lunes, 25 de octubre de 2010

Allá lejos y en el tiempo, conocí a un chico bastante simpático. A primera vista se distanciaba de la distancia, y a la vez no. Complejo si se quiere, humano también.

Cada tanto lo veía pasar por enfrente a mi local, sonriendo e iluminado, como pocas veces se ven en estos días tan retorcidos. Pelo negro, lacio pero apropositamente despeinado, ojos marrones, cejas gruesas, algunos granos por la edad supongo, medianamente alto, con pantuflas y una campera verdes y un bonito bolso de cuero.

Al chico deje de verlo durante un tiempo, pero luego apareció. Una mirada trastornada, la boca seca y la calida locura ausentes por completos. Aun llevaba pantuflas y su bolso, pero no era lo mismo.

De mas esta decir que ni lo conocía, pero como por mi local no anda nadie, disfrutaba al pensar que él era mi único amigo, el simpático chico del pelo despeinado. Por esa razón, necesitaba saber que le pasaba a mi único amigo, al fin y al cabo, nos necesitábamos mutuamente.

Los días miércoles salía a las 13:05 de la escuela y por mi local iluminaba (ahora ennegrecía) 6 minutos mas tarde. Así fue entonces, que salí a la puerta y lo espere.

Tardo 8 minutos en llegar. No sonreía, tenia los ojos rojos, el acne continuaba, combinando de forma excelente con sus negras ojeras y su pálida piel. Me quede mudo, tenia incluso ganas de llorar. El dolor es como el juego La Mancha, solo que el anterior, no se libra de la triste fortuna.

No hubo caso, tenia tanta pena que solo le dije “Buen día” a lo que él respondió con un vidrio empañado entre su alma y mi ser “Buenos...”.

Luego de su lejanía, me metí a mi oscuro y solitario local a llorar por mi único amigo.

La situación se repitió por semanas, un cruce de tres palabras, un abismo que nos distanciaba y una pena que me recordaba: Tenes que devolverle la luz que tenia.

Fue un jueves, a la misma hora que todos los días que lo vi lagrimeando y cantándole al viento y a los autos que pasaban. Fue un pie perfecto, aunque de la tensión no logre sonar como un buen amigo.

-¿Qué te pasa?

Él me miro con la cara más lógica que podría haber: la de la extrañación. No obstante, como solo se comportaría mi único amigo, respondió a mi pregunta.

-Estoy triste y desolado, mi amor se ha marchado. Mil almas no entenderían, que yo por ella moriría.

Sonreí, la ausencia de arte debe ser el punto cúspide para bajar los brazos. Pero el aun podía recitarme unas prosas. Deducir que pasaba era simple.

-El amor es complicado nene.- ¿Nene? Si, sonó tan estupido y digno de ser la razón por la cual la conversación finalizara. No obstante, como solo se comportaría mi único amigo, respondió a mis palabras.

-Supongo que sí...

Las palabras me alejaron por completo. Al ver que ya no iba a seguir hablando, se retiro, como se retiran los exámenes más difíciles, aquellos en los que uno quiere continuar, sabe que es en vano porque no conoce las respuestas, pero se indigna al ver como le quitan la hoja de su poder.

Entre al local y esta vez sabia que no debía llorar, y aunque las ganas me superaron, sabia que debía hacer algo al respecto, mi único amigo estaba mal y yo no iba a bajar los brazos.

Idee que cada día que pasara, lo sorprendería con algo nuevo, para alegrarlo.

Llego el lunes. Había comprado globos y golosinas, supongo que algo dulce le sacaría la amargura.

-Siento no asistir, azúcar no puedo consumir.

¿Cómo podía haberlo olvidado? Siempre supe que a mi único amigo el azúcar le hace mal porque... siempre lo supe.

Martes. Un clavo saca otro clavo. Contrate a una de esas chicas que te hacen divertir por un poco de dinero.

No diré ni como me vio, ni lo que dijo. Solo demostré ser un idiota.

Miércoles. Jueves. Viernes. Las semanas pasaban como pasan las hojas de los dibujos animados antiguos. Yo ya no sabia que hacer.

Martes.

-Por favor ¿Qué puedo hacer para que sonrías de nuevo? La vida misma ya no tiene eficacia, bajara pronto los brazos, porque no quiero hacer otra cosa que no sea llorar, al verte llorar.

-Gracias señor, pero no hay nada que hacer, si ella se fue, llega el dolor.

Señor. No era nada para él ahora que su amor lo había dejado. Solo podía acompañarlo, a 20 pasos, en el camino de la pena.

Septiembre trajo lluvias y capullos, como siempre, pero este Septiembre se diferenciaba del resto. Esta vez, además de lo típico, trajo la sonrisa.

El chico despeinado caminaba de nuevo sonriendo, divagando con las palabras, dando vueltas y sonriendo de nuevo. El acne continuaba, pero sus ojos habían vuelto a ser lo que eran y sus ojeras casi desaparecían. Era hermoso verlo, como si el viento me acariciara la cara, en mi pequeño y oscuro local, al que ya nadie iba.

-Buen día.

-¡Los mejores con honores!

-¡Buen día!

-¡Gracias! ¡Hermosos y sin lacias!

-¡Buenos días!

-¡Espléndidos mi fiel compañero del ensueño!

Todo era de ensueños. La felicidad había vuelto a colmar nuestros rostros, la energía positiva radiaba por donde se viera. El horizonte estaba a solo dos pasos, los muros abrían sus puertas las 24 horas al día. Todo se podía hacer con un poco de amor en el pecho.

Todo, menos mantenerlo en el pecho.

-¡Buenos días!

-...

La tormenta regresaba, y las noticias no eran buenas. El chico tenia el pelo opaco y caído, las ojeras, el acne, los ojos tristes. Pero si hay algo que recuerdo excelente, el frió. No había nada mas frió, que su ser.

Luego de su retirada solo pude volver a mi local, pero ni las lagrimas salían esa vez, estaba perplejo.

Lunes. Martes. Miércoles. Jueves. Viernes.

Al cuadrado.

Al cubo.

-¿Qué sucede amigo?

-Ella ya no quiere volver conmigo, no me quiere dar otra oportunidad, encontró en otro felicidad. Ella me ama mas a mí de lo que ama a el, pero lo quiere mas a el de lo que me quiere a mí. La necesito, pero ella borro de sus memorias el amor a la distancia. Ya no quiero continuar.

Entonces temí lo peor, no existían palabras bellas en sus labios, el arte había sido opacado por la sombra de la noche, por el ente del final.

Nunca mas volví a verlo pasar por enfrente de mi solitario y oscuro local.

Solo me siento acá, esperando que el destino se compadezca de mí, después de tanto dolor, como lo hizo con él...

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