jueves, 22 de mayo de 2014

Y si ella se va

Una vez me dejé mi cuaderno en el banco de una plaza. Cuando volví a buscarlo ya no estaba en ese lugar, sino en las manos de una chica de rulos negros. Ella recorría cada página con una sonrisa y yo no sabía qué hacer. Quería mi cuaderno de regreso, pero me daba vergüenza reclamarlo.
-¿Esto es tuyo? -me preguntó.
-Eh... no, es de un amigo. Me pidió que lo venga a buscar.
-Ah, qué pena. Decile a tu amigo que dibuja muy lindo.
-Bueno, gracias ¿Me lo devolvés, por favor?
Ella me dio el cuaderno y al tomarlo salí corriendo. Cuando llegué a la esquina me di vuelta y ahí seguía, mirándome, con una sonrisa, sabiendo que le había mentido y seguramente descifrando mi tímida personalidad.
Quizás haya tiempo en otra ocasión para recordar los días que acá estoy olvidando, pero hay una parte de nuestra historia que siempre voy a tener que recordar. Ya no éramos niños ni nos guardábamos secretos.
-Te resultará sorprendente, pero todavía me dan ganas de abrazarte cada vez que vuelvo a casa y te veo tan despreocupado -me dijo ella. Yo no le dije nada, me quedé mirándola, reforzando mis ganas de seguir en cada gesto suyo, en sus rulos plateados. 
-No me mires así, sabés bien quién soy -me recriminó y se sentó al lado mío. Se quedó un rato mirándome, acariciándome la mano y luego se paró. -Sabés bien quién soy, lo sé.
En mis historias suelen haber muchos cuadernos, de hecho ahora mismo yo tengo uno. Si acaso un día tuviese algún inconveniente, ahí podrán encontrarme, incluso si ella se va.

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