lunes, 25 de octubre de 2010

Si Roberto Arlt viviera...

Opera del día cotidiano.

A decir verdad, ganas no me sobran de tener que sentarme, de escribir idioteces que sabemos todos que jamás trascenderán, pero que tengo que escribir si es que deseo sacarme una linda nota, para que después le muestre a madre y ella, luego de pellizcarme la mejilla derecha en señal de orgullo (quizás acompañado de un “Hay que bueno nene”, teniendo ya, 18 años), me dará un rico (asqueroso) plato de mondongo, como premio. Obviamente, el rico (asqueroso) plato de mondongo iba a caer a la mesa de todas formas.

En fin, como mi concentración es peor que mi lírica, he decidido escribir lo que veo, en pequeños trazos, que solo son unidos por una cosa: mi mirada. Esto me permite, no explorar demasiado un solo tema, que luego haría que entre a escribir idioteces que sabemos todos que jamás trascenderán, pero que tenemos que escribir si es que… Pausa, esto ya lo escribí.

Me limito a imaginar que salgo de casa, lo cual me lleva previamente como media hora (¡Ay, me veo horrible!, ¡Ya fue, no salgo nada!, Si no salgo, después no me puedo quejar de que nunca me invitan a hacer nada, etc.). Luego de eso voy caminando por la calle.

Sinfonía nº 4. 3er Movimiento: Yendo al parque.

Hay días en los que odio caminar. Veo tantas caras de inútiles, fracasados, ignorantes y mediocres, que parece que camino en un salón de espejos.

Como todo ser humano minimamente racional, prefiero caminar en los días fríos. Ir caminando y ver en las afueras de las casas, al gordo peludo con la camisa blanca llena de manchas de (quiera dios que sea solo) grasa, abierta y esa panza aceitosa (y peluda) al aire, la gorra de Ford, escuchando el partido de Racing - Lanus por la radio chiquita que coloca en su oído, me parece una de las imágenes mas asquerosas del mundo. Adoro el verano, pero solo en privado o con muy poca gente alrededor.

Así que simple, camino en invierno, donde estamos todos tapados hasta la sien, donde el frío nos obliga a ser, fríos, y saludar a la gente de forma rápida y al pasar, porque quedarse quieto implica congelarse los genitales.

Detesto saludar a las personas, no se por que, pero es así, si no sos a la persona a la que quiero ver, tratare de saludarte a lo lejos, y en velocidad, cosa que no puedas frenarme.

En fin, llego a la avenida y soy aturdido por los bocinazos. ¡Joder, que esto no es Buenos Aires! Acá la gente se queja porque el de adelante anda lento (“¿Venís a pasear vos?), acá la gente se queja porque el de atrás anda rápido (“¿Que apuro tenes?”). Es una queja constante, ojala aprendiesen de mi, que jamás me quejo de nada.

Cuando creo que mi viaje se tornara mas tranquilo, el sonido polifónico del disturbio: Un mensaje de texto: “Gera, dnd sts? vs a trdar mucho?” Tengo 18 años, no soy un viejo, y me enferman muchas actitudes de viejo, pero ¿tanto cuesta escribir MEDIANAMENTE en castellano? A veces leer un mensaje me puede costar horrores. Pero bueno, ahí caigo en el sufrimiento de tener que responderlos. Si yo sacudí mi celular 5 veces al suelo y partí mi chip en 3 pedazos, madre ¿no fue indicio de que no quería tener otro celular de nuevo? Parece que no fui lo suficientemente obvio.

Así que ahí estoy, gastándome 20 pesos en 30 minutos, porque un “Ya estoy llegando” me cuesta lo mismo que un buen alfajor.

Pasan las cuadras y empiezo a ver a la típica multitud que hay los días que se tiene que ir al parque.

Sinfonía nº 8. 6to Movimiento: En el parque.

Llego a lo que es, la tortura.

Lo malo/bueno de ser de clase media es que detestas a la clase baja (“los negros”) y a la clase alta (“los conchetitos”). Así que ahí estoy, mirando con desprecio a aquel que sale con el Falcon que tiene un caño de escape mas grande que el de un trasbordador espacial, dándole a la cumbia aun mas fuerte (uno imagina que eso es físicamente imposible, pero créanme que si lo es), o también, mirando con asco al que maneja el 206 de vidrios polarizados, escuchando algo que sabe dios que es, pero que tiene una batería repetitiva: el conocido “punchi punchi”.

