domingo, 22 de diciembre de 2013

Canción de amor para un chico extinguido (o casi)

A Marcos le hacen falta esas palabras que toda persona quiere decir cuando escapa de la forma simple de los días, cuando desde sus espaldas se asoma mamá con el plato más rico del templo o cuando Pedro nos dice que John nos dice que es una morsa.
No todas las personas lo sufren, no todas las personas lo consideran necesario. No todas las personas, de hecho ninguna persona es Marcos, obvio.
Dejando en claro que todo lo que las personas consideran novedoso es una copia de cosas que pasaron hace cincuenta años, Marcos no considera necesario perderse entre tanto jardín sin su corbata de moño, pero se entiende que siempre hay un complicado sentido a rescindir lo pesado.
Los subtes pasan, los bondis pasan, pasan los trenes y todo parece pedir a gritos esas palabras que Marcos no adolece en lo absoluto.
Si tan sólo fuera por un muchacho o una muchacha, no sería un gran problema, pero a Marcos le pesa el sentido sombra, el sentido onda sonora, el sentido Principito y Spinetta mil nueve setenta y seis.
Uno debe comprender lo mucho que necesita una canción de amor Marcos, para poder comprender de una buena vez, lo difícil que es existir entre tanta gente que comprende el cuerpo agrietado de la línea que va en contramano, en cortamambo, en la memoria.

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