miércoles, 14 de diciembre de 2011

Boedo antiguo y todo el cielo.

Pareces muerta, inmóvil, distante y estas acá, al lado mío, mirando la lluvia que se termino, como tu paciencia para conmigo. 
Yo me dispongo de mis mejores armas, mas nada sirve, pues clavaste tu bandera en el desaire. 
Te veo entonces, entre las montañas, entre las pilas de libros que intuyo que sabes que jamás leí o leeré. Y vos ahí, sonriéndole a tus películas viejas, con el tono en sepia que tanto asco nos da, pero que tan bien parece hacernos. 
Yo me sonrojo, la primavera este año no se digno a aparecer, pero estas vos, que sos el invierno tormentoso y el suave viento de las 8 de la noche en verano. Estas vos, que cargas las mismas rayuelas que yo vengo cargando, las mismas despedidas, las mismas melancolías. Estas vos, lagrimeándole al viejo amor que tan bien lograste espantar. Estas vos, y la mayor prueba de eso, es que estoy yo, tu reflejo de botella de plástico no retornable. 
Pareces viva, sonriente, abrazada a tus dibujos, al lado mío, como una mochilera en este viaje. Cada uno tiene sus problemas, sus corazones que intenta pegar con tiritas de papel o con capas de glaseado. Pero que gusto me da, a pesar que ahora me mires con malos dientes, haberte conocido, simpática amiga. 
Quizás no recupere mas a la Luna, pero estas acá, tirándome libros en la espalda, dibujándome grotescamente, o ignorándome, pero lo haces de un modo divertido.

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