Lo mismo pasa con los que caminan, tenemos por un lado a los que andan en cuero (y si, les recuerdo que estamos en invierno) mostrando los tatuajes mas feos que se pueden hacer, o los que andan con remeras y pantalones al estilo bohemios y con rastas, cuando la semana pasada era ropa de rugby y pelados, y la semana anterior era ser floggers. Si la idiotez existe (y existe), la podemos apreciar en estos dos grupos.

Llego a donde habíamos pactado con mi grupo de amigos encontrarnos y, lógicamente, ya no estaban ahí. Me cuesta una cena para dos personas con postre incluido en telefonía móvil encontrarlos, pero lo logro.

Una vez hallados, debo recurrir a la tediosa tarea que sufre el ultimo, que es la de saludar a cada uno de los que esta en la ronda y esperar (como la pobre vieja en el colectivo) a que alguien le ceda un poco el lugar así puedo sentarme y escuchar una ola de idioteces.

Así es como escucho a la mina que anda mal porque se peleo con el novio, al que ama con todo su ser, pero que el es un “insensible de mierda”, cuando todos en la ronda, en el parque y en la ciudad, sabemos que la mina le fue infiel como 20 veces y la semana que viene se busca otro novio a quien dejarle un hermoso adorno en la cabeza.

Casi de forma obligatoria escucho a la amiga, dando ese consejo intelectualísimo, que deja a Freud como un poroto: Habla con el, vas a ver como se mejora todo. Y así, como le debe haber pasado a Jorge Bucay en la infancia, la mina le dice a la amiga: ¡Que buen consejo! Cosa que la amiga le responde: ¡Tenes razón! Debería ser psicóloga. Y ves como una fanática de Casi Ángeles cree poder salvar a los niños del hambre y la pobreza con sus dotes psicológicos. Y si, dije hambre y pobreza.

Obviamente, machista no soy, y no me guardo mis comentarios altamente objetivos para con los hombres.

Entonces entro a escuchar sobre como los “capos” se comieron a veinte “perritas” (porque si, deben ser zoofilicos) o como le tienen ganas a esa mina a la que le harian mil cosas, en voz baja claro, porque su novia esta a 2 kilometros de ahí, y capaz que escucha.

Así sigo hasta las 8 y algo de la tarde, que ya bajo el sol y hace un frío de re cagarse. Entonces me despido de los que quedaron y me voy regresando a casa.

Sinfonía nº 16. 12vo Movimiento: Volviendo a casa.

Como siempre, con una canción que voy inventando con lo que se me ocurre, o con alguna que ya conozco, me regreso a casa por las calles menos transitadas, porque lo que menos quiero, es que otro gil escriba sobre los tontos que cantan fuerte en el espacio publico, y que además, lo hacen mal.

Si de tarde hacia frío, ahora de noche tengo cada extremo de mi ser con estalactitas, y rezo con todo mi ser, encontrar a madre camino a casa, o a algún conocido que sea tan amable de acercarme un par de cuadras, pero no hay caso, solo veo las mismas caras que jamás vi de siempre, las cuales dudo que quieran tenerme de pasajero en sus vehículos.

De mas esta decir, que faltan aun como 15 cuadras para llegar a casa, y las ganas de utilizar el baño, nacen y se incrementan a un ritmo que ojala fuese el de mis pies. Así que voy, a toda prisa, pero tratando de no aflojar demasiado los músculos que imposibilitan el paso de cualquier tipo de material, desde mi interior, hacia mi ropa interior.

7 cuadras: Si mi cara no estuviese blanca por el frío, estaría blanca por el dolor de mis intestinos.

4 cuadras: Supongo que no llegare.

3 cuadras: No, definitivamente no lo haré.

2 cuadras: Ya saque las llaves del bolsillo, no puedo perder ningún segundo.

1 cuadra: ¡Si llegare!

Abro la puerta como la abre el jefe a la de la oficina del empleado que casi es el responsable de la quiebra de la empresa. Evito saludar a cualquiera, solo necesito llegar al baño. Y si, adivino, era obvio, incluso yo lo sospechaba “¡Ocupado!” me gritan desde adentro.

La ira me invade, pero espero, hasta que luego de 20 minutos de, mi hermana menor mirándose en el espejo por fin acaban y yo puedo cumplir mi sueño.

Listo, este asqueroso día ha terminado, y como mañana hay clases, solo me limito a preguntar por Internet a la una de la madrugada “¿Hay que hacer algo para la escuela?” “Si Gera, las aguafuertes”…

Pobre de mi, pobre de mi inocencia.

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