a lo obvio, a lo que hacen los corazones tristes. Sale con otros chicos, sube fotos con ellos pensando infantilmente que eso le dará celos a Juan, que mostrará que lo superó, pero al cabo de unos minutos escribe en el vidrio universal lo mucho que lo extraña y arruina todo lo que creía que había construido. Por eso sufre, como cualquier hombre que carga las cadenas de la libertad.

III

Repetir un final no siempre carece de sentido. Las posibilidades no abundan, es cierto, pero la sonrisa de Esteban te genera algo en la panza que querés retratarlo en puntos, comas y diéresis. Por eso escribo un final feliz, para ver si esta lectura contagia a Esteban algo de su vieja alegría y recordar su libertad. Por que el sufrimiento es un hijo del hombre, y como tal, pronto desaparecerá.

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