sábado, 19 de julio de 2014

Despojo anónimo

Cuando ellos decidieron dejar de existir, hubo un problema que resolver: su identidad. Toda noción sobre lo correcto e incorrecto, el bien y el mal, todo eso llegó con el hombre y ellos estaban atados a su naturaleza. Si el hombre fue hombre cuando inventó la cultura, entonces su estado natural es ese, una insignificante reunión de los hombres antiguos para definir las cosas. Ningún otro animal se detuvo a semejante subjetivización de la luz, pero ellos no son otros animales, son hombres.
Luego llegaron los ismos y decidieron culpar al hombre con los ojos del hombre. Jamás notaron la vulgaridad del acto, o lo hicieron, pero admitirlo implicaría asesinar las costumbres y con ellas al hombre mismo. Por eso culparon a algo más, como si en la misma naturaleza del hombre no existiese lo repudiable, cosa por demás lógica, ya que todo lo nombrable fue nombrado por él y por eso, le pertenece, le es propio.
Entonces, la respuesta se encontraba en la innecesidad de encontrar tal cosa. Desprenderse de los tópicos, que lo son todo y aceptar la intrascendencia de las cosas. Destruir el mundo sin buscar otra cosa, es decir, olvidarlo.
Por supuesto que ellos pueden escapar de su género, mas no de su calidad de ser vivo, por eso, para dejar de ser hombres, sólo pudieron acatar el común denominador de la vida. Fue entonces cuando resolvieron el problema de lo insípido de la muerte.

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