sábado, 19 de julio de 2014

Esa chica rítmica

A diferencia de otras veces, esta vez debía ser exacto, no querría volver a perderla. Como atrapar a un gorrión que canta en el nogal del jardín, cualquier movimiento brusco y se iría.
Allí, ella, esa chica rítmica, sus ojos de hogar prendido y el café caliente. Y acá, él, procurando no pisar ni su sombra, para evitar cualquier ruido que confunda la melodía.
Apenas a unos centímetros y saltar para abrazarla sería un insulto. Como otras veces, él comprendió contemplarla, hasta que esa chica rítmica, la de las cosquillas en la panza y la electricidad en las piernas, decidió retirarse una vez más.
Los motivos siempre espantan y la soledad aumenta los deseos, pero los buenos amores se saben esperar.

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